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Los últimos estertores de la vieja guardia

CHILE, Valparaíso - Seis años después

Ariel Zúñiga

Martes 14 de octubre de 2008, por Ariel Zúñiga

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Debido a nuestro precario sistema de salud, desde hace mucho tiempo me he convertido en mi médico de cabecera. En carácter de tal me receté asistir a actividades académicas un máximo de una vez por año. Como me decía mi amigo Eugenio Baeza, una dieta de gente.

El año pasado fui confiado, debido a que Chiara, que por casualidad también se apellida Baeza, me lo había recomendado, a un seminario en la UDIversidad Diego Portales, alma mater para la cual soy su hijo pródigo, denominado “las posibilidades del marxismo”. En sumas cuentas era un cónclave de la whisquierda (no de la whiskierda) chilensis, en la cual los asistentes se sintieron sumamente ofendidos por haber dejado en evidencia su interpretación liberal, incluso neo liberal, de Marx.

Esta primavera me permití la licencia de asistir a una convocaria amplia hacia todo quien se oponía a la violencia policial. No haré escarnio de la forma en que estaba redactada pues es evidente que se proponía la llegada de todos, salvo tipos que se hayan reconocido explícita y públicamente como derechistas. Es, por decir lo menos, aberrante, que luego de quince años de inflación criminalizadora de parte del gobierno de “centro whisquierda” recién ahora se alarmen entre otros, amnistía internacional. Es por eso que la convocaria se refería a la oposición al “aumento” en la represión lo que da a entender una aceptación de la represión ya instalada.

Lo grato del encuentro fue que, pese a lo amplio de la convocaria, la asistencia fue reducida y acotada básicamente a quienes radicalmente se oponen al control social en sentido amplio. Pero las vedettes invitadas eran fieles representantes de la decadente mafia movimentaria. Opositores nominales del sistema, onanistas de la palabra, expertos en dar las gracias en público a los organizadores y a sembrar rumores sobre ellos en privado.

La gran fortaleza de la nueva generación es su escepticismo y esa es su mayor debilidad a la hora de concretar sus lúcidos diagnósticos. Tienen razones de sobra para ser así por obra y gracia de la fúnebre impronta de la jota (juventudes comunistas) y su afán de infiltrar hasta los boys scouts. Los siguen desde muy cerca el MIR, el MPMR, la Surda, los colectivos, los kolectivos, los grupos de estudios, las redes, los movimientos, los partidos, las ONG, las organizaciones gubernamentales, las gubernamentales, etc.

Teniendo bastante claro sus puntos de acuerdo y de disenso, y siendo respetuosos y ávidos a la hora de escuchar nuevas ideas y propuestas, todos esos jóvenes entusiastas compartían esa sensación de agobio, afixia e impotencia de saberse en la razón y no tener ninguna posibilidad de emprender una acción política.

A muchos les quedó claro que deben ocupar más tiempo en formar cuadros, no en conseguir convicción pues ya la tienen; obtener competencias teóricas y prácticas para acometer la gran tarea que podríamos llamar groseramente revolución. Juntarse con los suyos y potenciarse antes que buscar subsidios estatales y o “ciudadanos”. Seguir creyendo en las asambleas y en lo público, siempre, de lo contrario se prestan para el juego de los conspiparanoicos que por lo general son ladrones que juzgan a todos según su condición. Pero confiar también en la teoría y en el desarrollo de esa teoría por los oscuros y minoritarios senderos en donde sólo es posible. Lo democrático consiste en permitir que cualquiera pueda acceder al conocimiento no el de que cualquier ignorante pueda vetar y censurar lo que desconoce. Y se debe seguir desconfiando de aquellos que en vez que hacer de la revolución su forma de vida la han hecho su forma de ganarse la vida y también, asumir que en las UDIversidades, sean privadas con rótulo de públicas o privadas propiamente tales, nunca les van a enseñar cómo destruir el sistema que se esmeran neuróticamente en reproducir.

Todas, obviedades. Ellos las sabían de antes pero no se habían visto enfrentados a la necesidad de admitirlo puesto que han avanzado mucho terreno pensando y actuando, y eso los hace sentirse cada vez más solos y marginados.

Este mundo se cambia con cien personas que actúen correcta y sincronizadamente. Esto no ocurre puesto que todos los movimientos aspiran a convocarias amplias en vez que sólidas uniones de convicciones. Una vez que se tengan estos cien que hayan trazado un camino para la izquierda, una página que aún no se escribe, los demás pueden llegar en cualquier momento en la medida en que compartan ese ideario y práctica.

Es un error confundir lo democrático con lo espontáneo y el convencimiento con la adoctrinación o ideologización. El desamparo que sienten estos jóvenes es producto que la izquierda rebosa en tácticas sin tener definida una estrategia y eso la conduce a ejercicios diversos, hipócritas e inconducentes como los foros sociales mundiales, entre muchos otros.

No se trata de juntar por juntar, ni organizarse por organizarse, ni luchar por luchar, se trata de juntarse con quienes se confía hasta la vida, organizarse para transformar la humanidad y luchar en contra de un enemigo definido avanzado hacia un horizonte soñado y explicitado previamente por esa organización.

responsabilite

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