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Hacia una superación del sistema capitalista

Ariel Zúñiga

Jueves 24 de enero de 2008, por Ariel Zúñiga

El Sistema capitalista a que nos enfrentamos

Existe cierta conciencia occidentalista de que el mundo se compone de pueblos civilizados e incivilizados que cohabitan el mundo. Los civilizados intentan por todos sus medios, inclusive mediante métodos violentos, civilizar. Incluso los políticos de estos pueblos incivilizados planifican la “modernización”de sus respectivos pueblos, y discurren sobre ella. Los pueblos se encontrarían segmentados claramente entre primer y tercer mundo, modernos o pos modernos, en vías al desarrollo y claramente subdesarrollados, en occidentales y orientales, y finalmente en pueblos del norte y del sur.

Si bien todas estas categorizaciones son erradas contienen algo de verdad: Existen pueblos de primera, de segunda y de tercera. Existen pueblos en que sus habitantes tienen acceso al trabajo, a la salud, a la educación, a la seguridad social en el sentido amplio, y otros en que sencillamente no se aplica “ni la ley de la selva”.

Pero estas categorizaciones son erradas no solamente por que no sean exhaustivas sino porque que cada vez queda más descubierto que los pueblos de “primera” son menos de los que aparentemente se piensa, son tan excepcionales que no pueden constituir ningún estándar: Si para ser pueblo de primera se debe proteger todos los derechos de todo habitante, no serían pueblos de primera es decir, parte de un primer mundo, modernos, occidentales, ni los Estados Unidos de América, ni Inglaterra, ni Francia. Quizá los pueblos más característicos de lo occidental. No son pueblos de primera ya que en ellos una importante porción de su población es considerada ilegal, y con ello ciudadanos de segunda categoría. Los ilegales no tienen derecho a la seguridad social de los legales y difícilmente pueden acceder a los derechos más básicos de un estado de derecho. Es tan excepcional entonces ser un pueblo de primera, un pueblo en que se respeten todos los derechos de todos los ciudadanos que se pueden contar apenas con una mano. Son solo una fracción de pueblos europeos preferentemente nórdicos. El primer mundo resulta ser una fantasía tercermundista, y el tercer mundo, una fantasía primermundista. Desde un punto de vista urbanístico, analogando al mundo a una gran metrópolis, habrían unos cuantos barrios acomodados y punto; el resto del mundo viviría en barrios más o menos ingratos, pero igualmente desprotegidos.

Esto ocurre porque los movimientos migratorios son un proceso inevitable, los pobres intentan migrar a dónde sea menos duro subsistir y, aunque muchos no lo quieran admitir, la pobreza no solo se reproduce en los pueblos “pobres”, la pobreza es inherente a nuestra forma de producir y transar los bienes y servicios. En otras palabras, nuestro sistema capitalista tiene una capacidad igualmente prodigiosa de crear riqueza como de crear pobreza.

Es por ello que las segmentaciones que se pueden realizar en el mundo tienen que ver con la cantidad de pobres que habitan en determinado territorio. Eso claramente nos lleva a que la proporción de pobres por habitantes es mucho mayor en Argentina que en Francia, así como en África respecto de Argentina. Pero tal segmentación, basada en una constatación empírica, no hace más que reforzar el sentido común. En otras palabras, no nos enseña nada que no supiéramos.

He hablado de pueblos puesto que he querido poner el énfasis en los habitantes de un respectivo territorio. Pero la conclusión es que esos territorios están conformados bajo la lógica de estados, o gobiernos centralizados que rigen en un determinado territorio. Estos estados son nacionales o plurinacionales. Las estadísticas, y hasta su nombre refieren a ello, se concentran en los estados. Lo que sabemos del mundo en su gran mayoría lo sabemos respecto del conocimiento producido dentro de esos estados y con la finalidad habitual de ejercer su poder en un determinado territorio. La forma de entender el problema es hablar de estados nacionales, los que en este contexto son denominados países de primera, de segunda y de tercera, países del primer mundo y del tercero, países desarrollados, subdesarrollados y en vías de desarrollo, y países del norte o del sur.

Este razonamiento pudo tener alguna relevancia en contextos de economías cerradas. Por ejemplo, uno puede hablar de Corea del Norte o de Cuba en estos términos, aunque de Cuba cada vez menos. Pero es posible señalar esa diferencia: existe una economía adentro y otra fuera de Corea del Norte, ¿Pero existe una economía dentro de Brasil y otra fuera de Brasil? Es posible hacer una contabilidad diferenciada, de hecho a ello se dedican los ministerios de hacienda de los estados. Pero esta contabilidad es incompleta ya que no considera gran parte de las transacciones de la economía transnacionalizada. Además, la historia solo puede ser construida intentando unir las respectivas historias nacionales. Para construir una historia universal, la mayor cantidad de las fuentes que utilizamos fueron producidas en el entendido de mundos apartes, cultural y religiosamente homogéneos, coexistentes y solamente parcialmente relacionados.

Estos complejos problemas son unos de los tantos en que cada día enfrentan quienes intentan comprender la sociedad que vivimos. El mundo es mucho más que la mera suma de sus estados y apenas conocemos a los estados.

Además, la vigencia de las normas jurídicas que crean y aplican los estados, se entiende como el acatamiento de los sujetos de carne y hueso que habitan dentro de un territorio. Difícilmente la vigencia del estado de derecho alcanza hasta la aplicación de las normas a las personas jurídicas, o personas ficticias. Este fenómeno es mucho más intenso cuando se trata de personas jurídicas transnacionales. Con esto quiero decir, que el mundo es más que la suma de los estados y sin embargo, el derecho, como técnica de regulación, solo rige para los estados quedando una buena parte del mundo fuera de la economía, de la historia y del derecho.

Los capitales no tienen nacionalidad, religión, ni cultura, sin embargo se nos hace creer que todos los problemas a que asistimos son nacionales, religiosos o culturales. El ejército de Estados Unidos de Norteamérica no invade Irak por su petróleo, o para apuntalar su moneda, el dólar, sino que existe una “guerra de civilizaciones”.

Con lo que señalo no quiero decir que todos los problemas de nuestra sociedad sean de índole exclusivamente económica, sólo que los problemas que asistimos son predominantemente económicos y transnacionales. La lucha por el cambio del sistema capitalista por ende, es una lucha transnacional consistente en imponer un nuevo sistema económico; consiste en la sustitución de nuestro sistema económico.

Por ello que la discusión actual debe girar en torno a construir un sistema económico mejor que el sistema económico actual. No basta con discutir cómo destruimos el sistema, ya que ello seguramente nos llevará al caos pero no a una superación del sistema capitalista.

Breve historia del capitalismo y de los movimientos anticapitalistas

El sistema capitalista al que se oponían los proletarios finiseculares, era un sistema industrializado, de producción en serie, con turnos de 16 horas diarias, con trabajo infantil y con una mortalidad comparable a la de la zafra azucarera esclavista de centro América. La oposición era frente a algo tan brutal que el mismo sistema se tuvo que corregir al plantearse como inminente su caída. El descontento era absoluto y generalizado dentro de los estados a ese tiempo industrializados. El resto del mundo sufría de la explotación efectuada por sus tradicionales explotadores y con los métodos tradicionales. Los latifundios, independiente que fueran húngaros, filipinos o chilenos, funcionaban bajo la lógica feudal fisiocrática. El control Ingles de los puertos y rutas marítimas les permitía comprar las mercancías de los señores locales al precio que ellos quisieran pagar, forzando a éstos a que exigieran más de sí a los siervos, fuera con látigos o con winchester.

La industrialización no fue un proceso localizado en Londres o Manchester, es un proceso global de una necesaria coexistencia de sistemas de producción modernos y tradicionales, en que la explotación industrializada a unos obligaba la explotación tradicional a otros.

La revolución rusa fue la manifestación más brutal de esta característica. Los siervos rusos eran explotados por sus señores en la misma proporción en que estos intentaban mantener o consolidar sus privilegios en un mercado mundial en que esto era cada vez más difícil. La revolución rusa fue una rebelión de un pueblo desesperado y hambriento. Permitió que los rusos se deshicieran de los zares, y los sustituyeran por nuevos gobernantes totalitarios. Gobernantes dedicados en absoluto a que los rusos tuvieran para comer, para vestirse, dónde vivir y que no fueran invadidos por extranjeros.

La revolución rusa no fue una dictadura del proletariado que tuviera la finalidad de eliminar la lucha de clases. Sólo implicó una dictadura, una fuerte y larga dictadura, nacional y laica, que produjo más cambios en el mundo por su amenaza revolucionaria que por su práctica revolucionaria. En términos capitalistas la economía soviética no fue otra cosa que una de planificación central hacia dentro y de comercio exterior centralizado hacia fuera. Pero su comercio exterior, centralizado y todo, operó bajo las reglas del sistema capitalista. Las prioridades de la producción y la asignación posterior de los bienes eran diseñadas por los burócratas. Los burócratas y los jerarcas detentaban un poder gigantesco en comparación con el soviético común y corriente. Se instauró así una nueva sociedad de clases aún peor, una sociedad de castas. Como en el caso de la U.R.S.S, los socialismos reales no han sido realmente socialistas, eso incluye a China y a Cuba, se las puede denominar dictaduras asistencialitas.

