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El cambio de gobierno no es un cambio del sistema

CHILE - Crítica al programa estándar de la izquierda

Ariel Zúñiga

Jueves 23 de abril de 2009, puesto en línea por Ariel Zúñiga

Cada cierto tiempo, las cíclicas crisis de “gobernabilidad” como las llamarían los siúticos, permiten en el tercer mundo a que asuman los gobiernos sus élites de izquierda. La creencia en la neutralidad del sistema democrático representativo le hace creer a algunos que es posible ganar las elecciones y gobernar independiente de una crisis, con un plan estructurado pensado en décadas de marginación política. Sin embargo el obtener el poder político institucional formal sin disponer de los fundamentos de él, es decir, el dominio de la sociedad, conduce a estrepitosos fracasos que justifican virulentas reacciones que a la postre derogan toda reforma socialista, exterminan a generaciones de actores políticos y alevósamente imponen condiciones de explotación peores a las que motivaron la revolución.

Para vencer la reacción se ha intentado desde el exterminio de la clase dirigente hasta el lavado de cerebro de los gobernados, a fin de extirpar los atavismos burgueses. Esto cada vez que se ha intentado a significado una severa regresión moral de los movimientos que han tomado el poder so pretexto de su superioridad ética; se consigue el dominio pero al precio de precarizar intelectual y moralmente a toda la población, y además económicamente. El exterminio o exilio de las clases dirigentes no sólo implica la extirpación de un tumor, de gusanos o chupasangres, sino que también de las competencias técnicas indispensables para cualquier sistema de dominio sea liberal capitalista o socialista. Se trata de provocar deliberadamente tanto una fuga de capitales como de cerebros; si el gobierno pretende la estatización de ambos se precisa que se queden en su domicilio no que vayan a prosperar y hacer prósperos al “enemigo”.

Se requieren de muchas décadas de trabajo político para obtener tan sólo una fracción de él por parte de la izquierda entonces no se comprende que cada vez que se asume el gobierno se improvise. Dicha improvisación consiste en la aplicación rigurosa, incluso dogmática, de un programa estándar de izquierda que consiste en el reverso de las críticas que se hace al sistema opresivo. Se llega al poder por especular con las esperanzas de los marginados y el modo de gobernar consiste o en estructurar un nuevo sistema opresivo, como el caso de la URSS, o inflar la burbuja hasta que estalle, como en el caso de Allende.

Como el programa se construye en negación al capitalismo la crítica a ese programa estándar es al mismo tiempo una crítica a la crítica estándar al capitalismo, la que tendría las siguientes caracteristicas comunes:

1º Una pretendida superioridad moral respecto del adversario, lo que lo transforma de inmediato en enemigo y luego en sub humano.

2º Una reivindicación democrática en sentido amplio que considera que el sistema de dominación debe ser un consenso de toda la población, incluso de los dominados. Se entiende que dicho consenso es algo espontáneo, propio de la naturaleza del hombre pues es de orden moral (universal). Como en la práctica eso no ocurre debe producirse ese consenso desde arriba de modo deliberado por la dirigencia, de un modo más brutal y burdo que en un sistema capitalista.

3º Las críticas económicas al sistema se reducen antojadizamente al capitalismo confundiéndose la resolución de problemas, inherentes a todo sistema de dominación, con asuntos triviales que existen sólo en el nivel metafísico. La supresión, por decreto, de algunas instituciones típicamente capitalistas harán desaparecer dichos problemas olvidando la base material de ellos. Es por esto que la inflación produce a la postre carestía en todos los sistemas socialistas hasta ahora conocidos.

4º La confianza en la independencia soberana de los estados nacionales que olvida las determinaciones globales, económicas, políticas y culturales, de los procesos locales. Esto posterga las inevitables luchas mundiales que deben darse por la emancipación y sobrecarga a las parcelas, parcialmente emancipadas, ya que deben lidiar con las excesivas expectativas creadas en su población y la necesaria conspiración comercial y propagandistica externa.

5º El modo en que está estructurado el mundo además obliga a depender del comercio internacional, y sus reglas de intercambio desigual, sea para vender sus productos como para comprar lo que no se es capaz de producir o de buscarse colonias subalternas a las cuales se explota so pretexto de solidarizar en su revolución. El modelo socialista rige hacia dentro pues la venta y compra la realizan agentes estatales monopólicos pero en un mercado mundial que no dominan o en un sistema colonial que controlan.

