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CHILE - Esclavitud ¿en el siglo XXI?

Ariel Zúñiga

Jueves 11 de septiembre de 2008, puesto en línea por Ariel Zúñiga

Chile desde su consagración de estado independiente se declaró “un asilo en contra de la opresión”. La ley de libertad de vientres promulgada por José Miguel Carrera no le concedió la libertad inmediata a los esclavos pero sí a sus hijos, muy poco tiempo después se proscribió la esclavitud siendo el segundo lugar en el mundo en hacerlo luego de Haití, primer país descolonizado de la modernidad, mediante la fuerza. La isla caribeña enfrentó nada menos que al quilombo de esclavos africanos contra el ejército napoleónico expulsándolos a su natal Francia; un intento similar produjo un gobierno independiente transitorio en Salvador de Bahía a mediados del siglo XIX.

Sin embargo la historia de la esclavitud es sólo agraz. Espartaco perdió su guerra, aunque pusiera en jaque al imperio y Haití perdió su independencia; hoy es ocupada por una coalición de países latinoamericanos, entre ellos Chile, que operan mediante la ONU.

Como éxito histórico se consigna la abolición de la esclavitud propugnada por Londres, luego de ser una potencia esclavista, y seguida celosamente por las ricas provincias del noreste de los EE.UU. La guerra de secesión, considerada por algunos historiadores como la primera guerra de aniquilación, fue motivada por la negativa de los sureños de liberar a sus esclavos, sin embargo mientras en el sur eran hombres mercancías, res semovientes, en el norte eran hombres libres que compartían la miseria y la explotación industrial junto a los pobres nativos e inmigrantes europeos y chinos.

La razón de la abolición de la esclavitud se esconde tras una fachada de moralina ilustrada. No es la libertad, ni la igualdad la causa de que los buques británicos dejaran de transportar ganado humano para cañonear los emplazamientos esclavistas portugueses de áfrica y atacar, en tanto piratas, a cualquier embarcación que se dedicara a la trata; la esclavitud se trasformó en un problema desde que el sistema industrial aumentó la productividad hasta niveles históricamente desconocidos, y la variedad de productos destinados al consumo exigía de demandantes asalariados. Quienes producían, aun que fuera materias primas, mediante esclavitud representaban una competencia desleal al imperio británico, un dumping laboral según se conoce ahora, y además sustraían al mercado de venta consumidores potenciales.

Sin embargo la abolición extorsivamente adoptada en una parte importante del mundo, al menos en la formalidad, no significó que la esclavitud quedara relegada al pasado sino que pervivió intacta en gran parte del mundo gracias al fraude de etiquetas de la servidumbre personal, a la elusión de las normas abolicionistas, y al trabajo libre en condiciones de precariedad y explotación equivalentes o superiores al impuesto. Una vez proscrita la esclavitud ella se siguió practicando en aquellos lugares en donde la metrópoli no se había asentado incontestablemente y en otros lugares que expresamente la prohibían; el ferrocarril del oeste de los EE.UU se construyó con esclavos Chinos al igual que el peruano. En el vecino del norte las guaneras de las islas que motivaron la guerra contra España de mediados del siglo XIX, que significó la destrucción de Valparaíso, eran explotadas por esclavos Chinos y Rapa Nui.

Las condiciones de servidumbre establecidas conforme a la ley, y luego mediante la obstinada práctica una vez que se consagraran los derechos laborales recién en el primer cuarto del siglo XX, sujetaron a los campesinos a la voluntad de los latifundistas situación paulatinamente en retroceso mediante la construcción de ramales ferroviarios y finalmente erradicada con la reforma agraria. Pese a que hoy los campesinos sean explotados por la industria silvoagropecuaria exportadora, las formas de sujeción a la tierra, de cacicazgo político y dominación tradicional se han extinto; muchos campesinos considerarán que la modernidad los ha dejado en una situación peor a la si les tocaba un buen dueño de fundo pero lo concreto es que la esclavitud ha sido superada pues lo relevante en su conceptuación radica en la sujeción física, la libertad indigente es un trofeo de papel que puede exhibir nuestro país como un logro si se compara con la situación de otros.