El capitalismo subsistió, la competencia por los mercados de compra de materias primas y de venta de productos manufacturados tuvo como consecuencia la gran guerra mundial, una guerra compuesta por dos: la primera, la segunda y un receso. La primera forzó la revolución rusa, el nazismo y el fascismo, la segunda definió el conflicto completo.

En esta gran guerra se enfrentaron los intereses monopólicos o oligopólicos de algunos cárteles capitalistas, quienes se escudaron en ejércitos transformando su interés particular en un interés nacional, sociabilizando las pérdidas pero individualizando las utilidades. Los trabajadores de esas naciones se enfrentaban a la amenaza de perder sus modestas plazas laborales o ser carne de cañón por otro lado, el nacionalismo permitió encubrir los intereses de la clase dirigente apelando a los miedos más profundos de sus gobernados.

Estados Unidos de Norteamérica, es decir, el cártel capitalista detrás del ejército estadounidense, ganó inapelablemente la gran guerra, aunque por poco se queda sin mundo que gobernar. Gano la gran guerra por la sencilla razón que fue quien menos perdió en el conflicto [1]: La menor proporción de su población en pérdidas militares, la casi inexistencia de decesos en su población civil, la no-destrucción de su capacidad industrial y la destrucción de la capacidad industrial de todos sus competidores. Si fuera poco esto, la guerra permitió un incremento de su capacidad industrial, la constitución de puertos estratégicos, bases militares, protectorados que lo abastecieran de materias primas a muy bajo costo. La tecnología creada por la guerra también lo benefició, en especial la industria química alemana que le permitió emanciparse de ciertas materias primas como el salitre o el caucho, el diseño de cohetes alemanes le permitió competir con éxito en la conquista del espacio exterior, y el poder disuasivo de sus mísiles de mediano y largo alcance.

EEUU como el ganador de una partida de poker, se llevó todas las fichas arriba de la mesa. Era tal su monopolio que debió crearse competidores: el plan marshal reconstruyó Europa, con la invasión a Japón no solo levantó a la gran potencia que es hoy día, sino que por medio de la guerra de corea se creo otra gran potencia como lo es corea del sur.

La URSS tuvo que reconstruirse por completo. No solamente en términos industriales sino que sociales. Recordemos que la segunda guerra mató aproximadamente a ¡20 millones de soviéticos! [2] Lo único que permitió que la URSS fuera un interlocutor válido era su capacidad bélica.

Así el capitalismo se mantuvo inalterable, cambiaron los payasos pero continuó el circo. Lo destruido en la guerra se reconstruyó. La industria y el comercio inglés fue sustituido por el estadounidense, y los pueblos que eran pobres antes de la guerra siguieron siéndolo, eso incluye a los soviéticos.

Pero el control estadounidense era algo mejor que la vil explotación inglesa. Los estadounidenses crearon el mito del cáncer rojo para gobernar no sólo por la fuerza sino que por la propia voluntad de los gobernados, se crearon un entorno de legitimidad. Se constituyeron así no solamente en un imperio, sino en un imperio querido y necesitado. Los estadounidenses vivían bien, el empleo y el justo salario no eran un derecho, eran una realidad. El modo de vida norteamericano, exportado por su industria cinematográfica, era la medida de las aspiraciones de todos los individuos fuera del ámbito de influencia soviética.

Los empleados de los pueblos desarrollados ya no eran explotados como sus padres y abuelos. La experiencia de la guerra permitió un capitalismo más amigable; la némesis del socialismo, coercionaba a los capitalistas; los socialismos reales amenazaban la cohesión social y era mejor conceder a los obreros que arriesgarse a una revolución.

El capitalismo amigable permitió incluso el desarrollo industrial en pueblos tradicionalmente agrícolas como Brasil, Argentina y Chile. Aunque este desarrollo industrial en ningún caso lo podemos comparar con la industrialización europea, estadounidense o japonesa, es industrialización al fin y al cabo. El poder migró del campo a la ciudad [3]. La producción que se mantuvo en el campo subsistió como producción agroindustrial.

La producción típicamente artesanal es transada por el comercio industrializado. La industria por su parte, impide a los pequeños a producir o a transar productos. Para hacerlo se requieren procesos altamente complejos y costosos de ser implementados. El gigantismo industrial aumenta el poder de negociación de los actores, pueden dilatar los plazos de cumplimiento de sus contratos y hacen depender la estabilidad económica de sendos territorios a su voluntad. Si no son el gobierno, tienen tal poder de negociación con los gobiernos que estos son incapaces de imponerles normas.

Esto deja a los trabajadores impedidos de exigir el cumplimiento de las leyes puesto que ni los estados poseen poder suficiente para negociar con los empleadores. El resultado es que se utiliza el poder estatal contra quienes no se pueden defender de él; resultan los trabajadores movilizados, no defendidos por el estado, además agredidos por éste.

¿Pero porqué razón los trabajadores tienen un poder de negociación tan pequeño? Muchas causas explican esto, pero podemos en primer lugar preguntarnos si alguna vez los trabajadores tuvieron más poder o la situación actual ha sido una constante.

Desde fines del siglo XIX hasta la década de los sesenta del siglo XX, los trabajadores se constituyeron el actor social más relevante luego del empresariado ¿Qué hacía a los trabajadores tan fuertes?

Los trabajadores se encontraban unidos en el mismo frente: Todos los trabajadores obreros se sentían pertenecientes a un mismo bando. Los trabajadores obreros o proletariado, trabajaban en grandes centros industriales. Estaban definidos por lo rutinario de sus faenas y por el hecho de que ellas implicaban un esfuerzo físico. Los que se dedicaban a actividades de oficina o al comercio, eran empleados. Obreros y empleados constituían dos frentes a quienes se les ha denominado también “los cuellos azules” y los “cuellos blancos” respectivamente. Los obreros podían ser manufactureros e incluso mineros. Sus movimientos podían incluir a sus familias y hasta algunos desempleados. Pero excluía tanto a los “cuellos blancos”, como al campesinado. La fortaleza de los obreros era dada por la unión de ellos como por la exclusión de otros grupos. Eran una clase, que incluso para algunos era el “sujeto histórico”.

Los trabajadores se sabían insustituibles y lo eran:

1. La producción fabril era considerada indispensable por todos en esa época, paralizar una industria acarreaba grandes problemas a la economía. Paralizar ciertas industrias era paralizar una ciudad. Además, las paralizaciones generaban carestía de ciertos productos. No solamente los encarecían, ciertas paralizaciones incluso podían paralizar como consecuencia a otras industrias.

2. El trabajo de los obreros se encontraba dividido, cada trabajador se dedicaba solo a una labor. Esa labor la podía desarrollar durante toda una vida. Esa exclusividad de las labores generaba una especialización lo que hacía muy difícil que los obreros pudieran ser sustituidos en sus funciones sea con rompe huelgas o en forma permanente.

3. Los trabajadores tenían una audiencia y un auditorio: Las grandes fábricas de antaño habían sido construidas con una arquitectura que debía hacer eficiente tanto el trabajo como la supervisión de ese trabajo. La lógica positivista se impuso, el control del tiempo de los los trabajadores obligaba a un riguroso sistema de turnos. El resultado era que sendos grupos de trabajadores entraban al trabajo, salían de él, almorzaban, eventualmente se cambiaban de ropa, juntos. El orden y la disciplina fabril dotaron a los oradores de perfectos auditorios y de una audiencia cautiva. Si a esto añadimos barrios o ciudades obreras, tenemos como resultado la construcción de una identidad común, una identidad obrera. El verse juntos les dio la posibilidad de sentir su fuerza, podían sentirse como un gran ejército antes de una batalla. Las ideas favorables a que utilizaran ese poder que vivenciaban para adecuar la realidad a sus intereses cundieron a una velocidad sin precedentes.

4. El pleno empleo: La industria desde sus inicios requirió un numero alto de trabajadores. Y aunque el trabajo fuera mal remunerado el desempleo era la excepción y no la regla.

5. La guerra: Cuyas consecuencias no sólo son aplicables a los territorios directamente involucrados en el conflicto, pero que en aquellos en que sí estaban diréctamente involucrados les exigió profundas transformaciones sociales.

5.1. La gran guerra le exigió a esos obreros a que fueran a la guerra, a que enviaran a sus hijos a la guerra, y a que trabajaran aún más es pos de la victoria. Esto se tradujo en una alianza entre capitalistas y obreros. Estos últimos exigieron su parte en el trato luego de la victoria.

