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El parte aguas histórico

LIBIA - ¿La barbarie del imperialismo o un nuevo mundo?

Lic. Carlos Guillermo Maldonado

Domingo 10 de abril de 2011, puesto en línea por Barómetro Internacional

El tema de Libia no puede entenderse como el caso aislado en un país lejano que se debate entre una revuelta “popular” y los seguidores de su gobierno. Dentro de un mundo globalizado y dominado por una economía capitalista, no es un tema local, ni distante, ni mucho menos. Es un tema que debe entenderse dentro de la estrategia imperialista mundial de expansión de su “democracia” neoliberal como ariete ideológico de su expansión económica de mercado unilateral.

El Imperialismo, según el Transnacional Institute –TNI– fundado a principios de los años setenta en Ámsterdam para el estudio de las contradicciones propias y las que provoca éste, encabezado por Estados Unidos, ha erigido seis banderas ideológicas en esa nueva coyuntura, luego de desmontar la que antes blandía con vigor, como era la de la “defensa del mundo libre contra el comunismo”, al caer la ex URSS, ya sin el peligro del avance de aquél. Éstas son:

1) la Guerra Global contra el Terrorismo (GGT);
2) las Armas de Destrucción Masiva (ADM) en manos equivocadas;
3) los estados fallidos;
4) la necesidad y la justicia de intervenciones humanitarias eternas y forzosas;
5) el cambio de régimen en nombre de la democracia; y,
6) la guerra contra las drogas.

Dentro del análisis del caso libio, considero que las banderas 4 y 5 son las que se ajustan plenamente a él.

Utilizando el mismo libreto de otras latitudes, se aprovecharon las “revueltas” en Túnez y Egipto, respectivamente, para iniciar la desestabilización contra Libia. La primera baja que tuvo dicho conflicto fue la verdad. Los grandes consorcios noticiosos internacionales bloquearon la información sobre lo que realmente acontecía en aquella nación, dejando correr una idéntica plana desinformativa por todos los medios principales y locales: las tropas de Gaddafi estaban masacrando al pueblo indefenso; asesinando a civiles desarmados, bombardeando a los civiles, etc. Los líderes de las grandes potencias también repetían el libreto y lo siguen repitiendo. Sin embargo, semejantes acusaciones, nunca fueron verificadas. Jamás salieron fotografías ni tomas, ni profesionales ni de aficionados, de semejantes atropellos. Siempre se apoyaron dichas “informaciones” en personas que “por su seguridad” no daban sus nombres y en “fuentes anónimas”. Nunca hubo tomas de los heridos en hospitales o sitios bombardeados por Gaddafi.

Ese bloqueo “activo” fue llevado a cabo por renombrados corresponsales de las transnacionales de la información. Por ejemplo, José Levy enviado especial de CNN para Medio Oriente y África en este caso, transmitía lo que pasaba en Libia desde la comodidad y seguridad de su casa en Tel Aviv. Los corresponsales de El País de España desde ese país, The Guardian de Inglaterra desde Londres, Der Spiegel desde Berlin. En fin todos informaban al mundo lo que sucedía en Libia desde fuera de Libia. Si no hubiera sido por Al Jazeera y Telesur, el mundo hubiera seguido atenido a dichas “informaciones”.

No obstante, dichas debilidades, tergiversaciones y falsedades, las potencias agresoras las utilizaron como base para llevar a cabo la agresión. Incluso, a pesar de haberse nombrado una Comisión de Verificación de lo que realmente sucedía en territorio libio por parte de la Unión Europea, su reporte nunca fue escuchado en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU, denunciado a su tiempo por el delegado de India. Para los agresores, el gobierno libio era culpable y punto, pues la verdad hubiera demostrado todo lo contrario y eso hubiera interferido en sus siniestros planes concebidos con antelación. Por tanto, el ataque debía llevarse a cabo, pues el objetivo trazado era imponer la “verdad” del Imperio.

Una verdad que surge a fuerza de bombardeo mediático, cuyo engendro será una “opinión pública” que avale que los condenados de antemano merecen el castigo “redentor” que los salve de la tiranía y la barbarie para regenerarlos para la democracia y la civilización, pues tanto gobernados y gobernantes de esas latitudes son salvajes, crueles, atrasados, hostiles, misóginos, tiranos, lo cual, fácilmente, los conduce al fanatismo y el radicalismo que desemboca, obviamente, en el terrorismo.