6º El olvido de los elementos estructurales, inherentes a todo sistema de dominación, redunda en promesas imposibles de cumplir por ejemplo, el desarrollo, el respeto al medio ambiente y la protección social.

1º Superioridad moral:

Existe una barrera insalvable entre los humanos y los animales y esta es precisamente nuestra relatividad cultural y moral. Mientras los lobos o las sardinas tienen un sólo modo de organización colectiva posible, confundiéndose lo que son y lo que pueden ser, el hombre puede asumir infinitos modos organizativos. Los peores crímenes de nuestra sociedad fueron alguna vez, y aveces todavía en alguna parte, no sólo irreprochables conductas sino que alentadas socialmente. No existe ningún tabú universal, nada malo en toda parte y en todo momento.

Debido a esto muchos llegan a pensar que la cultura es algo exclusivamente humano. Esto olvida que muchos animales “educan” a sus crías tanto en cazar como en defenderse de los depredadores. Los osos, por ejemplo, le enseñan a sus crías a cazar salmones lo que hace que los osesnos huérfanos perezcan de inanición si es que no son presa de otros osos. Los simios superiores consigen en laboratorios enseñar a otros las destrezas aprendidas mediante ensayo y error, es decir, tal cual como nosotros, sin embargo la carencia de lenguaje abstracto impide la masificación de ellas.

Distintos modos de organización en los animales suponen diversas especies. Para conseguir adaptarse al medio dichos modos de organización son dinámicos no estáticos como por lo general lo pensamos, por ejemplo las hormigas se organizaron en complejos hormigueros sólo hace cuatro millones de años. La particularidad del hombre es que puede asumir infinitos modos de organización y también infinitos modos de comportamiento dentro de dicha organización, por lo tanto la superioridad moral siempre será nada más que un modo de justificar la superioridad de poder.

Se trata de vestir a la espada desnuda el considerar que el modo de organización estatuido, la mayor de las veces destinada al disfrute de una minoría de la población, es el único modo posible de hacerlo. Dicho efecto de coersión se produce únicamente mediante una religión destinada a reconciliar lo lógico con lo ilógico. Cada vez que se sugiere que nuestra moral es la única correcta vamos mucho más allá de lo que el conocimiento acumulado racionalmente nos permite. La izquierda marxista lo ha conseguido mediante su fusión con la teología cristiana hegeliana y ello es lo que sigue haciendo coherente a híbridos superficialmente incomprensibles como la teología de la liberación.

La creencia en una organización inherente al hombre, el comunismo o el anarquismo, hace de todos los demás modos irracionales, absurdos e inmorales. Bajo la pancarta “socialismo o barbarie”, se esconde una remoralización de la civilidad. Tal cual el concepto bárbaro era ya utilizado en Babilonia para referirse a los forasteros en forma peyorativa, el socialismo es considerado una forma superior de organización no sólo un modo diverso.

La organización política pierde su vinculación con la voluntad pues la voluntad se pone más allá de nosotros mismos, en un concepción estática de la humanidad. Nuestras acciones sólo consisten en la realización de un propósito que nos trasciende. Y del mismo modo que el capitalismo nos exige que trabajemos y consumamos inconscientemente, los autodenominados revolucionarios exigen el mismo comportamiento, y la misma inconsciencia, dirigida a un objetivo diverso pero estructuralmente idéntico al otro pues no es libre ni reflexivo.

El actuar sin conciencia ni libertad, en función de razones superiores necesarias y por lo tanto irrevocables, nos hace dóciles a un nuevo sistema de dominación el que ya no se estructura desde los propietarios de las herramientas de trabajo sino que por los que disponen del capital, es decir, los gobernantes. El sistema socialista lo único que hace es acumular el poder político y económico en las mismas manos, y transformar el capitalismo local de oligopólico a monopólico. Esto explica por sí mismo la pérdida en productividad de las economías centralmente planificadas en comparación a una de mercado liberal y además de todos los vicios anejos al monopolio.

Los inferiores moralmente pueden además ser tratados en función de su entidad minusválida, sus argumentos sólo son sonidos o manchas en un papel y sus padecimientos insignificantes a los que provoca su contumacia. El paso a los campos de concentración, a las purgas o a la censura están allanados desde el momento que confundimos el ejercicio del poder con el asumir un destino cósmico dentro del cual somos meros agentes para que el bien se realice.