5.2. La incorporación de la mujer al trabajo: La guerra forzó la emancipación de la mujer de la economía doméstica. Fueron las mujeres las que sustituyeron a los trabajadores en el frente. Una vez concluida la guerra el proceso no se pudo revertir, los nuevos Estados se vieron forzados a crear o a reforzar los sistemas de seguridad social para permitir que las mujeres trabajaran. Los niños, desde entonces, pasan a ser responsabilidad del Estado.

Del mismo modo es posible preguntarse ¿Qué hace tan débil al actual movimiento obrero?

 De la identidad obrera se pasó a la búsqueda por la distinción individual. El modo de vida de la clase dirigente es la exhibida por los medios de comunicación de masas y se transforma en el imitado por toda la sociedad. La identidad global resultante de la inmediatez de las comunicaciones, sustituye a la identidad obrera o a la identidad de la clase obrera. Además el incremento de la industria de la venta de servicios y la del consumo permite que la mayoría de los trabajadores sean empleados, es decir, “cuellos blancos”.

 Los nuevos métodos de producción y de comercio de mercancías ha disminuido la preponderancia inicial de los obreros, tanto colectivamente o individualmente considerados. El trabajo ha sido dividido más intensivamente, la ultra especialización obrera se sustituyó por la robótica y la informática. El trabajador actual es fungible es decir, sustituible uno por cualquier otro. El desarrollo alcanzado por el comercio internacional y la descentralización de la producción y comercio nacional, impide que la paralización de una empresa cause daños serios a la economía de una región o la carestía de un producto.

 Fin de la audiencia y del auditorio: La identidad obrera no solamente fue mellada por los medios de comunicación masivos, sino que también por el término del auditorio tradicional del movimiento obrero: El comedor, el baño, el vestidor de la industria; y por el término de la audiencia. De la tradicional ciudad o barrio industrial se pasó a pequeñas unidades productivas. La división del trabajo llegó al punto que para la producción de un automóvil se utilizan piezas originarias de hasta decenas de países, las piezas que provienen del mismo país pueden provenir de industrias distintas situadas en puntos muy distantes unos de otros. Este ha sido un fenómeno muy beneficioso para el empresariado ya que ha alienado aún más al obrero, ha dividido al movimiento obrero, la descentralización de la producción le quita el carácter estratégico de los establecimientos industriales de antaño, y finalmente, aprovecha de las ventajas comparativas de producir ciertas partes en lugares en que producir esa pieza es más barato. La infraestructura en comunicaciones ha permitido bajar el costo y la velocidad de los transportes al punto que esta descentralización de la producción no ha irrogado mayores gastos, al contrario, importantes ahorros.

 La destrucción de la audiencia se genera con la precarización del empleo, por los nuevos sistemas de vigilancia y control de los trabajadores, y por los nuevos sistemas de represión al movimiento obrero: El empleo se hace precario desde el momento en que no se asegura la estabilidad laboral más aún, se fomenta la movilidad del empleado. Eso lo consigue el empresario mediante falsos ascensos, traslados a empresas del mismo holding, o el brutal despido y recontratación. La escasez del empleo en nuestra sociedad fuerza a los empleados a preferir el statu quo puesto que el riesgo del desempleo es muy alto. Los nuevos sistemas de control creados por la filosofía organizacional y aplicados por la sicología laboral instan a la competencia entre los trabajadores y a la distinción entre ellos. Cada trabajador busca la forma de maximizar sus beneficios y conjuntamente debe considerar a la colaboración entre sus pares, o con inferiores o superiores jerárquicos, con fines exclusivamente empresariales. El movimiento obrero es reprimido con nuevos sistemas, impensados hasta hace poco: Cámaras y micrófonos de vigilancia, sistemas informáticos que permiten analizar el comportamiento privado de los empleados y con ello sus potenciales conductas públicas. De la vieja industria manufacturera se pasó a la compleja organización de la empresa actual.

 Los países cunas del movimiento obrero tuvieron que soportar además que se trasladaran los grandes complejos industriales a sitios en dónde la mano de obra es más barata: ya que son países con más pobreza, con un movimiento obrero débil o un sistema represivo muy fuerte, que les impide organizarse y exigir mejores sueldos. La relocalización ha dejado a los movimientos obreros organizánse por más empleo en vez que por menos.

 Junto a ese traslado, la industria moderna es más eficiente que la de antaño por los avances técnicos, en especial por los informáticos y robóticos, y por ende es capaz de producir más utilizando a menos obreros. El resultado es un alto desempleo, siendo este mayor en los países tradicionalmente considerados primer mundistas. El alto desempleo determina la debilidad del movimiento obrero.

 La alianza de guerra se dio por finalizada unilateralmente tras resolver los problemas de política externa. La guerra fría permitió cierta indulgencia capitalista, que no era otra cosa que el miedo a la revolución, pero el fracaso de los grandes movimientos políticos de fines de los sesenta y principios de los setenta, selló la suerte del movimiento anticapitalista ya que evidenció su debilidad y la fortaleza del capitalismo. La caída del muro de Berlín terminó con la némesis del capitalismo. Los anticapitalistas derrotados ya hace un par de décadas se dispersaron, puesto que gran parte de ellos eran partidarios de los socialismos reales, la fracción que desconfiaba antes de ellos se dividió entre quienes adhirieron, casi sin efectuar reparos, al sistema capitalista, y entre un grupo minoritario y fragmentado que se opone hasta hoy al sistema capitalista, desde muy distintas concepciones. Los antiguos partidarios sufrieron la misma separación, muchos de ellos son prósperos capitalistas (conversos) otros aún intentan justificar a los socialismos reales o intentan un mea culpa más o menos público. La caída al muro de Berlín cerró la brecha abierta en la revolución rusa, y le puso la lápida a un agónico movimiento obrero.

Otros movimientos sociales

Gran parte del movimiento obrero fue anticapitalista, pero una fracción de este se concentró en conseguir mejoras a su situación laboral, a utilizar su poder de masas para exigir una mejor parte del producto de su trabajo. No hay que confundir movimiento obrero con movimiento social anticapitalista. Lo que ocurre es que el movimiento social anticapitalista surgió dentro del movimiento obrero.

A fines del año sesenta y principios de los sesenta se presento el último clímax de la movilización social: Obreros, estudiantes, campesinos, jóvenes en general, se movilizaron tanto por motivaciones anticapitalistas como por reivindicaciones puramente liberales como por ejemplo: La libertad de enseñanza, la gratuidad de la enseñanza, la libertad sexual, el fin de las diferencias sociales derivadas del género, la etnia o el color de la piel, el fin de la guerra de Vietnam o el excesivo poder de la iglesia católica.

Pero mucha de esa movilización exigía la total transformación de la sociedad de esa época, poniéndose el acento en algunos casos en la destrucción del sistema capitalista.

Sin embargo, independiente de los buenos propósitos, la existencia de los socialismos reales impedía plantearse horizontes distantes a los vigentes. Las discusiones giraban en torno al modo de conseguir que un determinado estado nacional pasara de estar en la órbita de influencia norteamericana o la soviética. En otras palabras, transformar completamente la sociedad implicaba también cambiarse de un lado del muro al otro.

Los movimientos sociales en la actualidad

La destrucción del movimiento obrero le quitó su masividad, su identidad y su coherencia teórica económica y social. Quienes recogieron las banderas olvidadas fueron individuos fuera del mercado laboral o fuera del mercado laboral industrial. Principalmente estudiantes y jóvenes desempleados. Quienes hoy se intentan movilizar son sujetos educados y provenientes de familias con recursos suficientes para costear sus estudios. Los menos, son sujetos afectados directamente por el conflicto del cual luchan. Las reivindicaciones son múltiples y se carece de una explicación general que pueda darle cabida a todas. Pero la gran mayoría son reivindicaciones liberales, es decir, susceptibles de ser aplicadas dentro del contexto capitalista actual sin desnaturalizarlo.

La situación de los mapuches en Chile es un tema de solución legal y judicial, las violaciones a los derechos humanos impunes también.

De mayor cuidado es el tema de la guerra en Irak y todas las formas de imperialismo del ejército norteamericano y de la OTAN. No son reivindicaciones liberales aunque lo parezcan pues es imposible que puedan ser resueltas en el actual sistema con las reglas del juego existentes. El poder de los EEUU declina inexorablemente, la caída de un gigante es una cuestión complicada. El cártel económico que se esconde tras el ejército de los EEUU, conocido como el “complejo militar e industrial”, ha perdido su poder determinante mundialmente y está siendo aventajado por el cártel de la Unión Europea, el de Japón, y finalmente por el de la República Popular China. La caída del poder norteamericano tendrá su data el día de la devaluación del dólar. Militarmente están tratando de darle la solidez que su moneda no es capaz de proporcionarse económicamente. Las brutalidades en Irak, Afganistán y las que sigan antes de la total ruina estadounidense, son cuestiones que no se pueden resolver políticamente sin producir con ello una guerra mundial. Pero una eventual guerra no necesariente sería anticapitalista. No es como en el caso de la guerra de Vietnam en que se perseguían fines económicos y políticos redundantes, hoy EEUU está defendiendo la supervivencia misma de su economía. A mi juicio, solo dilatando una situación irreversible.

