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¿Y si fueran una lección?

HONDURAS - Extraordinarios jueces jóvenes

Gennaro Carotenuto

Jueves 22 de mayo de 2008, por Barómetro Internacional

Qué hacer para arrojar algo de luz a la lucha de la magistratura de Honduras, que desde hace 35 días están en huelga de hambre contra la corrupción en el país centroamericano. Un país periférico, completamente apartado del interés de los medios de comunicación, que lucha contra un fenómeno considerado normal, ineludible y al que es mejor adecuarse, “¿acaso no tiene usted familia?”.

Hace más de un mes cuatro jóvenes magistrados ocuparon un rincón del Palacio Legislativo de Tegucigalpa y comenzaron una huelga de hambre protestando contra la corrupción. Hoy tienen el respaldo de miles de personas. Pidieron que se destituyera de sus cargos al Fiscal general, Leónidas Rosa, y a su vice, Omar Cerna. Se trata de la dirigencia de un poder judicial que poco tiene de independiente y mucho de profundamente compenetrado con otros poderes, el legislativo, el ejecutivo y el económico, ese poder real que nada tiene que ver con la democracia.

Esos cuatro jóvenes llevaban años luchando para entender cómo se podía hacer justicia si los dirigentes de la justicia estaban en connivencia con los criminales. Agotados todos los sistemas legales, sintiéndose poco menos que derrotados, les quedaba la lucha, el símbolo de la huelga de hambre, el último recurso de quienes entienden que nadie, ni siquiera la opinión pública en aquel entonces, quiere escuchar.

Empezaron solos; ocuparon un rincón del parlamento, y allí se quedaron en medio del desinterés general. Al principio no hubo ni recogidas de firmas ni cobertura televisiva. Más bien lo contrario: la burla de los que se sienten tan fuertes que ni siquiera tienen que amenazar: “ingenuos”, “imprudentes”, fueron los calificativos más generosos que les brindaron sus superiores y la clase política.

Luego algo cambió. Primero, una radio empezó a cubrir la huelga de hambre; después, una asociación cercana a los jesuitas empezó a sumarse, a relevos, a la huelga de hambre. Desde entonces, la soledad de los jóvenes fiscales (tienen entre 32 y 40 años), comenzó a romperse. Su esquina del parlamento empezó a llenarse de jóvenes, estudiantes sin militancia política en un país despolitizado como la Honduras neoliberal. Empezaron a llevarse sacos de dormir y a dormir allí con los jueces, que tenían la necesidad física de que los apoyaran. Alguno se sumó a la huelga de hambre. Llegaron más jóvenes, esta vez más politizados, que querían no sólo respaldar a los jueces sino recuperar una historia de lucha que se tenía por enterrada desde los remotos años 70.

El presidente del Parlamento hondureño, Roberto Micheletti, antiguo candidato a la presidencia de la República, los acusó de querer “subvertir el orden constitucional”. En ese momento, su aislamiento pasó a convertirse en “la tienda de la dignidad” y miles de personas pasaban y pasan a verles todos los días para firmar el llamado contra la corrupción. Hasta el presidente Manuel Zelaya intentó sacar partido de la protesta acudiendo a la tienda y solidarizándose con ellos. Mientras tanto, algunos representantes del movimiento indígena COPINH se unieron a la huelga de los jueces.

Cuanta más importancia cobra la protesta –actualmente hay más de cuarenta personas en huelga-, más duro se vuelve el juego y crecen las amenazas a través de represores famosos de los años 80, que se han dejado ver lanzando señales claras. La vida de los huelguistas está en peligro tanto por las condiciones de salud como por el peligro de atentados. Los primeros cuatro jueces están en condiciones dramáticas de salud, pero se niegan a que les sustituyan, pues sienten que pronto podrían obtener resultados concretos. Pero ya han conseguido muchísimo: no eran más que cuatro jóvenes magistrados, hoy a su lado hay decenas de miles de hondureños.


Traducción: Gorka Larrabeiti.

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