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CHILE - Allende, Salvador de utopías

Daniel E. Benadava

Martes 13 de septiembre de 2011, por Daniel E. Benadava

Salvador Allende nació el 26 de junio de 1908 en la ciudad chilena de Valparaíso. A lo largo de su juventud participó en diferentes movimientos sociales y ocupó distintos cargos políticos hasta que en noviembre de 1970, liderando el Movimiento de Unidad Popular (en donde confluían comunistas, socialistas, radicales y socialdemócratas), fue elegido presidente de Chile.

En los primeros tiempos de su gobierno Allende procuró que los trabajadores participaran en todas las esferas de la sociedad y mejoraran las condiciones laborales en las que realizaban sus tareas; los chicos tuvieran acceso a una educación gratuita; y todos pudieran ejercer su derecho a una vivienda digna. Así mismo, el Estado recuperó la explotación del cobre y comenzó una reforma agraria con la que se benefició a los campesinos que no tenían tierras para trabajar.

Pero al mismo tiempo que se desarrollaban estas transformaciones políticas, muchos de los bienes de Chile que estaban en el exterior fueron embargados, grupos de derecha realizaron numerosas acciones subversivas atacando oleoductos, caminos y vías férreas; existieron huelgas de comerciantes que provocaron la escasez de bienes; y muchos empresarios cerraron sus fábricas.

Ante estos acontecimientos el gobierno chileno llamó a los obreros a ocupar las empresas cerradas y, así mismo, se conformaron los “Comandos Comunales” los cuales eran organizaciones populares que, principalmente, estaban integradas por campesinos y las Juntas de Abastecimiento y Precios que habían sido creadas por Allende para distribuir equitativamente los alimentos.

En forma paralela a que Allende encontraba escollos para construir una sociedad mas justa, en abril de 1972 se desarrolló en Chile el Primer Encuentro de Cristianos por el Socialismo quienes percibían en el accionar de Cristo un signo crítico de las culturas dominantes y, por tal motivo, consideraban que existía una imperiosa necesidad de que exista una explícita interacción entre fe y praxis revolucionaria que favorezca la liberación integral de todos los seres humanos.

En el año 1973, mientras las fuerzas gobernantes chilenas no podían concensuar si era conveniente (o no) que Allende profundizara los cambios sociales que estaba realizando, la crisis anteriormente descripta se profundizó ya que (entre otras cuestiones) la estatización de la banca no había logrado detener la fuga de capitales; existían muchas empresas que habían sido estatizadas y no estaban bien manejadas; y, por último, la reforma agraria en ocasiones había resultado “problemática” ya que, por ejemplo, en ocasiones quienes eran beneficiados con el otorgamiento de tierras no abonaban los créditos estatales que habían recibido para comprar maquinarias.

En este contexto, en el que los poderes económicos transnacionales claramente percibían que el gobierno chileno era contrario a sus intereses y afecto al bienestar popular, el 11 de septiembre de 1973 el General Pinochet encabezó un golpe cívico militar que finalizó con la democracia de su país y con la vida de Salvador Allende.

Hoy en día muchos entienden que una de las razones por la cual millones de latinoamericanos viven en la pobreza debería encontrarse en la falta de movimientos políticos y religiosos que, tal como ocurrió bajo el gobierno de Salvador Allende en Chile, tengan la utopía de transformar en forma radical -y no solo decorativamente- la realidad de un continente estructuralmente injusto e inequitativo.


Este texto fue originalmente publicado en el Número 280 de la Revista Alandar.

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