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CHILE - Hegemonía política-cultural v/s efectividad electoral

Nicolás Chadud

Viernes 7 de agosto de 2009, por Claudia Casal

La hegemonía cultural y política que ha logrado consolidar la Concertación de Partidos por la Democracia, que se manifiesta principalmente en un plano objetivo, puesto que ha encabezado los últimos cuatro gobiernos constitucionales y la consecuente implementación de políticas que tienden al crecimiento económico y a obtener mayores grados de justicia social. A su vez, se desenvuelve en una dimensión subjetiva que se vincula con encarnar y transmitir con eficacia ciertos valores y temas como lo son: protección social, democratización de oportunidades y derechos, cohesión e integración, garantías y libertades individuales, desarrollo sustentable, entre otros, que coexisten con otro gran tema, particularmente en las grandes urbes: la seguridad pública [1]. Bajo el presente diagnóstico sociopolítico se hace interesante reflexionar sobre cómo la hegemonía cultural y política concertacionista, logra o no aunar voluntades con las dificultades actuales para seducir a la mayoría del electorado para un nuevo periodo presidencial.

Como efecto de la instalación de dichos temas en la agenda país, los denominados “temas progresistas” son recitados y reivindicados públicamente por todos los sectores políticos sin excepción, incluidos los de oposición de derecha y la oposición generada desde dentro del bloque oficialista. Se utiliza una discursividad y un habla que enfatiza la importancia de profundizar el sistema de protección social implementado y legitimado por Bachelet, que goza de la más alta popularidad de un presidente desde que se mide dicha variable en nuestro país. Sin embargo, queda pendiente una reforma en el régimen político, que al menos modifique substancialmente el sistema electoral para elegir a los parlamentarios y así contribuir hacia la consolidación de un Estado social y democrático de derecho, en los términos que lo plantea Norberto Bobbio.

Se trata de valores y temas que han ido ganando un espacio en la sociedad chilena (cada vez menos jerarquizada y más secularizada [2]) en términos de lo que se conoce como el imaginario colectivo y que tienen un correlato empírico que se manifiesta nítidamente y en su máxima expresión, en la implementación de un sistema de protección que asegura un mínimo social y económico para el conjunto de la ciudadanía. Es lo que en Europa se conoce con el nombre de Estado de Bienestar [3] o Estado Providencia, según lo llama Pierre Rosanvallon [4] o Welfare State , en una escala menor de acuerdo a los niveles de nuestro país.

La implementación sistemática de políticas sociales durante dos décadas y cuatro gobiernos que apuntan a igualar oportunidades, permitiendo un mayor acceso a ciertos bienes públicos como la educación desde la infancia hasta la adultez o la salud por medio del AUGE, lo que ha permitido generar condiciones materiales y subjetivas para aspirar a un cambio más profundo de las estructuras políticas y económicas básicas del país, que se reflejan en las propuestas programáticas de diversos candidatos que aspiran a ocupar la Presidencia de la República como, por ejemplo, remplazar la Constitución de 1980. Navarro y Frei proponen elaborar una nueva Carta Magna, aunque por medio de mecanismos y con énfasis distintos. Otros, en cambio, apuntan a corregir el modelo económico para impulsar a las PYMES y ayudar a la clase media en el caso de Zaldívar o estiman conveniente subir los impuestos a ciertos productos como el alcohol y el tabaco, así como a las grandes empresas para financiar un programa social expansivo, según las propuestas presentadas por MEO [5].

No es para nada coincidencia que los principales candidatos a la primera magistratura provengan de la misma matriz cultural y política, incluido Piñera que proviene de una familia demócrata cristiana y que votó por el NO en octubre de 1988. En mayor o menor medida los candidatos se encuentran inspirados por temas, valores y políticas que se han logrado legitimar como eficaces y justas en términos distributivos durante el último tiempo. Han desaparecido gran parte de las ácidas críticas del neoconservadurismo en contra de programas sociales o subsidios dirigidos hacia la clase media y sectores populares, como fuentes de despilfarro de los recursos públicos o como prácticas populistas o clientelares, aunque se pronuncia desde la derecha el concepto de “intervención electoral” cuando se inauguran obras gubernamentales, lo que da cuenta de que el triunfo inminente de Piñera previsto hace un tiempo atrás, ya no lo es tanto. Por su parte, la UDI no se la juega en terreno por el candidato de la Alianza, especialmente en zonas más empobrecidas donde tiene mayor arraigo, puesto que Piñera no representa ni de cerca el proyecto político gremialista.

Existe la convicción, aunque no siempre se explicite del todo, de que el crecimiento económico por si solo no implica bienestar social y desarrollo humano según lo entiende el PNUD [6], o de que el mercado no es siempre un justo asignador de los recursos cuando carece de una debida regulación pública, lo que evidencia un retroceso del neoliberalismo más ortodoxo, que ha provocado una seria crisis en los mismos Estados Unidos, afectando al resto del mundo. Sin embargo, la hegemonía política y cultural que ha logrado consolidar la Concertación no necesariamente se reflejará en efectividad electoral en las próximas elecciones presidenciales, producto de la dispersión del voto en candidatos como Zaldívar(PRI), Henríquez-Ominami, Frei, Arrate(actual PC) y Navarro(MAS) que entre todos suman la votación promedio de la Concertación, pero nada asegura que aquella votación sea aglutinada en una segunda vuelta como consecuencia de las profundas divisiones, fracturas, escisiones y renuncias que ha sufrido la Concertación en los últimos años, desde los llamados diputados díscolos hasta ex presidentes de partido como Adolfo Zaldívar o destacados militantes como Arrate, Ominami o Trivelli.