Con los movimientos antisistémicos ocurre algo parecido que con los liberales, incluso muchas veces se confunden unos con otros ya que actúan unidos, protestando en las mismas instancias. Los grupos antisistémicos son tan diversos que es prácticamente imposible coincidir en un par de ideas. Sin embargo se han creado numerosas instancias globales de discusión para que estas coincidencias se produzcan. La Internet además ha permitido una revolución en la circulación de las ideas comparable sólo a la invención de la imprenta.

Los voceros mundiales de los actuales movimientos son personas que no han entrado ni por equivocación a una industria, intelectuales profesionales que trabajan de académicos en connotadas universidades y centros de estudios. La natural desconexión de ellos con la realidad ha enriquecido y refinado tanto la discusión que las discrepancias se concentran en el modo en que las ideas son planteadas más que en las ideas mismas. El estructuralismo y el pos estructuralismo finalmente han desconectado casi por completo al pensamiento de izquierda de la materialidad, quedando olvidado que la lucha en contra del sistema capitalista es la lucha contra un sistema económico, y que por tanto se requiere de una discusión aterrizada sobre el actual sistema y que permita concluir cómo combatirlo.

Trataré a continuación dar una breve explicación de las actuales discusiones de los teóricos de la izquierda, ya que es en el terreno puramente intelectual en dónde hoy se libra la batalla.

Posindustrialismo y posmodernismo

Muchos sostienen que estamos en una era pos industrial. La industria es un método de producción de mercancías complejo, y hoy ha derivado en un medio de comercio de mercancías complejo. Este método se encuentra basado en la producción a gran escala, en serie, en la división del trabajo y en el gobierno de los capitales sobre la producción, no hay dueños, hay accionistas. Este sistema de producción es el que gobierna al mundo, un sistema del que sólo se pueden exceptuar algunos africanos.

La confusión surge porque la industria tradicional, es decir, la textil, la siderúrgica y la metalmecánica, fue desmantelada en el primer mundo, un proceso denominado por el mismo empresariado como relocalización. Estas industrias ocupaban a muchas personas y por una cuestión de eficiencia se constituían en verdaderas ciudades industria o barrios. En Francia eran llamados circulos rojos, eran percibidos como sitios en que la proporción de comunistas por habitante era mayor que en cualquier sitio. Estos emplazamientos fueron la cuna de los movimientos obreros. En las grandes minas, las grandes fundiciones, las hilanderías, habían hordas de obreros juntos que desarrollaban faenas juntos, sus hijos estudiaban juntos, etc. La relocalización fue el remedio a la enfermedad comunista. Se trasladaron los grandes complejos industriales a lugares en que es posible reprimir violentamente, incluso a lugares en dónde no rige ningún derecho como el caso de los buques factorías que trabajan en alta mar. Esto no transformó a nuestra sociedad en pos industrial, sólo escondió la industria que conformaba el movimiento obrero y dividió aún más el trabajo y a los trabajadores en los pueblos más ricos. La riqueza de estos pueblos quedó asegurada ya que del trabajo fabril se paso a la creación inmaterial: marcas, patentes, diseños, inventos, música, cine, etc. A lo que asistimos no es a una sociedad pos industrial, sino que una sociedad industrializada en que la industria predominante es la que crea productos inmateriales, en donde el caso más extremo sea hoy Microsoft quien se ha puesto por encima de la industria cinematográfica Hollywoodense.

Por lo tanto no ha cambiado el modo de producción capitalista sino que las tecnologías producidas por el sistema agregativamente han hecho preponderante otros productos; la industria y la industrialización siguen siendo la regla pero las nuevas industrias fabrican otros productos, cada vez más complejos.

El sistema capitalista no ha cambiado en lo sustancial para derogar de plano a los textos de Carlos Marx, uno de los mayores teórico del sistema capitalista. El derrumbe del muro de Berlín dio una excelente instancia para abandonar entre los escombros toda la literatura creada con la intención de justificar las dictaduras asistencialistas, llamadas también “socialismos reales”. Toneladas de literatura esotérica, financiada por estas dictaduras, intentando hacer teología de una palabra que ya estaba dicha y que solo debía tomarse en cuenta. Pero también se abandonó en el proceso muchas ideas que hasta hoy no han sido tomadas en cuenta. Algunos han tomado el camino de la glosa y han emprendido la tarea de la reconstrucción, el problema es que han intentado reconstruir sin haber allanado suficientemente el terreno y a la confusión del quemado virtual de libros justos por pecadores se ha seguido la tendencia de resucitar tanto a los justos como a los pecadores.

El mito del desarrollo progresivo del pensamiento realizó el resto y de este modo se buscan las fuentes por una parte y las últimas versiones del pensamiento marxista por la otra, en vez que admitir que el fracaso político de la izquierda es también un fracaso teórico. Pero los textos que diagnostican la enfermedad llamada capitalismo gozan de plena salud puesto que el sistema es básicamente el mismo. Más que hacer exégesis lo que se debe es volver a la materialidad y dejar de hacer teoría de la teoría; poner en discusión nuevamente cómo resolvemos la ancentral opresión de unos sobre otros. Simplificar no es vulgarizar. Se debe sacar a la izquierda del templo de las universidades y para ello se debe volver a lo evidente en vez que al sofisticado canturreo metafísico que prefieren algunos.

Cambio social

La disidencia al sistema económico actual ha enfatizado la idea de que “otro mundo es posible”. Su necesidad de reforzar esta obviedad quizá deriva de la íntima convicción de ellos mismos de que este sistema es irreversible, o quizá de que ellos pensaban, o piensan, que la mayoría de las personas consideran que el cambio de la sociedad actual es imposible.

Han insistido en la idea de que otro mundo es posible pero sin proponer métodos para posibilitar este cambio, sin insistir además de que ese otro mundo debe ser un mundo mejor. No basta insistir en sólo destruir el sistema capitalista. Pensemos en que el propio sistema capitalista es el mejor candidato para autodestruirse. El que una organización anticapitalista de alcance global y un poder determinante pueda erigirse, consiste en un proyecto de largo plazo. Que en un mediano plazo un movimiento de ese tipo logre destruir al capitalismo depende más de la crisis que pueda experimentar el sistema que de la fuerza que pueda alcanzar dicho movimiento. Al menos es lo que podemos decir hoy, de acuerdo a cómo están planteadas las cosas.

Si esto fuera poco, además el concentrarse en la destrucción del sistema sin preocuparse del establecimiento de un sistema económico superior al capitalismo, deja abierta la posibilidad que muchos se opongan y con muy buenos argumentos a este cambio. Habría que pensar en que el capitalismo se permita mantener a la mayoría de la población mundial en tales condiciones que estos prefirieran un largo viaje por el desierto, en el que pueden perecer sus hijos, sus parejas, sus padres; un viaje incierto y hacia un horizonte incierto, el que el capitalismo esté en tamaña crisis que las personas estén dispuestas a abandonar las precarias seguridades de un sistema injusto por ninguna seguridad. Si esto ocurre así se puede prever que no serán los ricos movilizados los que defiendan la última línea del capitalismo sino los mismos pobres, defendiendo la vida de los suyos, quienes ofrecerán la resistencia más fiera al cambio.

Cómo pensar en un mundo mejor si la única forma de establecerlo es por medio de una guerra o de una masacre de alcances apocalípticos. Los bienes se producen dentro del sistema capitalista y se asignan mediante las reglas del sistema. La interrupción de estas reglas permitirá beber, alimentarse, protegerse de las enfermedades a un grupo ínfimo de seres humanos. El sistema capitalista con sus transcendentales defectos es capaz de producir bienes y asignarlos, la interrupción de esa cadena, es decir, la suspensión de la producción industrial y el comercio industrial, generará inevitablemente tantas muertes, injusticias y guerras muchas más de las que se propone erradicar su destrucción.

Revolución y reformismo

Aceptando el cambio social como posible, es preciso ponerse de acuerdo en el método para hacerlo realidad. Aquí nos topamos con una vieja discusión pero aún no zanjada. ¿Se debe cambiar el sistema por medio de una revolución o se puede cambiar el sistema reformando el sistema actual hasta desnaturalizarlo? ¿Una serie de reformas del actual sistema que en su conjunto logran cambiar el actual sistema son sólo “una serie de reformas” o constituyen una revolución?

El sistema capitalista rige para toda la humanidad. El cambio al sistema capitalista consiste en su total erradicación. No basta una revolución de alcance nacional o regional, debe ser una de alcance mundial.

Los problemas con este cambio derivan fundamentalmente de aquellos que consideran al cambio revolucionario como una situación violenta, capaz de generar en un breve lapso de tiempo un antes y un después claramente definido. Me refiero a aquellos que comprenden por revolución a la francesa, la rusa o la cubana. Esta posición considera a la revolución como una inversión de la situación política y económica anterior: Quienes anteriormente eran los poderosos hoy son los sujetos más vulnerables, quienes ayer eran los explotadores hoy son los explotados.

