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PERÚ - Regresa la República Oligárquica

Javier Diez Canseco, La República

Jueves 13 de diciembre de 2007, por Javier Diez Canseco

10 de Diciembre de 2007 - La República - Como en los viejos tiempos –con otras máscaras y otros perros falderos, con otros apellidos y nuevos consorcios– ha regresado la vieja República Oligárquica y excluyente. Lo novedoso es que su restitución sea una obra combinada y continua del hijo de un maltratado emigrante japonés, de un cholo de Cabana que piensa en inglés, y del delfín del partido de Haya de la Torre, la Alianza Popular Revolucionaria Americana, que, precisamente, insurgió para enfrentarla. La constante histórica –como en los momentos de crisis del siglo XX, con Sánchez Cerro y Odría por ejemplo– fue el papel de los grandes grupos de poder económico (antes la Sociedad Nacional Agraria y hoy los mineros con los banqueros) y la decisiva intervención del militarismo como garante de las inequidades que han marcado nuestra trágica historia. Juan Velasco Alvarado fue la gran excepción.

Como si hubiéramos entrado en el túnel del tiempo, el siglo XXI parece llevarnos al XIX y a los inicios del siglo XX. Los mercados del país se abren incondicionalmente con los TLC con EEUU y Chile, aunque los ineficientes campesinos comuneros paguen el pato y los lornas que consumen medicinas genéricas deban pagar medicinas de marca cuando vengan los nuevos fármacos.

Los dueños del Perú son, otra vez, en su mayor parte extranjeros con sus testaferros y felipillos nacionales, a quienes acompañan cada vez más escasos y debilitados grupos nacionales. Cierto que ahora no sólo se trata de gringos y europeos, sino que ya tenemos chilenos, brasileños y chinos al por mayor. Cierto también que el fundador de la dinastía restauradora está preso, repatriado, y por iniciar juicio. Pero lo juzgarán, lo condenarán a medias tintas y luego… ¿lo indultarán o amnistiarán como a los del Grupo Colina, antes de las elecciones del 2011?

Otra vez, los trabajadores embanderan, como una esperanza casi inalcanzable, las 8 horas de trabajo, la seguridad de un empleo estable, su demanda de seguridad social, su derecho a la negociación colectiva. Una minúscula minoría tiene derechos y organización sindical y, encima, la quieren eliminar, "disolver" como diría Fujimori, criminalizando la protesta social, fomentando la fractura de las organizaciones o gritoneando a su antojo y amenazando abalear a los "malnacidos" trabajadores que se atreven a reclamar sus derechos, como lo acaba de hacer el ilustrísimo ex ministro fujimorista y empresario José Chlimper, aplaudido a rabiar en la CADE.

Otra vez, se trata de sacar a los campesinos y a los indígenas de sus territorios y de sus tierras, por más arrinconados que ya estén. Resulta ahora que los parajes en que los encapsularon tienen oro, plata, cobre o caoba y maderas preciosas. Sus derechos de propiedad y sus comunidades, sus territorios amazónicos y sus reservas obstaculizan el crecimiento minero o petrolero, y el ingreso del Perú al primer mundo. Frenan la explotación indiscriminada de nuestros minerales, de nuestro petróleo, de nuestras maderas preciosas. Impiden la expansión de los grandes consorcios extranjeros y su mágica inversión que, como siempre, trae progreso y desarrollo. ¿Acaso ya se olvidaron del progreso que gozamos en la época del guano y el salitre, del caucho y el cobre, la anchoveta y la plata? ¡Hagan memoria! ¡Tenemos otra oportunidad! Pero como bien dice el teórico del perro del hortelano hay que resolver el problema de los que sobran en el modelo, de los que estorban, de los que traban, de los que no dejan comer y crecer a las transnacionales porque se atreven a querer comer y progresar ellos. De allí que se apreste a cambiar la ley de tierras y comunidades, las leyes forestales y a debilitar más aún a las autoridades medioambientales, la ley de aguas, y, claro, a reducir los impuestos a las ganancias de las grandes empresas que reinviertan para ganar más, como proponen Rey Rey y sus pares empresariales que también reclaman más flexibilidad laboral.
Entre tanto, se multiplican los desfiles de moda para ayudar a los pobres, las cenas caritativas, y los fondos que constituyen las empresas más ricas para paliar la miseria que los rodea allí donde extraen nuestros recursos. Las páginas sociales crecen en las revistas y diarios, los clubes exclusivos, los carros de lujo… ¡señal de que progresamos, Sancho! Aunque, como lo revela el drama de Pisco, Chincha y el Sur chico, la tragedia y la reconstrucción siempre abren oportunidades de negocios y privatizaciones. ¿No es así, Julito Favre?

Y, como en los viejos tiempos, harto circo: del baile del Chino al teteo del nuevo García, desde las sanciones a los seleccionados parranderos hasta el reconocimiento a los artistas nacionales, con el aporte de la modernidad: la tele, la radio, la prensa nacional, en general y, como antaño, en un vergonzoso juego de ayayeo al poder.

Pero como antes, los excluidos y marginados, los que reclaman –con Mariátegui– peruanizar el Perú, se harán oír y cuando lo hagan, sus voces atravesarán muros y vencerán alambradas, serán más fuertes que el ruido de los fusiles y las bombas lacrimógenas…


Reproducción por iniciativa del autor.

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