Por supuesto, esa propaganda masiva debe convencer, en primera instancia, al pueblo de los Estados Unidos. Ese pueblo debe estar convencido que él a través de su gobierno tienen la misión de, ya no solo defender la democracia, sino de expandirla al “pobre salvaje”. Una santa cruzada de rescate a los pueblos que no han conocido la “democracia”. En segundo lugar, debe convencer a las elites y los pueblos agredidos de que el ataque que se lleva a cabo a la larga será de beneficio para ellos mismos; la amarga medicina que curará sus males. O, en su defecto, a sus vecinos quienes preocupados porque el mal se extienda, se aprestan a colaborar con el médico o salvador para aplicar la medicina–agresión en el pensar que el beneficio futuro será para todos, especialmente para el enfermo e ignorante a tratar. Por último, debe convencer al resto del mundo compuesto por países que pueden ser aliados, neutros o críticos.

El Imperio cifra ese convencimiento en tres consensos. El “consenso activo” que es lo óptimo, lo ideal que es muy difícil de logar ya que siempre habrá quien recele de sus “buenas intenciones”. El “consenso pasivo” que si bien no es lo mejor, es considerado suficiente para actuar, aunque ello le cree oposiciones posteriores al no entender algunos las justificaciones del Imperio lo que puede provocar resistencias contra éste. Por último, el “consenso comprado”, que significa prosperidad para los grupos colaboradores pero privaciones y desigualdades para los demás. Este último es que logra imperar por lo regular debido a la historia de hipocresías que ha cosechado aquel.

La plantilla dirigente del Imperio, unos convencidos, otros siniestramente aviesos, evocan la “excepcionalidad estadounidense” como el ejemplo a emular por los pueblos del mundo. Propaganda que de tanto incrustarla en el imaginario colectivo de esos pueblos, especialmente el suyo propio y los más cercanos a su territorio a través de su cultura, hacen que despreciemos nuestra historia. Hemos hecho nuestra las concepciones del conquistador que una vez fue español y ahora es gringo. Existe esa conciencia mítica que nos paraliza y que han sembrado los colonizadores en nosotros. Esa que nos dice que ellos son superiores. Nos sentimos menos. Adoptamos actitudes malinchistas, queriendo parecernos a los colonialistas, repitiendo el patrón con otros que por algunas circunstancias se encuentran en desventaja con respecto a nosotros adultos pensantes y maduros: niños, ancianos, discapacitados, o, a los que consideramos ignorantes, o a los que consideramos pobres en aspectos materiales.

Hasta que los colonizados asumamos que esa imagen no es “natural” no es “normal”, sino al contrario, es “excepcional” empezaremos a variar nuestra concepción del mundo. Comprobaremos que el Imperio no es infalible como se lo demostraron los vietnamitas o como se lo están demostrando ahora los iraquíes, los afganos y, en este momento, los libios. Hasta que no rompamos radicalmente con la idea que el Imperio nos ha impuesto. Esa del “destino manifiesto” donde se auto–autorizó a proteger a los pueblos al sur de sus fronteras y luego lo extendió al mundo entero, despojándolo de ese principio de autoridad que a fuerza de la fuerza nos han impuesto y lo hemos asimilado por el contubernio de aquél con las elites locales, no seremos realmente libres.

Volviendo al caso Libia, luego de imponer su “verdad” sobre ella y su líder histórico, el Imperialismo inserta los argumentos de base a su agresión armada: la misión protectora hacia un pueblo que, como sigue machacando, está siendo masacrado por su propio gobierno a pesar de haberse demostrado su falsedad. Esa es la “necesidad y la justicia de intervenir humanitariamente” a favor de ese pueblo acorralado.

