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Neoliberalismo: ¿El problema es el modelo o el sistema?

Ariel Zúñiga

Miércoles 5 de septiembre de 2007, puesto en línea por Ariel Zúñiga

El neoliberalismo es la versión actual del capitalismo y sin embargo muchos lo critican cómo si pudiera separarse uno de otro; cómo si se pudiera instalar un capitalismo amigable, justo y fraterno. Se trata de una retórica destinada a aglutinar a la crítica en contra de un enemigo inexistente y a favor de un proyecto indefinido.

El liberalismo surge en tanto doctrina política, al mismo tiempo que en tanto doctrina económica. Es un movimiento destinado a superar los límites morales de la monarquía que impedían un mayor crecimiento del producto agrícola manteniendo intactos los mecanismos sempiternos destinados a obtener la parte del león de ese producto: Se acumula el alimento perecible mediante su transacción por objetos equivalentes por convención, imperecederos y transferibles. Se acumula el producto del trabajo de otros gracias a que se dispone de los terrenos en dónde se practica la labranza; ese producto luego se acumula por generaciones gracias al círculo virtuoso de la riqueza que come, bebe y se divierte gracias al trabajo de otros y además, el producto que acumula el terrateniente de por vida lo transfiere a otro, joven y holgazán, que recibe parte del mundo en bandeja.

Las monarquía para subsistir políticamente, conseguían el asentimiento básico de sus siervos mediante la concesión de ventajas a personas o grupos de personas que las negociaban por separado. Estas ventajas son los denominados privilegios - o leyes privadas - y estatutos si se le considera en un sentido amplio.

El liberalismo se opone a que las leyes sean manifestaciones del poder político dictadas ad hoc y que traten a los miembros de una sociedad en forma diversa: Todos los hombres son iguales, deben ser tratados con igualdad desde el poder político, y esa igualdad es la que permite que la competencia entre los individuos se desate y sea su egoísmo el que aumente la riqueza de la sociedad.

Las barreras de la tradición no son racionales, la legitimidad divina no es suficiente en una Europa en que existen varias metrópolis en dónde las ideas circulan y ya se sabe que no existe ningún documento firmado por ningún dios en dónde conste que el mundo le fue entregado a algunas familias a perpetuidad, y a los sacerdotes, un título de garantes de esa institucionalidad.

La igualdad ante la ley es tanto principio jurídico, moral, político y económico. Es en definitiva el axioma, obtenido por la racionalidad especulativa universalista, y que es imposible de negar por nadie. Quienes se oponen a estas ideas no lo hacen con argumentos sino que disponiendo del poder.

Es por eso que el triunfo del liberalismo es el triunfo bélico de los liberales de su tiempo y al cumplirse gran parte de sus promesas, y aumentar su riqueza los nobles tornados en capitalistas, sedujeron al resto de los nobles a que acogieran su modelo y luego arrasaran belicamente a quienes aún se oponían al curso natural de la historia.

Pero el liberalismo en sus comienzos prometió mucho más que más trigo, prometió el control racional del mundo, la salida de las tinieblas, una nueva era. Es que debía ser popular pues era una doctrina destinada a destruir la legitimidad de la monarquía.

Al transformarse en poder, el liberalismo, se alejó de la especulación filosófica política pues entendía que el asunto ya estaba zanjado. Era preciso aumentar la producción industrial, racionalizar la sociedad de acuerdo el axioma conquistado: Todos somos iguales y competimos como iguales. Que materialmente no fuéramos iguales no importaba puesto que como fuera el mundo estaba mucho mejor que hace cien años.

Entonces surge la crítica al liberalismo, exigiendo a que se cumpla con lo prometido por los filósofos políticos que inspiraron el desmantelamiento del régimen monárquico y en ese mismo momento surge un gran problema que hasta hoy no ha sido resuelto: El sistema capitalista es consecuencia del sistema liberal y por tanto, extirpar el tumor injusto que subyace en el liberalismo de principios del siglo XIX es muy distinto que intentarlo ahora cuando la metástasis es tal que cuerpo y cáncer son la mima cosa.