Esta noción va de la mano con otra igualmente errada, la consideración de que todo cambio que no sea revolucionario, en el sentido en que ellos han considerado que un cambio es o no revolucionario, se trata de un reformismo, y el reformismo es malo. La izquierda entonces se encuentra con una infranqueable muralla que separa a los revolucionarios de los reformistas.

El considerar a una revolución sólo en el contexto de un cambio violento olvida la trascendencia de otros cambios revolucionarios producidos en los últimos siglos que nadie duda en llamarlos revoluciones: la revolución industrial, la revolución sexual, la revolución en los sistemas de comunicación e información, etc.

Si bien estos cambios transcendentales no han implicado un cambio del sistema capitalista sin duda han transformado nuestra vida de tal forma que el éxito actual del sistema depende en gran parte en cómo ha podido hacer suyas cada unas de estas “revoluciones”.

Otro problema derivado de esta noción de cambio social, es que muchas veces estas posiciones van acompañadas de un error fundamental: La revolución es un concepto absoluto, no existen revoluciones, solo existe “la revolución”. Solo merece llevar el nombre revolución, un cambio de nuestro precario sistema de vida humana por otro sistema en que emancipados, tomemos el control de nuestra vida, terminando con todas las miserias del mundo: Desde la pobreza hasta la depresión, desde la mortalidad infantil hasta el complejo de edipo. A esto podríamos denominarlo revolución como cambio absoluto.

Esta visión teológica de la revolución, si bien no es más que una posición marginal, construye o refuerza otra muralla infranqueable, una muralla tras la cual se esconden muchos izquierdistas: El cambio es algo tan complejo, la revolución un proyecto histórico no sólo inédito sino definitivo en el cual la humanidad ha llegado a su conclusión. Pero el cambio es tan complejo que tenemos siempre argumentos para desechar cualquier propuesta como reformista o para decir que aún quedan etapas previas para llegar a esa conclusión. Esta postura puede inclusive considerar reformistas a grandes movimientos de masas, a movimientos nacionales de liberación y qué decir proyectos más pequeños. Es muy fácil llegar a la inmovilización si nos formamos expectativas supraterrenales del cambio del sistema capitalista.

No debemos perder de vista que la historia la construye el hombre con sus actos y que la humanidad es libre para construir su futuro. La sociedad cambia de inmediato si la gran mayoría consiente en que debe cambiarse. La izquierda debe preocuparse en construir ese acuerdo dando buenos argumentos en vez que creer que la humanidad está equivocada y que por ende se debe cambiar a la humanidad para imponer nuestro parecer de lo que debe ser la humanidad.

Izquierda racional, izquierda romántica, izquierda capitalista y Attac

La experiencia del primer y segundo Foro Social Mundial de Porto Alegre, dejó muy claras las diferencias entre dos tipos de izquierda claramente diferenciadas: Una izquierda materialista, que concentra gran parte de sus esfuerzos en comprender el sistema capitalista y buscar sus debilidades en procura de una eventual transformación. Una izquierda que intenta hacer explícitos sus propósitos, buscar acuerdos e intentar una discusión progresiva, una discusión que vaya avanzando, acercándose de a poco a la conformación de un gran movimiento mundial anticapitalista. Dentro de este escaso grupo se puede destacar el aporte de Inmanuel Wallerstein. Por otro lado existe otra izquierda que se opone al mundo existente en sentido amplio y difuso, ve enemigos tanto dentro de la izquierda como fuera de ella con la misma facilidad, descarta la toma de acuerdos ya que no han sido consultadas las bases, no consulta a las bases ya que eso sería predisponerlos. Se manifiesta en contra de las empresas transnacionales y fundamentalmente, y furibundamente, en contra de EEUU y George Bush. Les cuesta hablar del sistema capitalista en términos abstractos, debe ponérsele nombre y apellido a los culpables de la situación actual. Los izquierdistas románticos se identifican con causas concretas y las defienden con fervor, pero raramente se encuentran dispuestos a discutir si la defensa de esas causas tiene alguna conexión con una transformación profunda de la sociedad capitalista. Dentro de este grupo existe una firme defensa de las dictaduras asistencialistas, principalmente de la cubana. Fidel Castro es el bueno en un mundo compuesto por buenos y malos. Finalmente están aquellos que se sienten tan izquierdistas como los anteriores pero sostienen que el problema no es el sistema capitalista, sino el modelo neoliberal, el poder desmesurado de las empresas transnacionales, y por sobre todo EEUU y George Bush. La gran diferencia con la izquierda romántica está en que esta izquierda no está dispuesta a criticar al modo de producción capitalista ni al mercado capitalista. Se debe perseverar en el modelo pero corregir sus desigualdades. Dentro de esta posición es posible destacar a actores disímiles, desde el nacionalismo latinoamericanista de Hugo Chávez, pasando por el populismo acomodaticio de Kirchner, hasta el neoliberalismo con piel de oveja de Lula da Silva. Lula tuvo incluso la osadía de presentarse en el foro social mundial de Porto Alegre en carácter de presidente de Brasil y al mismo tiempo de izquierdista, y en compañía de Chávez.

La izquierda racional quedó aislada desde el primer foro, y pese a sus serias debilidades de proponer alternativas viables al sistema capitalista, su intención era el de generar un debate amplio, conducente a una revisión de lo que ha sido la izquierda que llevara quizá a la constitución de una nueva “internacional”. Pronto esas intenciones quedaron desvanecidas en un contexto posmoderno que anteponía los slogan sobre los conceptos, los lugares comunes sobre la crítica. Se abrió una brecha entre los que proponían que la izquierda debía conducir la globalización y aquellos, que sin muchos argumentos, se consideran contrarios a la globalización. Diciéndolo de otra forma, ha surgido en el escenario un extraño engendro: Una izquierda antiprogresista, conservadora, que mira al pasado con nostalgia, y que pretende que tal pasado se considere un horizonte. Este fenómeno se produjo en la cúspide de un foro perfectamente jerarquizado, desde las bases pronto se impuso otra conducta que permitía deducir que el objetivo del foro era tan solo juntarse: Una reunión de amigos altamente costosa. Un jamboree de boys scouts adultos; jornadas imperdibles de juerga.

Simplificando al máximo, el primer foro lo ganó la izquierda romántica por goleada. Los izquierdistas capitalistas se habían autoexcluído del primer evento, pero las noticias de tanta diversidad cundieron y se sintieron invitados para el segundo. El resultado de este proceso fue la auto exclusión de varios intelectuales de peso en los encuentros sucesivos, quedando la izquierda racional sin representación en la cúspide o sin oídos en la base, y la invasión de otros personajes que representan intereses distintos a la transformación del sistema capitalista.

ATTAC (y otros grupos antiglobalización)

Una mención aparte requiere Attac. Queda claro que es una agrupación romántica en el sentido que le he dado al término, lo que no queda claro es si es un grupo antiglobalización o solo antinorteamericano. El grupo se constituyó luego de que un agricultor francés ingresara con su tractor a un restaurante Mc Donald. Este incidente se produjo durante jornadas de protestas en Francia que se oponían a una serie de normas proteccionistas a favor de la industria material, industria cultural y agricultura francesa, frente a la irrupción de mercancías extranjeras [4]. En símbolo se transformó el Mc Donald puesto que la legislación anterior en Francia impedía que se establecieran restaurantes con nombres no franceses o que ofrecieran en su carta o vitrinas alimentos con nombres en idiomas distintos. Esta disputa fue contemporánea a la apertura de restaurantes Mc Donald en la ex URSS, China y Europa del Este, y que fue el símbolo de la colonización cultural estadounidense o de la consolidación de su hegemonía.

Es posible pensar que Attac se desarrollara desde aquel origen expúreo, pero su discurso no ha variado mucho desde entonces. Al agricultor francés se lo recuerda en sus propias manifestaciones y se lo presenta como un iluminado. Incluso él a recorrido el mundo en una serie de conferencias. Los ataques en contra de los Mc Donald han sustituido a la quema de las banderas norteamericanas en la iconografía de las protestas.

Pero la gran propuesta Attac, por no decir la única, consiste en grabar el traslado de capitales privados entre distintos estados, utilizar esos fondos asistiendo a los países más pobres del mundo. Este tributo por una parte desincentiva a los capitales “golondrina” y por la otra genera recursos que pueden ser focalizados en la extrema pobreza. A tal impuesto se le denomina tasa Tobín en honor al apellido del economista que por primera vez la propuso. Propuestas similares se encuentran en los grupos que piden que se condone la deuda externa a los países más pobres, movimiento en que su cara visible es Bono, el vocalista del grupo de rock irlandés U2.