El programa estándar de la izquierda o es estatista o tiende a la estatización del capitalismo lo que de materializarse no redunda en una distinta correlación de fuerzas en la sociedad sino que sólo una reordenación de las personas y grupos dentro de ella que pasan de sumisos explotados a déspotas dirigentes o burócratas, o simplemente de sumisos obreros a sumisos obreros; la pretendida superioridad moral conduce inexorablemente a la intolerancia y esta a que las ambiciones de poder de los individuos puedan satisfacerse a expensas de otros, de un modo aún más bestial que en un capitalismo liberal.

2º La creencia en que la organización será necesariamente democrática en un sentido amplio:

La ideología liberal enseña que política y economía son cuestiones diferentes. Nicolás de Maquiavelo, en cambio, entendía hasta qué punto están imbricados. Para él el poder depende de la guerra y estas de las posibilidades de financiarlas. La revolución neolítica, tránsito del nomadismo a la sedentarización y por ende, a centralización del poder, acaeció gracias a la producción y acumulación de excedentes alimenticios, distribuir la miseria siempre ha sido una tarea dura y estéril.

El poder político es en ultimas cuentas la disposición sobre las reglas de acumulación y o distribución de los excedentes producidos. La existencia de múltiples productores no cambia esta cuestión constitutiva puesto que el poder central subsiste mediante los tributos. Los ensayos socialistas han tratado de centralizar la producción de modo de no ejercer el poder estatal del modo antes conocido, estructurado espontaneamente, sino que “racionalizado” se reúne lo político y económico dominando el pueblo, tanto la producción como sus reglas de acumulación y distribución. Esto trae dos problemas inseparables del socialismo: 1º La sociedad sigue dividida pero ya no entre propietarios y desposeídos sino que entre clase dirigente y clase dirigida; 2º La división política y economía, al ser sólo aparente, la fusión de ambas también lo es. “Control económico es control del poder” y control político es control económico. Es imposible comerciar si es que no hay un respaldo de la fuerza para el caso que alguien quiera defraudar en las transacciones. La diferencia entre el comercio nacional o internacional de mercancías lícitas e ilícitas radica en que una es cubierta por las policías instituidas y la otra requiere contratar policías privadas. Sin esa fuerza ofensiva, que provoca un efecto disuasivo que pacifica una zona pudiendose producir y transferir mercancías, cualquiera puede defraudar y por ende, deja de existir un estímulo a la producción. Poder político en definitivas es poder estatal y el poder estatal es el castigo en potencia o en acto; fuerza es siempre, en últimas instancias, fuerza física desde un embargo de especies hasta la silla eléctrica. Sin esa amenaza no es posible la acumulación ni la producción por lo tanto, por más que dividamos las tareas de castigo y las de producción dichas acciones valen sólo en relación a la otra de modo simbiótico. Unir ambas tareas mediante el control directo de las mismas personas hace la estructura económica ineficiente y vulnerable pues las millones de decisiones individuales son sustituidas por las de una camarilla y no cambia en nada la estructura del poder.

Ya que el “pueblo” es dueño y policía al mismo tiempo todo conflicto, por más banal que sea, se hace político y al existir un sólo actor político relevante el problema se torna en irresoluble. Ya no existen clases sociales salvo la de los gobernantes y la de los gobernados pero se dice que los primeros son meros representantes de los segundos. Para John Locke la libertad y la propiedad privada se encontraban en directa relación por la misma circunstancia, el pequeño productor puede regatear los impuestos pero no puede contrarrestar el poder de los gobernantes cuando estos además son los propietarios. La libertad para Locke era la de los primeros colonos estadounidenses una vez exterminados los nativos, es decir, la de pequeños propietarios casi autónomos. La crítica de Marx es hacia la explotación que depende de la propiedad privada pero no de los propietarios por sí mismos sino de su relación con los no propietarios. Cuando unos disponen de la propiedad aunque sea propia, tal disposición la hace suya y no nuestra, por lo tanto la dirigencia democrática representativa está por encima del “ciudadano”, y si éste carece de bienes se encuentra en una sujeción similar y hasta superior que la del proletario ante el capitalista. Lo peor de todo es que tal explotación se realizaría en representación del explotado y en su directo perjuicio.

La aceptación de la ideología liberal como doctrina propia conduce a otras perversiones más frecuentes pero menos evidentes que la anterior. Se trata en la creencia en la bondad inherente del pueblo y de la necesaria unidad de intereses entre la clase explotada y sus iluminados redentores.