Los soviéticos intentaron destruir al capitalismo por decreto y terminaron en el fraude de etiquetas que todos conocemos: Un capitalismo autoritario y religioso, más eficiente que el zarismo gracias a la industrialización, pero incapaz de competir con el capitalismo socialdemócrata de occidente.

La amenaza soviética fue flor de un sólo día: Su participación en China y España dejó claro ante todos que no se trataba de un rival frente al liberalismo - capitalismo sino en un gran aliado que posibilitó la derrota de los resabios del antiguo régimen monárquico que aún reinaba en Rusia.

La segunda guerra, despejó cualquier interrogante: En ella se enfrentaron distintos cárteles industriales- militares en el momento en que su crecimiento imperial colisionaba con el de otros cárteles y la apuesta era el todo, y el premio, el todo.

El cártel ganador fue el de los aliados y que no se le olvide a nadie que la U.R.S.S era parte de esa alianza.

Y el mundo se dividió imperialmente quedando la U.R.S.S a cargo de la parte del mundo más devastada y la economía de reconstrucción incrementó el autoritarismo soviético y su ineficiencia económica. En el resto del mundo, los veteranos de guerra, exigieron también su parte y el capitalismo liberal comprendió que era posible darles una pequeña ganancia, sin dejar de ser capitalistas y ganar mucho dinero. A cambio obtenían la legitimidad que carecieron durante los cien años anteriores.

El triunfo de un cártel sobre otro racionalizó la producción industrial permitiendo que el mercado mundial, en ese momento occidental, no estuviera en disputa; las materias primas se obtuvieran a bajísimos precios; la capacidad instalada de la guerra - complejos industriales y desarrollo tecnológico - aumentaran la producción industrial a tal punto que muchos pensaron que podía crecer ilimitadamente la economía industrializando al mundo entero, tener trabajadores felices y bien remunerados, ávidos consumistas de productos industriales, y generales capitalistas a cargo de esta guerra contra la barbarie.

Pero se traspasó la barrera y se comprendió que existía un límite más no se había advertido: Los recursos naturales son limitados.

Esta obviedad había sido puesta de manifiesto por Locke o Malthus, por sólo nombrar a algunos. Pero la fe en el progreso permitió ridiculizarlas. Aún hoy algunos dicen que la población del mundo puede seguir aumentando al ritmo que lo hace sin poner en riesgo la alimentación o la habitación.

Pero lo que no puede seguir aumentando es la producción industrial ya que los recursos son limitados y entre esos recursos se encuentra la biósfera saturada de desechos.

Entonces surge esto que conocemos como neoliberalísmo: difiere del liberalismo de Smith o Ricardo en el sentido que aprende del gran experimento que fue la URSS y el Estado de bienestar. Pone el énfasis en que los recursos son escasos y debe buscarse el modo de ser administrados con la mayor eficiencia posible de modo de mantener una acumulación de capital estable a pesar de la crítica situación social a que nos enfrentamos.

A diferencia de la socialdemocracia, el neoliberalismo no es hipócrita, sino que crudamente cínico: el neoliberalismo parte de la base que la única forma de mantener vigente al capitalismo es reconocer que es un sistema esencialmente injusto, en que todos compiten en desigualdad de oportunidades y unos ganan y otros pierden. Señalan sin ambages que tal injusticia ofrece más bienestar que las buenas intenciones que prometen los socialdemócratas.

Los socialdemócratas reaccionaron tornándose neoliberales pues se trata de una tecnología que ha dejado obsoleta a la anterior. Pero para mantener intactos sus puestos laborales en los sistemas políticos formales han construido una serie de subterfugios para justificarse ante su electorado prometiéndoles el oro y el moro, y culpando a los neoliberales históricos de las políticas que ellos mismos diseñan e implementan.

El neoliberalismo es un modelo económico o político o jurídico, dicen los socialdemócratas y con ello ocultan que es el capitalismo POSIBLE en un mundo que carece de la némesis ideológica por la caída de la U.R.S.S. y en que el desarrollo industrial tocó un techo. El aumento de la conflictividad social, que desde luego se incrementará, no promete por sí misma una superación del capitalismo sino que bajo la promesa de un nuevo new deal aparezcan otros Stalin aplicando una economía capitalista de reconstrucción.