La reforma agraria propugnada por la alianza para el progreso de los EE.UU en la pos guerra y continuada por la CEPAL no se adoptó en toda latinoamérica siendo la situación nacional del todo excepcional. Ya a mediados del siglo XIX el código civil de Andrés Bello suprimió los mayorazgos y vinculaciones parcelando los latifundios con cada nueva generación; la reforma agraria principiada por Frei Montalva y consolidada por Pinochet dividió terrenos ya divisos. La situación en Bolivia y Paraguay es radicalmente opuesta y subsisten los modos de dominio tradicional o servidumbres personales de facto en la práctica, esclavitud. En Brasil se ha fusionado el sistema tradicional con el moderno negocio silvoagropecuario industrial, mezclándose la concentración de plantaciones transgénicas controladas por los intereses tras nacionales al igual que en Uruguay y Argentina con los sistemas más bestiales de esclavitud conocidos en occidente. La concentración de la tierra sigue siendo tan desigual como en los tiempos de la corona portuguesa y las grandes extensiones territoriales son gobernadas como feudos por los señores locales quienes se procuran la impunidad por todos los medios.

Si no bastaran las precarias condiciones a las que se arroja a los trabajadores “libres”, obligados a vivir con menos de lo suficiente, la esclavitud subsiste en todo el mundo en forma subrepticia y normalizada en la India, China, Pakistán y África Subsahariana. Además el mar abierto posibilita la explotación de mercancía humana en buques factorías. Hace un año se publicitó la clausura de una fábrica de ladrillos en China, hace cinco un niño paquistaní se hizo famoso luego de denunciar que los amarraban desde los tres años y los obligaba a tejer alfombras; en India se condena a una infancia de abusos sexuales a niñas, principalmente provenientes de Nepal, y al riesgo del contagio del SIDA. Los ejemplos de esclavitud someramente reseñados palidecen al compararlos con los sistemas de dominio establecidos en los territorios en que hoy se registran conflictos bélicos.

En el programa de televisión “Contacto” del canal católico, emitido el martes nueve de septiembre de este año, se denuncian cinco casos de esclavitud cometidos dentro de Chile: Uno de ellos un típico caso de comercio sexual forzado, denominado contra todo tacto trata de blancas; los cuatro restantes de empresas mineras de Til Til, San Felipe, Petorca y la cordillera de la región de los ríos. Todos protagonizados por empresarios chinos que cometían el ilícito amparándose en las dificultades para comprender el idioma de las víctimas y de poder pedir ayuda, y la desidia de las autoridades locales que se limitaban a visar documentos ideológicamente falsificados y aplicar multas ínfimas, en nada disuasivas al constatar las graves infracciones. La gravedad de la situación no es enfrentada con la seriedad que requiere por las autoridades nacionales y el canal de televisión no consideró escandalosas las imágenes puesto que el trabajo forzado no es visualizado como un atentado en sí mismo, sólo siendo importante si existen homicidios o abusos sexuales de por medio. En el caso de las empresas mineras el asunto es gravísimo pues se acogen a los beneficios de las inversiones extrajeras, se llevan gratis los minerales extraídos y además se dan el lujo de traer su propia mano de obra esclava para ejecutar las faenas libres de costo alguno, un claro mensaje para aquellos que creen que la codicia humana linda con algunos valores morales universales.

Queramos o no la esclavitud sigue estando presente y su forma histórica supuestamente superior tampoco le hace justicia a los caros principios que se consignan con el fin de legitimar la civilización actual. La mayoría trabaja forzado por el hambre, el frío, la miseria o la marginación, y aún hay muchos que son capturados mediante distintas argucias y utilizados como mercancías. El mundo feliz que nos retratan oficialmente, ese al cual le faltan sólo algunos retoques para ser perfecto, es tan sólo un delirio si lo comparamos con la cruda realidad.

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