El auge de las protestas antiglobalización en el primer mundo puede explicarse con el desmantelamiento del estado de bienestar, de la apertura de sus economías antaño rigurosamente protegidas, y a los procesos de relocalización de las empresas que ha significado que se cierren las industrias en el primer mundo, dejando a miles de cesantes, y su establecimiento en el tercer mundo donde la mano de obra es más barata [5]. Es un descontento que aún no logra unificarse dentro de un propósito político claro. Muchas veces ese descontento es tan solo un grito nacionalista, otras, primermundista, pero hasta el momento nunca, a mi parecer, han sido grupos anticapitalistas.

Sin duda la tasa Tobín y la condonación de la deuda externa son medidas deseables, tan sensatas que es posible adoptarlas sin alterar en lo más mínimo las bases del orden mundial. La tasa Tobín no impediría la existencia de paraísos fiscales, ni de los capitales especulativos, solo encarecería sus operaciones. Tampoco se impediría que los capitales especulativos huyan de una economía, y que esto se haga por motivaciones políticas por ejemplo, la presión directa de EEUU, Inglaterra o Francia.

Attac ha conseguido publicitarse efectivamente y ha intentado erigirse como el norte de la izquierda. Ha sido Attac quien ha convocado a las primeras manifestaciones antiglobalización en Europa y América Latina, incluyendo al Foro Social Mundial de Porto Alegre. Pero junto a su furibunda denuncia del imperialismo estadounidense, británico, israelí, ruso y chino, ha guardado una respetuosa distancia, o sospechosa distancia, con los múltiples ejemplos de imperialismo francés. Los incidentes de abril y mayo del 2005 [6], en que miles de jóvenes de los guettos franceses pusieron en Jaque al gobierno y a la sociedad Gala, obligaron a que el “Le Monde Diplomatique”, destinara gran parte de su edición a tratar los incidentes. Pero esos incidentes no fueron cubiertos como una revolución reprimida por las fuerzas imperialistas occidentales, ni como un choque racial o étnico, sino que sobraron las alambicadas explicaciones sociológicas, económicas y sicológicas, muy distinto al trato dado por los mismos franceses de los acontecimientos producidos en Los Ángeles, EEUU, luego de que un policía matara a un afroamericano en un control de rutina y eso fuera filmado. Pero la respetuosa distancia se ha transformado en un sospechoso silencio con todos los actos de imperialismo francés: En África, principalmente Argelia; en Indochina que precipitaron la guerra de Vietnam y la desgracia de Camboya; la guerra por el canal de Suez, lo que incluyó un pacto secreto con Inglaterra e Isrrael para evadir a la ONU y derrocar a Naser; y las vergonzosas pruebas nucleares en el Atolón de Mururoa, por nombrar sólo algunas. Desde una perspectiva que podría considerarse paranoica, Attac se entendería como un grupo contrario a una globalización gobernada por los EEUU pero proclive a un control Francés, y hasta, Europeo del proceso. No queda claro si el problema de la globalización es la globalización misma, sus consecuencias, la globalización cultural, o el papel preponderante o subordinado que necesariamente deberán asumir sujetos tradicionalmente beneficiados dentro del sistema capitalista.

La Izquierda en Chile

Muy lejos de estas disputas se encuentra la izquierda tradicional en Chile. Dos traumas le impiden hacerse cargo de los proyectos futuros, el primero, la impunidad de los crímenes políticos, el segundo, la caída del muro de Berlín.

La impunidad de los crímenes políticos en Chile no es muy distinta a la existente en otros estados: Así como es absurdo que los criminales se autoperdonen, v. gr. la ley de amnistía de 1977, es absurdo plantearse que los criminales se autocastiguen. La explicación de la impunidad debe buscarse en la continuidad de giro que se produce entre la dictadura y los gobiernos de transición. El estado no varió sustancialmente, y los actores políticos tampoco. La justicia individual en casos de crímenes políticos que se puede aspirar es la llamada “justicia del vencedor”, por ejemplo, el juicio a Milosevic. Pero la izquierda chilena no ha ganado nada desde la elección presidencial de Allende es más, desde entonces la izquierda sólo ha acumulado derrotas. Es por ello que la izquierda ha debido retroceder hasta la trinchera de los derechos humanos y plantear desde allí sus reivindicaciones. Pero el intento de buscar la justicia exigiéndose que se castigue las violaciones a los DDHH la ha obligado hacer suyos una serie de conceptos ajenos a su tradición y a ponerse en conflicto con su tradicional defensa de las “dictaduras asistencialistas”.

Su discurso actual reivindica los Derechos Económicos y critica a nuestra sociedad por haber sido forjada por la dictadura y para el interés de una clase. Pero no propone salidas a su radical crítica. La candidatura presidencial de Tomás Hirch, empresario Humanista, sólo proponía tñimidas reformas socialdemócratas, incapaces de resolver, si es que ellas fueran implementadas, las radicales contradicciones entre los capitalistas y el resto de la población.

Su comportamiento durante el último conflicto estudiantil tiene mucha relación con la actuación del Partido Comunista Francés en el Mayo del 68. En el Mayo del 2006, la izquierda fue incapaz, sospechosamente incapaz, de plegarse a una movilización nacional de todos los sectores convocada por los jóvenes en el clímax del conflicto. Las exigencias de los secundarios excedían con creces a las que podían concedérseles sin desnaturalizar el sistema económico capitalista y neoliberal. Una estatización real de la educación, la vigencia del derecho a la educación desde lo programático a lo vinculante, significaba que el sistema tendría que tolerar que los pobres, por la vía de exigir el cumplimiento de las normas declaradas, pudieran forzar al gobierno a dar algo más que la caridad a la que hoy se le llama gasto social. Sin que dejara de ser capitalista, al estado se le exigía que empezara a ser de bienestar.

La izquierda tradicional tampoco ha podido defender la vigencia de los DDHH más allá de las torturas, asesinatos, desapariciones, detenciones ilegales y exilios forzados de la dictadura. La izquierda se ha marginado de la discusión sobre la crisis de la justicia, del establecimiento de la reforma procesal penal, del establecimiento de la reforma al sistema penal juvenil, a la reforma en el sistema carcelario, y qué decir de la tan publicitada crisis de la seguridad ciudadana. La izquierda no ha levantado los instrumentos internacionales exigiendo el respeto de ellos en el tratamiento de estas materias.

Se hace urgente mantener la exigencia por el respeto a los DDHH, y se debe instar para que la izquierda adopte su reivindicación más allá de la coyuntura, aprovechando la experiencia ganada y la posibilidad de generar acuerdos amplios basados en ellos, pero eso obliga a una teorización novedosa que haga compatible su defensa con la transformación de la sociedad.

Hacia una Izquierda racional

He dejado claro que de la izquierda que me siento parte es una izquierda racional. Agregaría que la izquierda racional es la única izquierda que se opone al sistema capitalista. La izquierda romántica no es capaz de separar la paja del trigo, confunde reivindicaciones liberales con proyectos de transformación global, sin embargo la izquierda romántica es de acción. La izquierda romántica es la que lucha, la que pelea sin titubear. Pero sin duda la izquierda racional debe crecer y lograr influir a la romántica. La izquierda si no se constituye como una organización mundial, con propósitos claros, buenas ideas, amplios acuerdos, sólo cuenta con la suerte y las buenas intenciones como armas, en contra del sistema más sofisticado y fuerte que ha imperado sobre la tierra.

Pienso que en el horizonte de la izquierda se encuentra el reconocimiento que lo relevante es el cambio del sistema capitalista y su sustitución por un sistema mejor, mediante un proceso que no desate la violencia y que con ello ponga en riesgo a la propia humanidad. Ello ciertamente obliga a reconocerle ciertas virtudes al capitalismo, a la democracia representativa, al mercado como mecanismo de asignación de bienes, al derecho liberal, en general, a los métodos que tolera el propio sistema y que podrían permitir la transformación de la sociedad reformando el sistema existente, pero marcando bien las diferencias: La aspiración es la transformación de la sociedad y el cambio del sistema capitalista.

La pregunta es cúal es esa característica crítica del capitalismo que queremos cambiar.

El cambio del sistema capitalista dentro del sistema capitalista: el Derecho y el cambio social

El Derecho es una técnica de control social, permite circunscribir la actividad social del hombre en cauces preconcebidos, sancionando a quienes se alejen de esa pauta. Si bien no es el mayor ni el más importante método de regulación si consiste en el más brutal de los tolerados dentro de una sociedad. Sirviéndonos del derecho podemos matar, apresar y enjaular personas, sin que nuestra conducta sea reprochada.

Pero el derecho al mismo tiempo es una técnica que permite limitar el poder. El derecho no solamente controla a los individuos carentes de poder sino que permite que estos individuos controlen a los que tienen mayor poder. Desde luego que esta segunda faceta del derecho no funciona con la misma eficiencia con que funciona la primera. Queda de manifiesto en la sociedad que vivimos la máxima de Rousseau “Ninguna persona puede ser libre mientras existan personas con tanto dinero que les permita comprar a algunos, y algunos con tan poco que necesiten ser vendidos [7]”.