El desafío no es por tanto atacar al neoliberalismo sino que al capitalismo proponiendo un nuevo sistema - económico, político, jurídico y social - que sea mejor que el actual y posible de implementarse. Un sistema que alimente a todos sin castigar, en que el trabajo sea un deber y no una obligación.

La opción socialdemócrata

Obstante a la evidencia a veces el fragor del combate político hace optar por la socialdemocracia para el mientras tanto o defender las concesiones capitalistas como derechos irrenunciables. Desde luego que el contexto de esta luchas son los Estado nacionales y la lucha se produce entre los ciudadanos y los gobiernos formales.

Pero es la economía, o la economía capitalista para ser preciso, quien determina el destino de estas reivindicaciones o el respeto de las normas escritas.

Da lo mismo tener asegurado el trabajo digno y la jubilación si el gobierno se encuentra en la bancarrota, y la mantención del hoy se hace con cuenta del mañana e incluso a cuesta del hoy desatando problemas inflacionarios.

El mercado es implacable y no se conmueve con manifestaciones callejeras. Cuando se trata de capitalismo todo costo se debe financiar con dinero y el dinero debe salir de alguna parte.

Los Estados nacionales que lograron financiar el bienestar, o que financian las prestaciones sociales que aún existen, lo hicieron y hacen gracias al sudor y la sangre de muchos que no corrieron ni corren la misma suerte. La principal fuente de esos recursos proviene de las naciones más empobrecidas que intercambian toneladas de materias primas por gramos de chucherías las cuales contienen, por lo general, parte de esas mismas materias primas.

Es la explotación de los trabajadores la fuente de la riqueza de los capitalistas; la pobreza la que fuerza al trabajo; la pobreza de bastas zonas la que permite la provisión de mano de obra barata, consumidores desinformados y materias primas a precios de costo de extracción.

Que un Estado nacional salga del vicioso círculo del Desarrollo es porque alguien, que quizá vive a miles de kilómetros, está pagando la cuenta que permite el bienestar de sus ciudadanos.

La socialdemocracia pretende repartir pobreza en las naciones pobres y costear la tranquilidad interna gracias a explotar a pobres extranjeros, en naciones enriquecidas. Si algo precisa el sistema actual son pobres y es esa producción la que debe detenerse.

Podemos ganar en la calle privilegios, pues es lo único que pueden conceder los Estados nacionales.

Se debe interpelar al Estado global, por un cambio de condiciones para todos, empezando por aquellos que hablan un idioma distinto y que permiten que nuestras camisas y zapatos sean tan baratos.

El capitalismo- liberalismo y su transformación

El error más usual de la crítica actual al sistema capitalista consiste en confundir al sistema y sus instituciones con la ideología que permite que éste se consolide y conserve.

Es por eso que algunos sostienen que es posible instaurar el programa liberal sin destruir al capitalismo.

Libertad, igualdad y fraternidad son ideales imposibles de alcanzar en un sistema en que unos trabajan para otros de manera forzada. No es posible asimismo el respeto a los DDHH, como la vigencia de la democracia en las sociedades actuales.

Todo lo que conocemos por tales son sucedáneos sintéticos e inocuos. El discurso liberal se ha convertido en la ideología que legitima la actual sociedad forzada.

Locke sentó las bases del pensamiento liberal y fundamentó el Derecho de propiedad en la mejor productividad de los campos. Por eso ningún propietario podía tener más tierras que las que pudiese cultivar. Por su parte, Rousseau, señaló que nadie podía tener tanto dinero como para poder comprar a una persona ni ninguna persona tan poco que necesite ser comprada. Ambos señalaron los límites materiales del liberalismo.

Sin embargo, destruido el antiguo régimen, ningún liberal se acordó de estos límites y la forma en que se lo mencionaron los socialistas y anarquistas extremó su posición y desde tal día que los liberales viven ese dualismo esquizoide entre su doctrina política y su doctrina económica. Tal dualísmo se mantiene intacto hoy en día en los Neo liberales.

Los Socialistas del siglo XIX intentaron llevar el liberalismo por un camino distinto al que prescribían los dogmas económicos de los capitalistas y por ello fueron acusados, con toda la pedantería que caracterizaba a Marx y Engels, de anticientíficos.