La Concertación perdió la oportunidad de consumar un proceso de primarias convocantes y abiertas que le permitiera “re legitimarse” ante la ciudadanía y diferenciarse de Piñera, que genera fuertes desconfianzas en los sectores de menores ingresos. Lo que es peor, por momentos el Comando de Frei, ha librado una verdadera “guerra de guerrillas” en contra de candidatos desafiantes como MEO y su entorno, lo que hace más difícil en una segunda vuelta aglutinar los votos que provengan de dicha candidatura y, por de pronto, aspirar a seguir creciendo por sobre el 30%(según la última encuesta CEP de mayo junio de 2009 [7]), que es una cifra bastante mediocre y lejana al 50% +1, considerando el alto apoyo que registra el gobierno y su presidenta. En tanto que MEO ostenta un apoyo ciudadano relevante acompañado de un excelente despliegue mediático, pero carece de una estructura partidaria y parlamentaria que en los momentos de mayor intensidad en una campaña, son fundamentales para movilizar personas y aunar voluntades a lo largo de Chile y no tan sólo en las grandes ciudades.

La dificultad principal de la Concertación para superar a la derecha reviste en que el candidato oficial es poco novedoso y ya ha ocupado el máximo cargo de representación popular, en un contexto político en donde pareciera ser que los electores se inclinan más por los rostros nuevos que se asocian a nuevas ideas. La multiplicidad de candidatos provenientes de la Concertación refleja un desgaste político evidente y sobre todo la incapacidad de plasmar y encaminar un proyecto país eficaz, que sea incluyente de diversas corrientes de pensamiento liberal, social cristiano y social demócrata. Una de las fortalezas históricas de la Concertación fue su capacidad de aglutinar y convocar a diversos sectores políticos para ponerse de acuerdo en un programa político y de gobierno, así como para llevarlo a cabo con bastante eficiencia.

Las dos candidaturas presidenciales de mayor apoyo popular del mundo cultural concertacionista (La oficial y la otra) requieren tender puentes y disipar el clima de confrontaciones y desconfianzas. En el caso de Frei, para lograr la mayoría absoluta requiere de la votación de MEO. En cuanto a un eventual Gobierno de MEO, necesita no sólo del apoyo retórico y de la empatía que pudiese proyectar Bachelet en una segunda vuelta, sino de una estructura partidaria y parlamentarios que se encuentren dispuestos a apoyar sus políticas en el Congreso Nacional. Por primera vez se presenta un escenario sociopolítico y cultural en que la Concertación alcanza un umbral máximo en cuanto a hegemonizar la discursividad política cultural en Chile, pero con serias dificultades para ser efectiva electoralmente, para lograr así una nueva presidencia que enfrente exitosamente los desafíos del Bicentenario.


Nicolás Chadud es Politólogo, investigador y columnista.

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[1El llamado combate a la delincuencia o la criminalidad es el gran tema que levantan los sectores conservadores a nivel mundial y Chile no es la excepción. Revisar al respecto las declaraciones del presidente de la UDI Juan Antonio Coloma en cuanto a la “perdida del estado de derecho” en la Araucanía. En: http://www.lanacion.cl/prontus_noticias_v2/site/artic/20090802/pags/20090802231724.html, revisado el 5 de agosto de 2009.

[2Características que se materializan, por ejemplo, en la creación de nuevos referentes políticos como “Independientes en Red”, que se encuentran menos vinculados a las élites clásicas o a clases o estamentos sociales como en antaño. “Los partidos políticos son el reflejo y la nomenclatura de las clases sociales. Surgen, se desarrollan, se descomponen y se renuevan según el modo como los diversos estratos de las clases sociales en lucha experimentan desplazamientos de alcance histórico real, perciben el cambio radical de sus condiciones de existencia y desarrollo […]”. Gramsci Antonio, ANTOLOGÍA. Selección, traducción y notas de Manuel Sacristán, Siglo Veintiuno editores, decimoquinta edición, 2005, p.110

[3El Estado Bienestar que consolida derechos básicos a las personas, ha sido criticado históricamente por el pensamiento de derechas por constituirse como contrario al estadio actual de la humanidad. Hayek se refiere explícitamente al “atavismo de la justicia social”. Véase “El atavismo de la justicia social. En http://www.cepchile.cl/dms/lang_1/doc_788.html

[4Revísese la obra del autor en cuestión “La cuestión social. Repensar el Estado providencia”.

[5“La extensión del Welfare State a lo largo de la historia se ve como una consecuencia del desarrollo de los elementos fundamentales de la modernización de la sociedad, y constituye la fórmula actual de la participación política y la redistribución de la renta, en aras de la integración de los sectores más desfavorecidos”. Picó Josep, TEORÍAS SOBRE EL ESTADO DEL BIENESTAR, Siglo Veintiuno editores, tercera edición, 1999, p. 5.

[6Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo. Véase en http://www.pnud.cl/

[7Estudio Nacional de Opinión Pública N º 59. Disponible en: http://www.cepchile.cl/bannerscep/encuestascep/encuestas_cep.html, revisado el 5 de agosto de 2009.

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