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En el Socialismo del Siglo XXI

VENEZUELA - Intolerancia

Domingo Rodríguez

Martes 17 de marzo de 2009, puesto en línea por Barómetro Internacional

Nunca he creído que polemizar a través de los medios contribuya a la revolución. Más bien lo he visto siempre como una forma más de alimentar narcisismos y dejar de lado la pelea fundamental. Sin embargo a veces es necesario aclarar términos, cuando la libertad de expresión permite excesos, falta de respeto y actitudes contrarrevolucionarias.

Por lo tanto voy a contestar a un artículo publicado el viernes 6 de marzo en el encarte “Debate Socialista”, una publicación que siempre hemos respetado, realizada por compañeros que acompañan el proceso bolivariano y que cuenta con columnas como “Un Grano de Maíz”, considerada por muchos como un aporte comunicacional importante al proceso que estamos viviendo.

Sin embargo, en esta publicación, aparece un artículo (anunciado en su portada) escrito por Neftalí Reyes, que asombrosamente dedica dos páginas enteras a realizar un ataque frontal al Anarquismo. La primera cosa a destacar es que a través de su texto y en forma expresa al final, califica al anarquismo como el principal enemigo de la Revolución Bolivariana (en esta etapa).

Según la autora entonces, la derecha y la reacción han dejado de ser nuestros principales enemigos. Según ella, debemos emplear toda nuestra atención y esfuerzo en atacar y destruir a algunos de aquellos que nos acompañan en esta difícil tarea de cambiar el mundo.

Actitudes como ésta no son nuevas, el autoritarismo, el sectarismo y la persecución han aparecido en todos los procesos revolucionarios. Siempre han existido quienes se consideran los poseedores absolutos de la verdad y se auto designan para reprimir y combatir a todos aquellos “herejes” que tengan visiones diferentes, aunque sean algunos de los que participan cotidianamente en la misma lucha.

Sin embargo, una de las características fundamentales del proceso bolivariano ha sido su amplitud.

Acorde con los tiempos, nuestro proceso social parece haber entendido muy bien la unidad en la diversidad. Combatiendo al imperialismo, al fascismo y a la reacción, mientras aportamos nuestro esfuerzo por crear una sociedad más justa, nos encontramos en la Venezuela de hoy -codo con codo- gentes con visiones del mundo que podrán tener distintos matices, pero que comparten objetivos comunes. Una circunstancia que definitivamente supera las “capillas” en las que se dividía la izquierda en los años 60. Igualmente, este Socialismo del Siglo XXI se ha caracterizado por no intentar definirse en forma previa dentro de una teoría que todo lo explique y todo lo determine, sino que ha preferido ir construyendo su visión y su ideología a partir de su praxis, de su trabajo cotidiano por cambiar las cosas.

Por eso, cuando en su seno aparecen actitudes como éstas con espíritu de Santa Inquisición, es necesario salir al paso y denunciar la intolerancia política como un factor contrarrevolucionario. ¿Es que no ha bastado el ejemplo del “socialismo real” para demostrar como el pensamiento hegemónico es mortal para los cambios revolucionarios? Primero se ataca al anarquismo, luego a los socialistas, más adelante a los cristianos, y se prosigue con todo aquel que no participe del pensamiento único, liquidando en el camino la esencia del proceso por el cual estamos combatiendo.

Y hay más aún. No voy a ponerme aquí a defender ni la ideología anarquista ni la condición de revolucionarios de aquellos que así se consideran. Baste sólo con mencionar que las ideas libertarias son precursoras en los movimientos revolucionarios desde el siglo antepasado y que las acciones militantes de los anarquistas van desde la Comuna de París hasta el Mayo del 68, pasando por la trayectoria de la CNT-FAI en la Guerra Civil Española. En nuestra Latinoamérica, todos los grandes movimientos sindicales, de México a la Patagonia, fueron organizados y promovidos por los anarquistas en las primeras décadas del siglo XX, como lo sabe cualquiera que se haya tomado la molestia de analizar la historia social de nuestro continente.