Ya señalaba en el acápite anterior que la bondad y la maldad son asuntos relativos por lo tanto la creencia en el buen salvaje o en el buen pobre no se trata sino que de una aplicación de la creencia en una moral universal. El hombre sería bueno por naturaleza pero corrompido por las instituciones. Estos axiomas olvidan que el hombre es un constructo físico-cultural, por lo tanto determinado biológicamente pero además, por su formación. Quien se ha socializado y resocializado en la estructura de dominación, y más específicamente en el capitalismo, no se ha hecho bueno ni malo pero necesariamente es capitalista, cautivo de la ideología burguesa. Si nos tomamos la democracia en serio la voluntad del pueblo querrá aquello que ha sido socializado a querer, y gobernarían los capitalistas. Es decir, la votación universal, la prensa libre, y las múltiples “bondades” del capitalismo liberal están establecidas porque no afectan la estabilidad del sistema. Un gobierno contrario a los capitalista no sólo se coloca en contra de la clase dirigente sino también de todos los habitantes socializados a la medida de dicha clase. Un gobierno de izquierda sería necesariamente, y así ha sido, impopular. Para conservar la popularidad o reducirla de modo de hacer posible el ejercicio del poder se requiere de acciones populistas, es decir satisfacer demandas colectivas aunque estas afecten las condiciones generales de todos a mediano plazo, o bien socializar y resocializar al pueblo de modo de producirlo de acuerdo los requerimientos del ejercicio del poder. Es por ello que dicho gobierno nunca sería el representante de la genuina voluntad del pueblo, o más bien, dicha voluntad nunca sería genuina bajo los estándares morales que la propia izquierda se pone al culpar a la derecha de manipular o ideologizar mediante la propaganda.

3º La responsabilidad de los fracasos será siempre del capitalismo aunque se intituya el socialismo.

Para ganar las elecciones es preciso hacer promesas en proporción a las severas críticas a los gobiernos convencionales, por lo tanto es muy difícil moderar las expectativas creadas en la población en orden a que el nuevo gobierno remediará desde el desempleo hasta la violencia escolar. A los cuadros y a las bases no se les instruye sobre la existencia de cuestiones estructurales inherentes a todo sistema de dominación y otras propias del sistema capitalista liberal; menos sobre la cuasi identidad entre este sistema y el socialismo.

Muchas de las promesas socialistas provienen de otra época, una en que hasta los gobiernos más recalcitrantes en el capitalismo aplicaban medidas similares. No es una promesa seria la educación, salud y vivienda gratis y de calidad para todos, menos cuando se trata de educación universitaria. Menos si esta promesa se extiende al pleno empleo y a la previsión. Los sistemas industriales que consiguieron materializar estas promesas, durante a penas treinta años en unas cuantas naciones afectando a una fracción insignificante de la población mundial, pretendían que sus economías y la del mundo creciera a un promedio del cinco por ciento anual de modo indefinido. Hoy sabemos que eso no es posible puesto que el mundo es limitado. La recesión mundial es algo a que deberemos acostumbrarnos, nosotros deberemos vivir con menos que lo han hecho nuestros padres y del mismo modo nuestros hijos. Las prestaciones prometidas no se financian por el sólo hecho de confiscar las propiedades de los capitalistas o de aumentar sus impuestos, es preciso además crear riqueza puesto que cada día nacen más bocas que alimentar y la longevidad aumenta peligrósamente.

Muchas políticas deben emprenderse de todos modos, pese a ser contraproducentes, pero para conservar el poder los gobiernos de izquierda preferirán culpar a la conspiración nacional e internacional que confiar, en aquel pueblo del que son legítimos representantes, sincerando las debilidades de la transición o del ejercicio del poder y la economía en general.

4º Aunque todo indica lo contrario se cree firmemente en la soberanía y en la independencia de los estados nacionales.

El mundo esta integrado, tanto económica y políticamente, como en su faz cultural. El tratar de adoptar un camino propio, como si un estado fuera un planeta, olvida que las expectativas de los habitantes serán siempre mundiales, con sistemas sofisticados de propaganda capaces de permear las barreras más robustas. La posibilidad de socializar resocializar dependerá en último caso de las agencias trasnacionales dedicadas a esa tareas lo que produce a ciudadanos hostiles a sistemas de organización alternativos al dominante.