La abismante diferencia entre los que tienen casi todo el dinero del mundo y entre aquellos que carecen incluso de lo elementar para subsistir, hace que la libertad del hombre se encuentre mediada por esta capacidad ilimitada de algunos de comprar la libertad de un gran número de personas.

El derecho considera a la libertad del hombre como el presupuesto teórico de su vigencia. El hombre libremente opta por ser gobernado, libremente opta por ser castigado si se aleja de ese pacto original, libremente incurre en conductas antisociales. El individuo en la cárcel sólo debe escarmentar sobre su conducta, debe sentir que nadie es enemigo de él, el sistema sólo le hizo cumplir lo que el libremente había consentido.

Esta libertad teórica se opone a la opresión del mundo real. Muchos de los problemas que se consideran jurídicos surgen en el natural conflicto entre lo que el derecho dice que es el mundo y lo que efectivamente es el mundo. Los juristas para vencer en cada uno de estos conflictos han creado todo tipo de teorías que reivindican el carácter alienado del derecho o apelan a la imposibilidad de conocer la realidad.

Sin embargo, la realidad persevera; a pesar del derecho, la realidad se escapa una y otra vez. Todos los días la realidad nos recuerda que somos mortales, que nos enfermamos, que existe un clima, que hay capas geológicas que chocan debajo de nuestros pies, que personas mueren de hambre. La realidad se escapa y sin embargo el Derecho continua erigiéndose como el regulador social en última instancia. La única estación antes de la fuerza propiamente tal.

Y que el Derecho en tanto control social es exitoso no caben dudas. Ha logrado hacer gobernable al mundo. Pero de que el Derecho sea exitoso en controlar a los poderosos es algo al menos dudoso. El poder de los poderosos se incrementa a cada año y quienes intentan corregir sus acciones sólo consiguen triunfos morales, que no impiden la realización de esas conductas sino solamente refuerzan la conciencia del respeto a los derechos humanos.

El respeto a los derechos humanos tiene un contexto material que ha sido desatendido. La desigual repartición del poder en nuestra sociedad impide la vigencia del derecho en tanto sistema de control hacia los poderosos. Quienes hayan estudiado el punto coinciden que la desigual repartición del poder en nuestra sociedad depende del sistema económico que rige. El sistema capitalista se sustenta en la competencia de los seres humanos. Esta competencia es defendida por algunos como el único medio de incrementar la riqueza total de la sociedad. Sin embargo esta riqueza total de la sociedad es acumulada por un pequeño grupo dentro de ella, aquellos que la utilizan “responsablemente”, es decir, sólo para incrementarla.

Quienes se oponen al sistema capitalista sostienen que debe terminarse con él. El sistema capitalista es la causa de todas las injusticias y para terminar con ellas solo basta abolirlo.

Pero no sólo en el sistema capitalista existe esa desigualdad en el poder que permite que unos puedan coaccionar y otros puedan ser coaccionados, que la libertad más íntima pueda ser transada. Lo que ocurre es que en nuestro sistema la libertad es considerada la piedra angular y sin embargo ella no puede ser ejercida.

Se ha olvidado ese carácter material del cual depende la vigencia del derecho. Una sociedad compuesta por sujetos que no pueden ser coaccionados, sea porque nadie tenga tanto poder como para hacerlo ni tan poco que no pueda evitar que lo coaccionen.

Una sociedad con esas características es diametralmente opuesta a la sociedad actual ¿pero será necesario que esa sociedad deba abolir la propiedad privada para que esto ocurra? ¿será necesario que se sustituya el mercado por una planificación central para la asignación de bienes? ¿será necesario sustituir el libre emprendimiento por una planificación central de la producción de los bienes? ¿una sociedad en que cada uno sea respetado en sus derechos, incluyendo los derechos a alimentarse, a una vivienda, a salud y educación, es suficiente para quedarse satisfecho? ¿o esa sociedad debe ser necesariamente comunista? ¿es posible construir una sociedad como la descrita o sólo es un delirio rousseauniano?

El Derecho en tanto técnica de regulación nos ofrece muchas respuestas a estas preguntas. Para suprimir la desigualdad material de los hombres por decreto se requiere de un acuerdo generalizado y mundial para así hacerlo. Es decir, es posible cambiar el mundo por medio de un decreto, lo que no serviría en ningún caso es que alguien busque llegar al poder y decrete una norma como la señalada sin que medie tal acuerdo. En el caso propuesto, el sistema capitalista requiere de personas para hacerlo funcionar, que las personas dejen de estar dispuestas a hacerlo funcionar es una buena manera de obtener un decreto de esa naturaleza y hacerlo respetar. Me refiero un movimiento mundial y simultáneo: Un jaque y mate.

Que subsista el sistema legal actual, la institucionalidad actual en gran parte, pero que se modifique radicalmente la vigencia del derecho de propiedad, los mecanismos de apropiación y desapropiación, que se deroguen las normas que protegen la propiedad intelectual y la industrial, que las personas jurídicas con fines de lucro sean consideradas asociaciones ilícitas, aplicación de fuertes tributos a las actividades más lucrativas, finalmente, que las normas hereditarias sean derogadas.

Tamaños cambios implicarían una redistribución de la propiedad sin requerir expropiaciones. Complementadas con normas más claras que protejan la libertad de las personas y una institucionalidad que subsidie a los pobres con lo recaudado en tributos y comisos, se puede obtener como resultado un sistema, que sin ser comunista, que sin resolver la totalidad de los problemas de la humanidad, puede funcionar como sistema económico sin necesidad de destruir todo lo existente y aprovechar los progresos técnicos que se han originado hasta la fecha.

El sistema capitalista es el contexto desde dónde es posible criticarlo y es la vara con la cual debemos medir su transformación. Ha sido el sistema social más exitoso que conoce la humanidad. Antes de que se desplegara la población mundial excedía con poco los mil millones de habitantes, hoy con creces superamos los seis mil millones. El sistema capitalista es capaz de alimentar a una cantidad de población en continuo crecimiento, es capaz de darle una mayor expectativa de vida a esa misma población. Toda crítica al sistema capitalista debe considerar estos éxitos. Todo proyecto de cambio social debe contemplar como prioridad que se debe seguir alimentando a estas personas y ofrecerles una vida mejor que la que hoy se disfruta. Un cambio que no se haga cargo del día después del cambio es una propuesta no sólo irresponsable sino que genocida.

Cambiar el sistema capitalista por un sistema mejor

Que el mundo se organice en pos de destruir el sistema que todos los días le permite alimentarse, dormir más o menos protegido, reproducirse, e inclusive tener tiempo para leer reflexionar y la libertad para organizarse para destruirlo, podría parecer superficialmente un delirio. De hecho, y aunque eso moleste a muchos izquierdistas, no cabe duda que la mayoría al menos del mundo piensa así. Los izquierdistas antisistémicos no han podido nunca imponerse por aplastante mayoría en las urnas. No se trata tan sólo de la alienación, de ignorancia, también se trata de que el sistema no ha llegado a ser intolerable para la mayoría de las personas en el mundo [8]. Se supone además que quienes están en contra del sistema lo están por que sufren por y con los perjudicados. Se transforma esto en incomprensible cuando los izquierdistas se encuentran en la posición de intentar cambios independiente de lo que quieran sus contemporáneos. Izquierdistas muy distintos de los antiguos movimientos de masas proletarias: un grupo de intelectuales que buscan el cambio de la sociedad independiente de que las personas quieran o no ese cambio.

Pero no es difícil explicar que uno quiere cambiar el sistema capitalista cuando uno es capaz de explicar que se lo intenta cambiar por un sistema mejor, es aún más sencillo si uno es capaz de añadir que se busca cambiarlo sin que esto signifique sacrificar a generaciones de jóvenes, que deberían de otro modo morir en trincheras, o por las epidemias y las hambrunas, o que deberían matar a personas en paredones, contaminando con sangre el cambio. Dejar espacios en dónde se desate la irracionalidad es apostar a que del caos vendrá el orden, y no sólo eso, mi orden, nuestro orden. La guerra crea buenos soldados pero pésimos ciudadanos. Todo cambio que descanse en la capacidad bélica llevará de contrabando aquello que pretendemos abandonar.

Es por eso que si pensamos en cambiar el sistema capitalista debemos intentar comprender qué es lo bueno de este sistema y cómo logramos mantenerlo inalterable o mejorarlo; qué es lo que necesariamente debemos erradicar; y qué es lo que debemos añadirle para considerarlo una superación del sistema capitalista y no sólo la sustitución de un sistema deficiente de nuestro desagrado por otro igualmente deficiente pero de nuestro agrado.

