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Los movimientos sociales y los partidos políticos

Ollantay Itzamná

Viernes 17 de junio de 2011, puesto en línea por Jubenal Quispe

Toda la historia de la humanidad está dinamizada por la insurgencia de diferentes movimientos sociales. Dos mil años antes de Cristo los hebreos esclavos se organizaron y movilizaron para su liberación de la dominación egipcia. Jesús de Nazaret organizó todo un movimiento social buscando la liberación integral del pueblo judío de la dominación romana y de la cúpula religiosa. Y así, la historia humana está tejida de sistemas de dominación y procesos de liberación.

La industrialización (siglo XIX y parte del siglo XX) despertó movimientos sociales de obreros/as en diferentes partes del mundo. El fracaso de la civilización occidental moderna (segunda mitad del siglo XX) activó movimientos sociales de ecologistas, de mujeres, de pueblos indígenas, de los sin tierras, etc. que exigieron y exigen la satisfacción de sus derechos fundamentales y el respeto de la Madre Tierra.

En la actualidad, emerge una diversidad de movimientos sociales, en los cinco continentes del planeta, demandando otro sistema-mundo sostenible. El común denominador de las y los integrantes de estos movimientos sociales son la vulnerabilidad integral, exclusión e indignación ante un sistema-mundo-capitalista que ha instaurado la civilización del saqueo y muerte en todo el planeta.

Una de las interrogantes generalizadas en medio de estos movimientos es: ¿cómo lograr ese añorado otro-sistema-mundo-sostenible? A esta pregunta, la gran mayoría de activistas pragmáticos responde: ¡Mediante la toma del poder! Esto significa convertir el movimiento social en una organización política (partido político), para ganar las elecciones, llegar al poder y realizar las transformaciones. ¿Será que las y los árabes movilizados, las y los indignados de España, los estudiantes de Chile o la resistencia consciente hondureña sueñan en convertirse en un partido político?

Además, ¿será que el poder o la soberanía, en estos tiempos, radica en los sillones presidenciales o curules congresales? ¿Acaso no son las apátridas corporaciones transnacionales las que imponen el saqueo y la muerte en todos los rincones del mundo?

Los partidos políticos nacieron, en el siglo XVI, con el surgimiento del Estado nación y de la democracia representativa. El objetivo de un partido político es llegar a ser gobierno para implementar sus aspiraciones ideológicas. Pero, la historia muestra que todos los partidos políticos, una vez llegado al poder, por su estructura vertical e intereses grupales, se corrompen y, en el mejor de los casos, se convierten en negocios de empleo fácil para sus adeptos. Esta amarga experiencia de siglos es conocida por muchas de las y los integrantes de los movimientos sociales actuales, por ello, se resisten a convertirse en partidos políticos. Además, los partidos políticos están en proceso de desaparición, y no pasarán del siglo XXI. Esa misma suerte corren el Estado nación y la democracia representativa.

Entonces, ¿qué camino le queda a los movimientos sociales para actuar políticamente? Los movimientos sociales buscan la globalización de la civilización de la vida sobre la cultura de la muerte y de saqueo vigentes. Para ello, la apuesta es, ante todo, la transformación integral personal y colectiva para el Buen Vivir. Un movimiento social no se desespera por la “toma del poder” (como si el poder político fuese un helado). Busca, sobre todo, empoderar a las y los excluidos para que sean actores auténticos de su propio destino y emprendan procesos de emancipación colectiva e integral.

Un movimiento social no deshecha la posibilidad de actuar en contienda electoral para acceder al poder, mediante un instrumento político subordinado a sus asambleas directas, y así implementar propuestas de refundación construidas de manera participativa. Pero esta determinación tiene que ser producto de una construcción colectiva, de abajo hacia arriba. Esto debe ser producto de un proceso, mas no una imposición de caudillos y/o iluminados desesperados por la toma del poder.

Si un movimiento social se convierte en un partido político, deja de ser movimiento social. Los casos de Bolivia, Ecuador, Venezuela y otros, indican que un movimiento social, por más que tenga a sus representantes en el poder, no dejan de actuar como organización social, incluso desafiando al gobierno de sus propias entrañas cuando éste titubea ante la civilización de la muerte.

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