Sin embargo Marx era en sus orígenes un socialista anticientífico de acuerdo a su propio concepto: un liberal contrario a la economía liberal, pero que no planteaba una alternativa viable a tal economía.

El problema que se originó, y del cual aún pagamos las consecuencias, fue que no resolvió el problema económico y jurídico que planteaba y para eludir la respuesta, la que carecía, recurrió a la religión hegeliana para encubrirlo.

No es justo decir que Lenin y Stalin crearon un sistema antimarxista: Es completamente coherente con el totalitarismo hegeliano de los últimos años de Marx.

Marx criticó la defensa de la igualdad de sueldos por ser la consagración de la esclavitud como un derecho. Sin embargo, el sistema comunista que muy pocas veces describió, jamás fue definido como un modelo sustentable y la filosofía chatarra que consumía le permitía responder que sería una robinsonada tan sólo proponérselo.

Hegel le permitió crear un evangelio del socialismo que les ayudaría a los oprimidos a soportar los largos años que venían de espera para su vigencia inevitable.

Los socialdemócratas no soportaron la espera e intentaron hacer algo por sí mismos pero aún pesaban tanto los arrebatos marxistas que quedó la respuesta sin resolver hasta ahora.

Es por eso que planteo que intentar destruir el capitalismo sin ponernos aún de acuerdo en qué sistema vamos a imponer luego del triunfo, es un crimen más grave que dejar al sistema intacto. Las "alternativas" actuales al sistema capitalista no se hacen cargo de esa pregunta: Los hegelianos aún plantean una revolución en términos absolutistas que hace pensar que tienen un odio virulento en contra de la humanidad; Por el otro lado, quienes culpan a la producción capitalista debieran explicar cómo se imaginan el día a día de esa sociedad, sin metáforas ni acertijos.

No se trata de cambiarlo todo sino que cambiar lo que se debe cambiar para seguir siendo humanos, tal cual nos conocemos, pero viviendo en plenitud. Y es preciso convencer a los demás que la opción de cambio es la adecuada, es decir, convencer a los que hoy NO están convencidos y para ellos no es preciso sólo canciones sino que también argumentos.

Cambiar qué:

Que alguien sea dueño de un predio no es problemático pero sí lo es que un cinco por ciento de la población sea dueño de casi todo y un ochenta por ciento carente de todo. Es ese el mundo que vivimos y en dónde se nos dice que existen Derechos económicos, sociales y culturales.

Eso nos permite decir que aún rige el antiguo régimen en todo su esplendor: Las dinastías monárquicas hoy son comerciales; la serviudumbre y esclavitud fueron reemplazados por la subcontratación, el subempleo y el desempleo; la sagrada inquisición por la DEA. Las cruzadas al medio oriente se mantienen intactas al igual que los estatutos y los privilegios. Qué mejor ejemplo de privilegios que el distinto trato que reciben los obreros dependiendo del país en que se encuentren aunque la producción sea mundial; qué mejor ejemplo de privilegio que las concesiones mineras, pesqueras y radioeléctricas.

El problema del liberalismo es que ha servido de cortina de humo para encubrir la continuidad de miles de años de imperios y monarquías que han logrado unirse y defenderse de las agresiones internas con la ayuda de un sólo ejército.

La forma de destruir a una monarquía es por tanto destruir su fundamento y estos son hoy día:

 El derecho de herencia, que permite la acumulación de riquezas durante generaciones.

 Las personas jurídicas, que permiten la acumulación de riquezas transpersonales.

 La permisión de apropiación del producto social mediante las patentes industriales.

 La permisión de la apropiación de los bienes comunes a todos como el aire, el éter, los minerales, los recursos naturales en general.

 Que personas trabajen para otros y los empleadores no se hagan cargo de su subsistencia.

El desafío de las grandes mentes de hoy está en poder diseñar un sistema económico-político que distribuya el producto social y el trabajo sin necesidad de burocracias parasitarias, reemplazantes de los actuales monarcas.

El desafío está en comprender que estas pequeñas modificaciones propuestas significan un cambio trascendental puesto que no se refieren a modificaciones legales sino que a transformaciones institucionales y globales.