Para ello, se auxilia de una “oposición” fabricada, virtual, fantasmagórica la que, hasta el momento, no sabemos a ciencia cierta quienes la conforman. Ni siquiera los “agresores” lo saben a ciencia cierta: según una nota de Telesur del 31 de marzo de 2011, la agencia británica Reuters y confirmada luego por la cadena de televisión estadounidense ABC News, existen agentes encubiertos de la CIA para que preparen las posibilidades de armar a los rebeldes si el presidente (Obama) decidiera seguir esa ruta en el futuro. Al tiempo que se reveló la existencia de una orden de armar a los rebeldes… El diario New York Times publicó que la Agencia Central de Inteligencia cuenta con agentes clandestinos en Libia para recolectar datos que faciliten los ataques aéreos militares y entablar contactos con los rebeldes… Según el rotativo neoyorquino, que cita a funcionarios estadounidenses que hablaron bajo la condición del anonimato, al contactar con los grupos rebeldes los representates de la CIA esperan poder tener una mejor idea de quiénes encabezan este movimiento y qué ideas defienden. (sic). Por el momento, solo hay tres cabezas visibles en ella las cuales representan al Consejo de Transición en Libia: Mustafá Abdulyalil, ex Ministro del Interior y posteriormente Ministro de Justicia, Abdelhafiz Ghogael, ex vocero de Gaddafi y ahora, Hifter Jalifa, ex coronel del ejército libio, ahora agente de la CIA que se hará cargo de la “Dirección de las operaciones militares” de las fuerzas de oposición, según nota del Daily Mail de Inglaterra y McClatchy Newspapers y el ABC News de Estados Unidos.

Tres figuras que, si al gobierno de Gaddafi se le acusa de crímenes de lesa humanidad, estos fueron tres de sus máximos perpetradores. Representantes de una oposición que adueñándose de Bengazi con el auxilio de asesores extranjeros que coincidentemente pertenecen a las fuerzas agresoras de hoy, la utilizaron como cabeza de playa desde donde coordinar y avanzar hacia la ocupación de todo el país. Una oposición que si bien puede contar con verdaderos desafectos al régimen, también cuenta con combatientes “involuntarios” que temen por sus vidas, las de su familia y sus bienes. Pero más de ello, con mercenarios contratados por las potencias invasoras. De ahí, su endeble moral para llevar a cabo la conquista del resto del territorio. Por ello, incapaz de avanzar por sí misma tienen que pedir el apoyo irresoluto de los “extranjeros” para bombardear a su propio pueblo del cual dicen ser parte o conseguir armas de esos mismos invasores que están masacrando a su gente. Por lo mismo, para los extranjeros agresores la espuria oposición ha resultado más que un aliado fuerte, una debilidad por la afrenta que representan para el mismo pueblo libio, a los vecinos que ven en ella un actor ilegítimo y ante los pueblos del mundo como simples “perros de la guerra”. ¡Bases de arena sobre las que se ha apostado el Imperio!

Esa oposición liderada por el Consejo de Transición en Libia no es más que una caterva de agentes del Imperialismo que en la urgencia de darle legitimidad ante el pueblo libio y el mundo, fue reconocida por Francia primero y Estados Unidos después. El pastel estaba en el horno. Luego, con esa ilegítima legitimación, presionaron al Consejo de Seguridad de la ONU para conseguir el aval legal de una “zona de exclusión”, cuyo bombardeos no solo han destrozado infraestructura aérea, de suministros de armas, aviones sino se han dedicado a bombardear otros tipo de infraestructura productiva y a la población civil, lo que ha provocado los famosos y tristemente célebres “daños colaterales”. Un bombardeo humanitario que bombardea al pueblo que dice proteger. ¡Qué cinismo y qué descaro!

El Imperialismo ha mutado hacia el abismo de la inmoralidad donde puede poseer las armas más letales pero no la solvencia para presentarse como el paladín de la democracia y los derechos humanos.

Las revueltas de Túnez y Egipto, sospechando ahora si fueron genuinas, con la entrada en el teatro de operaciones en Libia de los mercenarios de la OTAN por aire y por tierra por parte de esa falsa “oposición, han quedado neutralizadas. Sus líderes cooptados o marginados, mientras los que ocuparon el poder hacen negocios con las armas y la logística a través de sus fronteras con Libia. Los otros movimientos como en Yemen, Bahrein y Jordania también fueron controlados con represión para las cuales no hay intervención militar de la OTAN, incluso con ejércitos extranjeros como los de Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos posicionados en Barhein.