Pero lo que es importante puntualizar es que en el ataque que se realiza contra los anarquistas, aparecen consideraciones ideológicas que creo necesario refutar, porque no sólo colaboran en provocar confusión sino que constituyen importantes errores en una visión revolucionaria, Veamos algunas de ellas:

1)Para poder mostrar su tesis de que el anarquismo es pequeño burgués, la autora parte de un análisis de nuestra sociedad venezolana, de la que afirma, tiene “una abundante clase media”. No sé de dónde saca esta apreciación, ya que las consideraciones más optimistas que conozco sitúan a la clase media venezolana en el orden del 12% de la población.

2)Al intentar mostrar “las corrientes de la pequeña burguesía” que forman el anarquismo en el proceso bolivariano:

_a) Condena a un sector que “enfrentó el pacto de punto fijo y que una vez fue guerrillero” (¿se estará refiriendo a alguno de los ministros del gabinete de gobierno?), descalificando muy gratuitamente a aquellos que, aunque piensen diferente, no se han pasado al lado de la derecha y tienen detrás una historia y un aval de lucha revolucionaria que ha sido precursora de nuestro proceso.
_b) Dice que otra de las corrientes se forma en “el lumpen marginal” (¿clasismo, elitismo?) ¿Cuánto de ese “lumpen marginal” está constituido por los excluidos que el proceso bolivariano reivindica? ¿Es el “lumpen marginal” entonces parte de la petite bourgeoisie, según la autora? ¿Qué arroz con mango es éste?

3)Y muy importante, en el objetivo de atacar las prácticas que adjudica a los anarquistas, realiza un ataque directo a la autogestión. Siempre hemos creído muy claro y transparente el concepto del presidente Chávez, cuando habla de “empoderar al pueblo”. No es casualidad que ha propuesto que los Consejos Comunales no dependan del PSUV, sino que mantengan su autonomía y que su relación con el gobierno sea directamente con Miraflores (o ahorita a través del Ministerio recién creado). Aparentemente la autora tiene miedo (ya que lo dice dos veces en un mismo párrafo) de que el pueblo caiga en el “asambleísmo” que es “incontrolable”. O: “Nosotros debemos construir un poderoso partido organizado en unidades pequeñas de discusión…Estas unidades se pueden controlar.” La pregunta es ¿Porqué y quienes deben controlar a la gente? Hasta ahora, el propio presidente Chávez sigue afirmando (y lo ha vuelto a repetir luego del referéndum) que aquí quien manda es el pueblo, es la gente organizada por su propia decisión.

4)Finalmente se argumenta que los anarquistas atacan al estado y se postula una defensa acérrima del “Estado revolucionario”. Al respecto:

a) Muy poco inteligentes serán los anarquistas que en las circunstancias actuales consideren que su principal tarea es destruir el Estado, ya que eso los colocaría hoy mano a mano con el neoliberalismo. Si en algo se han caracterizado las visiones anarquistas, es en no partir de dogmas previos e inmutables, y así se lo han reprochado siempre algunas otras visiones de la izquierda.
Y b) El “Estado revolucionario” fue un concepto usado en el socialismo real y creemos que ha corrido su misma suerte. Creer en un “Estado revolucionario” como protagonista de la revolución no es lo mismo que le hemos oído al presidente y que hemos practicado en estos diez años de proceso, de ir realizando cambios progresivos en la estructura del Estado venezolano heredado, para así promover e impulsar los cambios necesarios dónde deben generarse, en la sociedad.

En definitiva, si nos pusiéramos puristas habría mucho más para analizar y decir. Sin embargo creemos que es suficiente con denunciar el lamentable espectáculo de estas nostalgias de Burós políticos o Comités Centrales que han constituido siempre para la izquierda un pesado lastre, y que son un factor contrario a la práctica revolucionaria. Ojalá estas cosas no persistan y podamos lograr lo que pregonaba Simón Bolívar, la unidad de todos aquellos que peleamos por un mejor futuro.


domingorodriguez7[AT]gmail.com

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