Debemos permitirnos esta pequeña utopía y sumar otras pequeñas reformas de modo de discutirlas y poder lo antes posible caminar hacia la misma dirección.

La cuestión de la jerarquía

La cuestión de la jerarquía se relaciona con el poder que disponen unos en desmedro de otros y por ende lo que se debe intentar es moderar esa brecha de modo que la vida y muerte de unos no dependa de la voluntad de otros. No planteo la destrucción de la negociación sino que de esas ofertas que no se pueden resistir.

El mercado no es el problema pues él es un mecanismo eficiente de asignación de recursos, lo que se debe eliminar es la posición privilegiada que algunos tienen en ese mercado. Tales privilegios no se derogan instalado a mediadores artificiales que se instalen por encima de ellos para que los controlen, evidencias sobran de que ni controlan y dichas terapias son peor que la enfermedad.

El problema del mercado es que no negocian seres humanos entre sí sino que se imponen los intereses de personas suprahumanas en desmedro de los propios humanos. Esto ocurre por la acumulación de poder que tolera nuestra sociedad tanto por los mecanismos ilimitados de acumulación de medios de producción disponibles como por la dependencia, o unidad de intereses, entre los dueños del mundo y los poderes políticos formales.

La vida del hombre a lo más se extiende por cien años y en ese periodo se acumula trabajo excedente, fama y conocimiento pero la tumba debe poner fin a ese proceso puesto que no responde a ninguna lógica que algunos hereden ese trabajo excedente, esa fama y se presuma que dispone también de ese conocimiento. Cuando se trata de sociedades anónimas el absurdo señalado se multiplica por mil o por millones: las personas jurídicas NO MUEREN y la tumba no detiene su proceso de acumulación de capital (Dinero-Poder). El poder ilimitado y suprahumano de éstas no se soluciona exigiéndole impuestos aunque estos sean globales sino que sencillamente no tolerar ese tipo de organizaciones por ser contradictorias con los principios que la Sociedad se plantea.

Si no toleramos ese tipo de organizaciones a las cuales también se asemejan bastante los gobiernos formales, el esfuerzo está en proponer instituciones distintas que permitan la relación política de los seres humanos entre sí y la producción de ciertos bienes que hoy sólo pueden producir instituciones suprehumanas sea sustituyendo el producto o creando instituciones democráticas que las administren.

La utopía completa sería terminar con las jerarquías en la Sociedad ya que ese sería el único modo de llevar a la práctica los valores que se dicen compartidos: igualdad, libertad y fraternidad. Pero la desjerarquización absoluta de la Sociedad es impensable. No se trata de tener una visión naturalizada y estática del ser humano sino de pensar desde nuestro lugar en la historia y comprender cuáles cambios y en qué grados se pueden realizar.

Para el nivel actual de la discusión en que aún se duda en que sea posible cambiar el sistema capitalista estas propuestas parecen extremas, pero no me cabe duda que la principal crítica que se les haga, si se les hace, es que son excesivamente moderadas.

Es que estos temas se los enfoca siempre desde el fragor bélico, y en la guerra la primera víctima es la verdad. Para quien no le haya quedado claro el concepto de verdad que utilizo no es el cristiano sino que el terrícola concepto convencional de verdad, el que principia, como dicen en el foro, en los hechos públicos y notorios. La historia nos ilustra de cuestiones que no podemos negar aunque sí podamos oponernos y una de esas verdades es que los procesos revolucionarios que han acontecido no han cambiado la relación existente entre opresores y oprimidos sino que el rol de algunos sujetos en ese proceso de opresión. Más aún, las revoluciones que matan a toda su clase dirigente deben crear una nueva o aceptar que se sumen a su gobierno opresores extranjeros.

Destruir la relación de opresión entonces, no tiene precedentes, pero eso no es argumento para que no se reflexione y planifique no sólo sobre el día "d" sino que también sobre el día "e", "f" y hasta dónde sea posible. Aunque dicha planificación quede superada por la realidad, como suele suceder con las planificaciones, ellas colaboran en neutralizar la irracionalidad de la historia humanizando la naturaleza. Ser sólo ímpetu, pulsión, es tirar a la basura el gran capital que disponemos que son los miles de años de buena o mala civilización que nos antecede.

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