La reordenación de la economía por más que se haga con todo el rigor y voluntad consciente de los individuos conducirá a una carestía, la que puede ser subsanada con los ingresos antes acumulados por las élites de forma transitoria, pero la economía requiere también inversiones y éstas procesos de acumulación de capital. Si se diseñan sistemas financieros adecuados podría algún estado arroparse lo suficiente luego de unos cuantos lustros pero dificilmente logrará sostener la tensión social acumulada a un ritmo mucho más intenso que las finanzas públicas.

Un estado en estas circunstancias no sólo es proclive a la propaganda, al boicot internacional, y al ser víctima de sus propias debilidades, sino que sería continuamente agredido por otros medios pacíficos como los recursos legales. El país podría soportar todo esto si fuera desarrollado porque podría resistir económica y culturalmente una fase de transición, pero ocurre que las revoluciones de este tipo sólo han ocurrido en países pobres, y estos argumentos sugieren la razón tras ello.

5º Se es socialista hacia dentro y capitalista hacia fuera.

El que un país se haga socialista no significa que todo el mundo lo siga, incluso por todo lo expuesto termina reforzando el capitalismo en otros sitios. El estado debe comerciar en el desigualitario sistema mundial de intercambios y para eso debe utilizar, aunque sea parcialmente, aquellos principios que dice criticar como las plantaciones extensivas, la extracción de recursos naturales, la proletarización de su propio pueblo o el consumo de mercancías producidas bajo sistemas de aberrante explotación, servilismo y hasta esclavitud. Su dignidad nunca puede ser expuesta más poniendo en riesgo hasta su supervivencia, ni podrá condenar estas conductas ni tendrá otra opción que sujetarse a las desiguales condiciones de dominación global, salvo que, se dedique al militarismo en todos los frentes.

6º Se promete solucionar problemas que van más allá de las posibilidades de la organización política y económica nacional, y más allá de la civilización misma:

Un estado desarrollado es una fracción de territorio y población que está por encima de otros, subdesarrollados, del mismo modo que un hombre rico está por sobre un pobre en la organización de clases. Implica una estratificación y por lo tanto una explotación y marginación. La promesa no puede ser nunca, por esa vía, la emancipación del ser humano – de lo cual deriva la pretendida superioridad moral universal- , pues a lo más puede aumentar la calidad de vida de una fracción de la humanidad a costa de otra. Desarrollar China, por ejemplo, no es ni desarrollar el mundo ni emprender un camino que pueda ser universalizable y además sobrecarga ambientalmente al mundo al posibilitar el consumo “occidental” de su población y su febril auge industrial. El ascenso de China e India es a costa de los demás pues lo que no se quiere ver es que la estructura de dominación sigue intacta a pesar del relevo de los actores en su estratificación.

Los problemas que se adjudican en el capitalismo, y se personifican en los capitalistas, son cuestiones comunes a toda forma de organización social civilizada es decir, a todo sistema social desde la revolución neolítica. El capitalismo y la revolución industrial sólo han sido cambios en las magnitudes, la cantidad de personas imperadas y la intensidad gracias a los mecanismos tecnológicos, lo que hace del sistema actual uno más de tantos posibles de ensayar sin transformar las estructuras de dominación. El socialismo ha sido uno de ellos, el programa socialista, manejado por la izquierda como una alternativa latente o como un proyecto de gobierno cuando se asume la táctica electoral, no conduce a un cambio del sistema ni aún en sus pronósticos más optimistas. La instauración de socialismos improvisados, de bases cuestionables aplicando modelos probadamente ineficaces producen efectos contraproducentes para la emancipación del hombre pues se traicionan las desmedidas expectativas y se generan crisis económicas reales que serán subsanadas con remedios peores que la enfermedad capitalista que se pretendía solucionar.

Una radical transformación exige mucho más que nacionalizaciones, estatizaciones y aumentos de impuestos; es algo mucho mayor, e incluso muy distinto, que la toma del poder en estados e incluso en todos ellos al mismo tiempo. Se precisa de una radical transformación de la humanidad, de un evento que marque un antes y un después tal cual lo hizo hace diez mil años la revolución neolítica. Requiere que se comprenda que no será la humanidad eligiendo a sus legítimos representantes o defendiendo sus intereses auténticos sino que la acción decidida, incluso caprichosa, de algunos hombres que se propondrán recrear al hombre y la humanidad.

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