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Sigamos trabajando sobre el gris de la teoría…

Justicia… revolución…

Jorge Aniceto Molinari

Domingo 29 de mayo de 2011, puesto en línea por Barómetro Internacional

En nuestra juventud leímos “10 días que conmovieron al mundo” del revolucionario norteamericano John Read; siempre es bueno releerlo, aún cuando muchas de sus enseñanzas aún las estamos aprendiendo.

Educados en esta sociedad, el ego, el individualismo, ponen en nuestro hacer, nuestra libre voluntad y un mundo a conquistar. Nos cuesta entender que somos parte de leyes de juego que nos preceden y nos determinan.

Esta referencia tiene que ver con la prolijidad con que el escritor señala como León Trotsky, Presidente del Comité Militar revolucionario, enseña que cada una de las acciones tiene como objetivo responder a hechos concretos contra la gente originados en el sistema. En ningún momento el hecho revolucionario es una entelequia abstracta separada de la necesidad de defender a la gente frente a un sistema que se desploma.

Por el contrario a lo largo de la vida hemos visto como la revolución se transforma en una religión a la que se rinde culto voluntarista.- Responde así a verdades eternas e inmodificables, que la hacen irreconocible como tal.

El pecado original de la sociedad humana es la explotación de un ser humano por otro. Esto ha ocurrido a lo largo de la historia con distintos modos de producción, con una característica, de que las crisis han sido cada vez más profundas y las revoluciones han tenido como bandera el borrar de la faz de la tierra esa explotación.- Con una enseñanza: luego de la derrota de la revolución rusa y el triunfo del stalinismo el objetivo de las revoluciones se ha ido restringiendo a las fronteras nacionales. Es en ese marco que la economía mundial hace que estos procesos se cocinen en su propia salsa.-

El programa con el que triunfó la revolución rusa respondía a necesidades concretas de la gente, como ha sucedido con las revoluciones posteriores. El problema es que ese programa tiene un límite, que es el de competir con el desarrollo de la economía mundial.- Lenin lo explicaba en sus trabajos posteriores al triunfo de la revolución, no así quienes integraban la dirección revolucionaria.- Esto facilitó la imposición burocrática enancada en el aparato del Estado. Esa estrategia burocrática se excluía de la economía mundial ayudada por el bloqueo y la reinstalación del comunismo de guerra en los gigantescos planes quinquenales. Nadie puede poner en duda el heroísmo del pueblo soviético y su solidaridad con los pueblos del mundo, pero su conducción política había entrado en un callejón sin salidas ante el desarrollo de la economía mundial.

Hoy la crisis actual del capitalismo se ha multiplicado en su alcance, y si la anterior originó movimientos de masas de enorme importancia esta lleva implícito consecuencias aun mayores.

Los límites del sistema están a la vista, en la economía, en la energía, en el trabajo, en la salud, en el ecosistema, la dificultad radica en que para superar esos límites es necesario un programa. La vieja izquierda fue educada en las revoluciones nacionales, no ve, no siente la necesidad de encarar el manejo de la economía mundial, a través de un programa que unifique a lo mejor de la humanidad.

Ven las movilizaciones de masa que se vienen dando a lo largo de todo el mundo como un fin en si mismo, no comprenden que una movilización que no encare un programa superador de la realidad nacional significa una fuente grande de frustraciones.

Lo más grave aún es que se ve al capitalismo como atesoramiento, centrando su crítica en personajes que efectivamente han hecho y hacen atesoramiento. Eso impide ver que el centro del funcionamiento del sistema está en la circulación de los capitales, que en su crisis acuden a los impuestos y los fondos de pensión para salvar esa circulación, vacían los presupuestos estatales.- EE.UU. empapela el mundo con dólares. Todas estas medidas que dañan la relación social cada vez son más insuficientes.

Ante la amenaza de que la crisis económica desate el uso de armas nucleares, mientras se incrementan nuevamente los métodos fascistas, urge unir a lo mejor de la humanidad en todas las disciplinas para intervenir sobre la circulación del dinero, eliminar los impuestos al consumo y al trabajo, e imponer el impuesto a las transacciones financieras a nivel mundial y con ello también imponer la unidad de medida monetaria universal.

La sociedad humana y sus organizaciones sociales necesitan disponer de fondos que transformen los objetivos del quehacer económico. Pasar del caos económico actual al funcionamiento democrático de la economía, donde primero estén planteadas las soluciones a los problemas humanos.

Dirán los viejos revolucionarios: ¡pero esas son meras reformas! Si, las necesarias para iniciar la revolución en el modo de producción.

El eco de una canción española nos dice: “no hay salvación si no es con todos”.


sipagola[AT]adinet.com.uy

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