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ESTADOS UNIDOS - Por ahora

Freddy J. Melo

Miércoles 5 de noviembre de 2008, por Barómetro Internacional

Este 4 de noviembre, martes de no casarse ni embarcarse, se elegirá el 44° presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, hecho que forzosamente alcanza primer plano en la atención del mundo. Siempre tales comicios suscitan ese nivel de interés, puesto que se halla envuelto el poder en su expresión material más influyente, pero hay ocasiones, como en las respectivamente correspondientes a Franklyn D. Roosevelt y John F. Kennedy (durante el S. XIX todavía carecían de ese alcance), en que la expectativa es mayor porque el proceso ocurre en medio de una crisis sistémica o política. La actual es una de esas ocasiones.

Indistintamente de que está por verse si el fraude electoral es superado, y de que en estos días finales la campaña racista y de truculenta conexión de Obama con el terrorismo y el comunismo se exacerbará –sin descartar el ya cuasi consustancial expediente del magnicidio—, todo apunta a la victoria del candidato demócrata. La magnitud del descontento de la mayoría de los norteamericanos, de los trabajadores y las capas medias, es tal, que están dispuestos a aceptar “un negro en la Casa Blanca”, porque es percibido como el “hombre del cambio” o, en decir de la hija de Kennedy, “el que devolverá la ilusión al país”. Ilusión en sentido figurado, de esperanza. Para el capitalismo usense la cuestión es maniobrar para salvar el sistema. Los sectores más recalcitrantes pretenden hacerlo arrojando todo el peso del descalabro sobre el pueblo y manteniendo incólume al dios mercado, con las justificaciones, evasiones, promesas de rectificación y “medidas” que estiman más a propósito; los más lúcidos están dispuestos a condenar el salvajismo neoliberal y conceder reformas que restablezcan la confianza de la gente, y a tal efecto ese candidato con aquiescencia de pueblo viene como anillo al dedo. Entre las dos caras de esa misma moneda la pelea es a cuchillo. Ojalá la ilusión no lo sea en sentido estricto.

La crisis del capitalismo monopolista, cuyos efectos está contemplando y padeciendo en mayor o menor grado el planeta, ha visto convertirse la “mano invisible” en mano pedigüeña. Los señores de las finanzas, que establecieron su dominio total y transformaron el sistema de producción en sistema de especulación, tensaron la cuerda hasta producir el estallido: “burbujas” inmobiliaria y otras, impago de hipotecas, crack de grandes consorcios financieros… Luego correr hacia el Estado para que nacionalice sin usar la palabra, compre las empresas de papel con copioso dinero extraído de los bolsillos de la gente común y busque sanearlas con otra montaña dineraria de la misma procedencia para después entregarlas de nuevo a los especuladores y proseguir la rueda… Regalo increíblemente obsceno, mientras montones de personas se quedan sin casas y muchos más carecen de atención médica y educación de calidad. En fin, la pobreza es problema del pobre, la riqueza es derecho del rico. Se exige que haya ahora regulaciones, se dice que las habrá. Pero capitalismo es sinónimo de anarquía y los banqueros y demás (también los gobiernos burgueses) siempre supieron burlar y evadir reglas y condicionamientos. Lo que esperan es el paso de la tormenta, que no obstante parece ser de duración prolongada. Mas en muchas conciencias empieza a prender la idea de que se puede vivir sin apropiación privada de medios de producción. Sólo que esa conciencia todavía no es maduramente masiva. Por eso el capitalismo está fuera de riesgo por ahora, no existe la fuerza que lo eche a la tumba desde hace tiempo abierta. Por ahora…

Barak Obama, por supuesto, está muy lejos de cuestionar el sistema. Intentará el rescate del “sueño americano” con los ajustes que pueda o le permitan. Regulaciones en lo posible, impuestos a los más ricos, dinero para salud, escuelas y pensiones de vejez, apertura internacional en busca de reparar entuertos, apetencia de cambiar la agresión y la guerra por la diplomacia y la política. Aunque la mirada en Afganistán muestra siempre al emperador. No obstante, el imperio tiene hoy por hoy que tascar el freno: ya no será un sol con cortejo de subimperios: éstos buscan, y no desperdiciarán la ocasión, reducirlo a un nivel de negociación entre iguales, sin unilateralidades ni decisiones inconsultas comprometedoras, sin el chantaje de los hechos cumplidos. Y los pueblos del mundo estarán menos inermes, más dotados de conciencia y decisión…

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