Lo bueno

Aunque nos resistamos, el sistema capitalista tiene virtudes:

Ya que la ambición del hombre por distinguirse de sus semejantes ha sido elevada a “la aspiración”, las personas no son por lo que heredan, aunque eso ayuda bastante a lo que puedan ser, sino por aquello que son capaces de obtener en el mercado. El hombre que se hace a sí mismo destruye la histórica noción del linaje, cada hombre será por lo que ha sido, no por lo que ha sido su padre o su abuelo. La ambición en términos sociales contribuye a una competencia incesante: como consecuencia de ello, los ricos ya no se encuentran abanicándose mientras las vacas engordan sino que planificando nuevos métodos para crear riqueza. Esto permite que financien a todos quienes lo asesoren en esa meta. La descentralización del sistema y su dinamismo, lo hacen tan vulnerable, que los capitalistas pagan a todos quienes los ayuden a mantener estable el sistema. Los desarrollos técnicos obtenidos en ésta vertiginosa competencia, pronto alcanza a gran parte de la población, que puede disfrutar de esa tecnología a un costo muy bajo. El mundo como una gran empresa y un gran mercado fomenta que los individuos se relacionen, de esa interrelación surge una identidad humana, que es superior a la identidad materna original. Esa identidad humana ha tenido tal desarrollo que muchos niños son hoy portadores de conceptos mucho más complejos de los que tenían los adultos ilustrados de otras épocas. La necesidad de producir y consumir en contextos de paz, ha permitido que la guerra deje de ser un fenómeno connatural a la existencia humana, y sea una excepción, localizada a kilómetros de nosotros, pero que la vemos por los medios y nos refuerza la idea que no queremos eso para nosotros. La regla general es la libertad, mediada por la necesidad abrumante de comer y vestirse, pero no la esclavitud. La regla general es la paz, la regla general es comer, es vestirse, es tener los medicamentos. Tener una educación, tener acceso a informarse y también a saber. Tener posibilidades de reunirse. Relacionarse con quien uno quiera. No ser coaccionado. Esa es la regla general de nuestro sistema. El que nos permite escribir esto sin correr el riesgo de ser asesinado, publicar esto, sin necesidad de ser autorizado.

Lo malo

Lo malo de nuestro sistema deber ser lo superado, no lo bueno, que aunque sea modesto, es mucho más de lo que habríamos podido aspirar como simples ciudadanos del imperio romano, el inca, el chino, el azteca, el maya e incluso en Atenas o Alejandría. Esta obviedad generalmente se olvida. También se olvida, generalmente en forma intencionada, que esto no es un argumento para conservar nuestro sistema tal cual se encuentra. Que bien podemos aspirar a controlar racionalmente el mundo, superando el gobierno de lo muerto sobre lo vivo, sobre las cosas por sobre la humanidad.

El problema central del sistema capitalista es el de la ilimitada capacidad de acumular capital. Que los hombres compitan entre sí y quieran distinguirse no es un problema, el problema surge cuando la competencia deja de ser entre hombres y se enfrentan imperios ficticios, creados por la legalidad del hombre y por tanto suprimibles por esa misma legalidad. Las personas jurídicas con fines de lucro pueden acumular capital indefinidamente ya que no se mueren. Al igual como ocurría antes del sistema capitalista en que la riqueza de los reyes se mantenía gracias a que sólo el primogénito heredaba, la persona jurídica al no tener que dividir su riqueza crece sin tener más limitaciones que las fronteras del sistema que la contiene. El gigantismo de las personas jurídicas genera al menos los siguientes problemas:

1. Transforma a las empresas en burocracias, tan ineficientes y lentas en sus reflejos como los criticados socialismos reales.

2. Imperan sólo por su tamaño, hacen que la economía se adapte a ellas en vez que ellas adaptarse a la economía. Subsisten en el mercado sólo por su poder de negociación no por que sean las más exitosas en los emprendimientos.

3. Su voracidad intrínseca las hace devorarse a todas las empresas menores, haciéndose más grande, más burocrática, más lenta y más ineficiente, con un mayor poder de negociación y voracidad.

4. La maximización de las utilidades, propósito constitucional de las personas jurídicas con fines de lucro, tiene como consecuencia que ni su finalidad, ni la de sus directores, sea la de dar más y mejor empleo, respetar al ecosistema, o procurar que la economía o que el modelo social sea sustentable.

Otro gran defecto de nuestro sistema es la capacidad de apropiarse de bienes que les son comunes a todos. Bienes que en teoría nos pertenecen a todos pero que son explotados por quienes primero llegan a ocuparlos. El resultado es la industria de la ocupación de estos bienes que lucra, sin necesidad de haber inventado nada, y con muy poco trabajo propio, de bienes que no van a poder ser aprovechados por nadie más, esta industria se compone por las siguientes áreas:

 La pesca industrial.

 La minería.

 Los concesionarios industriales de agua dulce.

 Las industrias que buscan especies vegetales y luego las patentan. La ley les permite patentar como propias a especies vegetales que han evolucionado durante millones de años.

Además la ley permite que se acapare la propiedad. La propiedad es entendida como un derecho absoluto y arbitrario sobre las cosas y eso permite que se pueda ser dueño de vastos terrenos y tenerlos improductivos. Privando a las demás personas de un bien sin que ello le irrogue ningún beneficio.

Los desarrollos intelectuales que son producidos en una sociedad y gracias al producto intelectual acumulado durante toda la historia, se permite que sean patentados y utilizados como propiedad privada, en forma absoluta y arbitraria. Se puede patentar la solución al cáncer o al SIDA y no venderla, se las puede patentar y venderlas a precios prohibitivos, y nadie se puede oponer a ello.

Por último se puede apropiar la música, las imágenes, las buenas y las malas ideas, etc. Los progresos producidos por toda la sociedad les terminan perteneciendo a los primeros en llegar a un registro de propiedad intelectual. Ya que los dueños por lo general son personas jurídicas tenemos confirmada la sentencia de Marx de que lo muerto rige a lo vivo. Lo muerto se puede apropiar de nuestros alimentos, de nuestras viviendas y también de nuestra música, hasta de nuestra naturaleza [9].

La acumulación de capital produce la pobreza, priva a muchas personas de bienes que son de todos: agua, aire, terreno cultivable, peces y minerales. Y además esa riqueza ilimitada se sirve de la sociedad con el objeto de cumplir finalidades redundantes.

El problema de nuestro sistema no es la libre competencia ni el libre mercado, es la libre e ilimitada acción de la fusión entre propiedad privada, absoluta, exclusiva y excluyente, y de personas jurídicas con fines de lucro, compuestas por capitales, sin dueños responsables, gobernadas por técnicos obligados por mandato a sólo hacerlas crecer y devorar todo. Ese monstro lo creamos los humanos con nuestras leyes, lo aniquilamos con una simple derogación.

Lo mejor

El Derecho como técnica de regulación permite observar particularizadamente aquello que la teoría económica sólo comprende en términos abstractos. Si la finalidad es mantener el sistema actual en tanto sistema de asignación de bienes, proteger la libre inventiva y fomentar el libre emprendimiento de actividades lucrativas, pero al mismo tiempo impedir la acumulación de capital, redistribuyendo las concentraciones existentes sin recurrir a las expropiaciones, existe una amplia gama de normas que se pueden proponer. Normas que desde luego son improbables que sean propuestas por los capitalistas, así como es improbable que se puedan implementar aún estando la mayoría de la población de acuerdo con ellas. Pero aún siendo improbable, es posible, y nosotros debemos pelear por hacerlo cada día más probable.

responsabilite


[1La gran guerra, primera, segunda y entreguerra, es una idea de Eric Hobsbawm. Véase. Historia del Siglo XX. Importa señalar que los EEUU fueron quienes “menos perdieron” ya que la gran guerra fue una guerra de aniquilación: Su objetivo era destruir al enemigo, incluyendo a su población e infraestructura civil.

[2Aunque no está clara la cifra exácta se estima la muerte de soviéticos entre el 10 y el 20 porciento de su población total de los cuales la mayoría eran hombres. De los prisioneros soviéticos capturados por los Alemanes (5,7 millones) fallecieron 3,9. Algunos estimas los soviéticos muertos en 30 millones inclusive. En Eric Hobsbawm, Historia del Siglo XX, Editorial Crítica Buenos Aires 1999, página 51.

[3En Chile aunque la industrialización metalmecánica y siderúrgica fuera menor, la reforma agraria iniciada por Eduardo Frei Montalva, permitió en menos de dos décadas la industrialización del campo, la agroindustria.

[4Esas normas le impedían también a los productos chilenos ingresar al mercado Francés.

[5Un buen ejemplo de esto son los documentales de Michael Moore.

[6Un buen ejemplo de la percepción francesa sobre el conflicto racial Estadounidense se encuentra en: Loic Wacquant, Las cárceles de la Misería, Manantial 2000. Sobre la percepción de los franceses sobre ellos mismos: Pierre Bordieau y otros, La Miseria del Mundo.

[7Discurso acerca de la desigualdad entre los hombres. (Podemos sustituir el término dinero por el de poder)

[8Marx en “la ideología alemana”, sostiene que la revolución solamente se produce cuando el sistema capitalista es intolerable para la mayoría de las personas en el mundo. No lo cito como un texto sagrado sino como una referencia.

[9Como en el caso del proyecto Genoma.

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