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BRASIL - El engranaje putrefacto

Bruno Peron Loureiro

Miércoles 17 de marzo de 2010, puesto en línea por Barómetro Internacional, Bruno Peron Loureiro

Todavía tengo mis dudas sobre como Brasil, que tiene mucha gente que no sirve, podrá ir hacia delante. Con cada depósito de esperanza, surgen nuevas dudas de desgracia. El país está tomado por aprovechadores, corruptos, asesinos y ladrones, desde el origen de los movimientos populares hasta las cúpulas de toma de decisiones.

Los grandes debates políticos se concentran en el impasse entre el Estado y el Mercado, aunque primero deberían identificar donde está el “bien” y donde está el “mal”. Los fragmentos del mapa del Brasil son dominados en vez de ser compartidos por los tupinicas. Son raras las excepciones que se marginalizan del engranaje putrefacto por discordar de su funcionamiento.

El término “engranaje” sustituyó al eufemismo “sistema” porque éste ya es parte del vocabulario de condescendencia y resignación. Recetas de un país cuya “cocina” es apropiada para los individuos, los grupos y los distintos países enfrentados.

Es muy fácil cambiar un sofá de lugar, pero no puede decirse lo mismo de la cultura. Mucho menos de la cultura clientelista y vasalla que se propaga con la velocidad del virus H1N1 en este nuestro “país del futuro”.

La venalidad de los políticos en puja electoral anula cualquier pretensión de desarrollo del Brasil. El voto de un elector ponderado es inmediatamente anulado por el de otro que recibió una cesta básica para alimentar la manada de hijos que tienen un triste destino pre-natal: la pobreza espiritual y material. La producción en serie de descendientes es de mucho interés para los recogedores de votos tupinicas.

Es un doble problema, de orden educativo y económico-social

Dando continuidad al tema de la decadencia tupinica, entorpece el hecho de que vivir detrás de las redes ha sido una opción en lugar de un flagelo. Sumado a la constatación de que las “autoridades” tienen derecho a teléfono celular con televisión asignada y aire acondicionado, cuando no burlan a la justicia por su posición destacada en los negocios y en la sociedad, o el criminal que cobra la ayuda como asegurado en la Previsión Social, una bolsa de R$798,30 mensual dirigida a la familia del presidiario que tiene hijos. Esto es un monto mayor que el salario mínimo de R$510. La condición de presidiario la da este derecho renovable trimestralmente, por el tiempo que esté preso. El criminal sostiene a su familia sin trabajar, mientras el trabajador libre muchas veces gana mucho menos por una pesada actividad y sufre las peores explotaciones, inclusive por parte del propio Estado.

El Brasil está nadando en excremento. Los presidiarios deberían trabajar para la sociedad, por ejemplo en la cosecha o en la construcción civil, en retribución al daño causado a la sociedad y emulando sistemas carcelarios que funcionan. No existe peor desgracia que nuestro complejo presidiario. No falta mucho para que aparezca la expresión “falta de voluntad política” para cambiar una situación cuyo desajuste es evidente e impostergable.

En algún momento de mi militancia expresé que podemos perder todo menos nuestra capacidad para soñar. Ha llegado el momento en que debemos elevar las protestas antes de que el lugar más digno para vivir sea la placenta.

Necesitamos impulsar la educación, reinventar la política y decir basta a los excesos cometidos contra la ciudadanía. El mapa tupinica está lleno de mordidas, y por eso se muestra desgastado.

Llegará el momento de las buenas personas, que no harán oposición meramente en pro de intereses de clase, sino por una convivencia colectiva responsable.

La esperanza reside en aquellos que preservan los sueños.


sr22[AT]brunoperon.com.br

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