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AMÉRICA LATINA - La izquierda y la cuestión del ejercicio del poder

Pedro Santander

Jueves 11 de octubre de 2007, por Pedro Santander

Me parece que la experiencia histórica que lidera Chávez está dando respuestas a una tradicional falencia de la izquierda latinoamericana: cómo ejercer el poder. Este punto me parece de mayor interés.

Tradicionalmente la izquierda ha carecido de una sólida teoría del Estado, en contraste con un alto logro e interés teórico por el problema de la conquista del poder. En ese sentido, el socialismo latinoamericano ha mostrado una rica experiencia y creativas respuestas al problema del la toma del poder, que se han manifestado a través de diversas propuestas de acción y orgánicas partidistas: la lucha insurreccional, la lucha de masas, el foquismo, el partido obrero, el partido de cuadros, el partido de masas, etc. Es decir, la prioridad de la conquista del poder produjo gran reflexión y diversidad de experiencias en torno al instrumento –el partido- con el cuál se lograría dicha meta, en desmedro de la claridad teórica respecto de cómo administrar revolucionariamente el poder desde el Estado.

La única experiencia histórica que se aparta de lo anterior es la cubana que contaba con cuadros y teóricos como el Ché Guevara y el propio Fidel que a medida que se iban familiarizando con el Estado y su administración, iban, a la par, teorizando acerca de los desafíos, los logros y los errores que se cometían.

Los demás ejemplos son historias de fracaso: el gobierno de la Unidad Popular, bajo el liderazgo del Salvador Allende, contaba con el apoyo de estructuras partidarias históricas como el P.C. y el P.S., con años de experiencia, aceitadas como estructuras partidarias para la conquista del poder lo que, sin embargo, no fue suficiente para lograr un suministro o subsidio maduro y eficaz de los partidos al Gobierno de la UP, de cara a los complejos y dramáticos asuntos de la administración del poder.

La experiencia nicaragüenese, que al igual que la chilena debió enfrentarse al imperialismo estadounidense, también demostró que una eficiente organización para la toma del poder no es garantía para su eficiente administración (ni menos para evitar la corrupción).

En general, a lo largo de nuestra historia continental, nos encontramos con casos que demuestran insuficiente reflexión y respuestas ante el desafío de cómo cuadrar el binomio democracia-socialismo, una vez llegados al poder.

En Chile, el Partido Socialista simplemente abdicó de ese problema y puestos ante el desafío histórico de administrar nuevamente el Estado, optó por la administración del Estado capitalista. Solucionado el problema dictadura-democracia, se olvida la reflexión en torno a la contradicción capitalismo-democracia. En tanto, la izquierda extraparlamentaria, en las actuales condiciones, ha centrado sus preocupaciones en problemas de sobrevivencia.

De este modo, a pesar de la rica experiencia chilena en la lucha revolucionaria, a pesar de haber logrado la conquista del poder con partidos políticos consolidados, a pesar de los liderazgos históricos como el de Salvador Allende, Miguel Henríquez y Gladys Marín, la izquierda chilena no ha aportado gran cosa al problema socialismo-democracia. En cambio, el caso venezolano –y también el boliviano- nos muestran una rica y novedosa reflexión y experiencias en torno al problema del socialismo a través de la democracia.

Estas experiencias no sólo plantean una afrenta a una globalización que aparecía como incuestionable y única alternativa, también representan un avance histórico respecto de una falencia también histórica de la izquierda: administrar el Estado capitalista conquistado sin perder de vista la simbiosis posible entre democracia y socialismo. Chávez lo denomina “el socialismo del siglo 21”.

Se trata claramente de experiencias históricas. En ambos casos (Venezuela y Bolivia) se ha conquistado el poder a través de la vía electoral tradicional con miras al socialismo, por lo tanto, la discusión en torno a la relación socialismo-democracia es asunto de cada día. Lo nuevo es que esto se hace ahora con organizaciones partidarias relativamente débiles y nuevas, es decir, sin contar con lo que tradicionalmente fue el fuerte de la izquierda latinoamericana: orgánicas partidistas sólidas. En ese sentido, tanto el MAS como el Movimiento V República han tenido una limitada capacidad de proporcionar cuadros para la administración del Estado. A diferencia de lo que ocurre en países como Brasil, Uruguay, Argentina o Chile, donde los partidos tienen el monopolio del suministro de cuadros para las labores de administración del Estado y donde la discusión en torno al socialismo es débil, la experiencia venezolana y boliviana enfrentan ese desafío de manera necesariamente distinta.

En contrapartida, se cuenta con:

 La ayuda solidaria, en todo nivel, de la República Socialista de Cuba.
 La experiencia histórica de la izquierda latinoamericana, de sus fracasos tanto militares como ideológicos, y también de sus claudicaciones como en el caso del socialismo chileno.
 Movimientos sociales activos y consolidados que, en gran medida, han suplido la falta de cuadros partidistas.
 Liderazgos personales cruciales de Chávez y Morales, cuya procedencia tanto étnica como de clase difiere de los anteriores liderazgos de la izquierda (un militar mestizo y un campesino aymara).
 Un sustento ideológico no tradicional (marxista-leninista), sino histórico-contextual (bolivariano, étnico y socialista).

Estos elementos implican tanto fortalezas como debilidades. La alta dependencia de los procesos de un líder, por ejemplo, es claramente una gran debilidad. Un magnicidio podría poner fin a una vida y a un proceso simultáneamente. La evolución de los movimientos sociales que a veces parecen desplazar a los partidos políticos. Está por verse. Como sea, es posible que estos rasgos, junto a otros que irán saliendo en la práctica, puedan ayudar a la izquierda a seguir elaborando una adecuada teoría del Estado y que tal vez nos permitan alcanzar nuestra segunda independencia que nos libere del nefasto capitalismo.

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