La ola “revolucionaria” costeada por el Imperio se ha extendido, incluso, a Siria donde se ha desmantelado la red de desestabilizadores pagados por las potencias extranjeras y Bashar al Assad, su líder, ha sido respaldado mayoritariamente por su pueblo. Casualmente, un gobierno que para Israel es un enemigo que hay que derrocar y con ello, controlar la zona con miras pronto a la reconquista del Líbano. Con esto se estaría dando la estocada final a grupos de liberación nacional como Hizbullá en Líbano el cual tuvo la nobleza de detener a las fuerzas sionistas contra su país y Hamas que ha defendido aún con precarios recursos la integridad de la Franja de Gaza contra la agresión constante y descarada del enemigo sionista.

Si el Imperio somete a los libios, dispondrá en su territorio de una mega base muy importante para prevalecer sobre Europa, controlar el paso estratégico del canal de Suez, la zona del Magreb y Magrech en camino a la construcción del Gran Medio Oriente. Con ello estaría cercando en tenaza a Irán, asegurando con el ambicionado, desde hace tiempo, ataque militar so pretexto de su programa nuclear, las fuentes energéticas de petróleo y erigirse como el líder mundial ante potencias enemigas, para él y emergentes como China y Rusia que lo han desplazado en la política internacional, instalándose soberanamente en su traspatio.

Bajo mi perspectiva, la “recuperación” de Libia, no con tropas imperiales pues ya tiene la experiencia iraquí y afgana, sino por medio de la instalación de su protectorado a cuya cabeza de gobierno estará el Consejo Nacional de Transición en Libia, invitado desde ya en la Conferencia de Londres para una Transición Pacífica para la Nueva Libia cuando se reunieron los amos del mundo en la capital inglesa el 29 de marzo de los corrientes para repartirse a la desmembrada, es un parangón miles de veces magnificado de la tristemente célebre kristal nacht, que fue la señal clara, el punto de partida para la fase fascista de la Alemania nazi. Y, si bien Estados Unidos no había obtenido el poder suficiente para imponer un gobierno fascista mundial, con esto se dan las condiciones para hacerlo. Con la capacidad de estar en tres teatros de operaciones a la vez, diseminado su poder por todo el mundo a través de decenas de bases militares, ha llegado a su plena madurez.

Quizá algunos aún piensen que yéndose Gaddafi el problema se acabó. Pues no, al contrario, con ese éxito el Imperialismo se catapultará a la reconquista del mundo que una vez pensó tener en sus manos a la caída del Muro de Berlín. Con la reconquista de Libia, el imperialismo pronto destrozará el multilateralismo e instaurará la dictadura mundial. Por lo pronto, Siria está en el camino para luego dirigirse a Líbano y, posteriormente, a Irán. Cercado por gobiernos títeres, con el auxilio de Israel como su bastión armamentista en la zona, incluso con capacidad nuclear, sumando a ello su fuerza de 50,000 efectivos en Irak dejados en reserva y una mega embajada en ese país; con tropas en Pakistán y Afganistán, el Imperialismo se relame los bigotes.

Luego volverá por la rebelde Latinoamérica.

Estos veo yo como escenarios posibles, sin embargo, depende de los pueblos del mundo que estos se concreten. Para enfrentarlos tiene que buscarse la unidad de los pueblos oprimidos del mundo independientemente de sus creencias y sus diferencias, empero, como dijo Lenin, el gran comunista ruso, si las personas trabajadoras le permiten sobrevivir sobrellevando sobre sus hombros el pago de sus recurrentes crisis, el capitalismo jamás estará en una situación absolutamente desesperada. Para ello, urgen nuevas guerrillas en la comunicación de las soluciones para una Transición hacia un Nuevo Mundo post Capitalismo, nuevas guerrillas en la palabra, en las ideas, en el conocimiento de nuestros problemas comunes, en los campos de batalla ya tomados por el Imperialismo o, dentro de sus objetivos, por tomar. Urgentes y fundamentales, para debilitar y aplastar a las elites locales que le sirven al Imperio como sus adlatéres en los diferentes países. Y, por supuesto, como decía acertadamente el Che, para derrocar al Imperialismo de una vez por todas.

Libia, para mi, es pues el parte aguas histórico para orillar más al Imperialismo hacia el abismo, o la coyuntura de donde saldrá fortalecido. Los pueblos tienen la última palabra a cuya cabeza, en esta coyuntura, debe estar, obligadamente, la voz del pueblo libio.


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