Ciclos que se alternan

Conversé con un familiar respecto a la civilización maya y su triste crepúsculo. Los mayas, entre otros promotores del saber, desarrollaron conocimientos avanzados en agricultura, matemáticas y astronomía, así como la creación de un calendario que trasciende las eras.

La esencia de esa conversación tocó la arrogancia y la codicia de los conquistadores españoles que pisaron América en busca de riquezas y sometieron grandes civilizaciones a través de la superioridad bélica con que llegaron al Nuevo Mundo.

Se cierran ciclos y se inauguran otros. Algo me convence de que no sólo por los mitos en torno al calendario maya, el ciclo de opresión de un pueblo sobre otros está al borde del final.

Los ojos de los ciudadanos de bien comienzan a abrirse y a rechazar tanta opresión, retrospectiva y violencia. América Latina cambia de ser una proveedora de materias primas baratas a ser un jugador mundialista.

La tragedia de Haití persiste en sus irresolutas elecciones presidenciales, en la propagación del cólera, en la opinión de que la magia negra ha denigrado al país, y en la esperanza de algunas decenas de criaturas haitianas que son adoptadas por familias francesas y llevadas a París.

En este ínterin, el patrón del mundo Barak Obama lamenta la recusación de la “Dream Act” o la legalización de jóvenes emigrantes que hicieron cursos universitarios o prestaron servicio militar en los Estados Unidos. Conmemora sin embargo la aprobación de la ley que acepta homosexuales en el ejército.

Más de 16.000 militares estadounidenses fueron expulsados de esa institución por homosexualidad. La nueva política reduciría la deserción. Con todo, los relatos de soldados que estuvieron en el campo de batalla, conmueven y desmerecen la guerra, cualquiera sea su justificativo.

Como todo es comercio en ese país, los portavoces de los Estados Unidos intentaron convencernos de que la guerra es necesaria para la paz de otros pueblos y la seguridad mundial. Es lo que desean que suceda con las dos Coreas, que insistan en seguir el camino de la fricción y la desconfianza.

Para reducir la discordia mundial, el discurso navideño del Papa Benedicto XVI es de alguna utilidad, a pesar de la institución decrépita que él representa, pues exhorta a la humanidad a pensar en la armonía del planeta al cual todos pertenecemos, independientemente del nombre que lleve cada dios.

El 2010 quedó reconocido como año de catástrofes naturales, azotado por inundaciones, terremotos y erupciones volcánicas. Agrego que tuvimos numerosas pruebas de la insostenibilidad del modelo de consumo y de desarrollo que heredamos de los europeos, hoy enterrados por la nieve.

Habrá más espacio para los ciudadanos de bien de este planeta, que no precisan imponer sus ideas, como hicieran a lo largo de los siglos los eclesiásticos, los emperadores y los dictadores.

Es funesto el futuro de los seres que desconocen el bien común, como los canallas que votaron en tiempo récord a favor de un aumento del 60% de sus propios salarios en el Congreso Nacional brasilero.

Grandiosas civilizaciones ceden espacio a otras que no tuvieron ni la mitad de su evolución moral, pero que vencieron por el uso de la técnica a favor de la destrucción y la opresión.

Ciclos fenecen y otros se inician naturalmente en el curso de la Historia.

Deténgase un poco y reflexione sobre el mundo que desea. Trascienda su medio.

Es posible dar nuestra contribución, por más por más putrefacto que sea el corazón de nuestra civilización.

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