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ARGENTINA - Georgina Orellano: “La justicia social debe ser con las trabajadoras sexuales adentro”
Josefina Figueroa, APU
Viernes 9 de septiembre de 2022, puesto en línea por
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29 de Agosto de 2022 – APU – En el ciclo APU en VIVO (lunes a viernes, a las 19 hs), Agencia Paco Urondo dialogó con Georgina Orellano, trabajadora sexual y secretaria general la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (AMMAR).
Explicó cómo se organizan sindicalmente a nivel nacional, los servicios que brinda Casa Roja (sede porteña del sindicato) y cuáles son las necesidades de las trabajadoras sexuales en nuestro país.
¿Qué es el trabajo sexual?
Es una actividad laboral voluntaria desarrollada por personas mayores de edad que deciden ofrecer servicios sexuales a cambio de una remuneración económica. Es un acuerdo entre dos partes y quienes ejercemos el trabajo sexual desde la organización sindical y el conocimiento de nuestros derechos, luchamos para lograr las mejores condiciones posibles.
¿Qué decisiones toma una secretaria General de AMMAR?
Son decisiones colectivas para que se respeten los Derechos Humanos y laborales de las personas que ejercemos la tarea sexual. Cada 4 años, con delegadas y delegados de las 12 provincias en las que estamos organizadas, hacemos una planificación estratégica que nos sirve como hoja de ruta con objetivos que nos marcan el horizonte con las prioridades.
¿En esa planificación incluyen horas y formas de trabajo, como en otros sindicatos?
Abarca demandas de las trabajadores y trabajadores sexuales en general, pero respetamos la situación organizativa personal y de cada región. Cada compañera y compañero tiene autonomía sobre cómo trabajar. El trabajo sexual se desarrolla en al ámbito público, privado y también en el ámbito virtual.
En este sentido, las más perseguidas son las trabajadoras de la calle y no es lo mismo ejercer en CABA que en Salta porque cada provincia tiene sus códigos de contravención (en algunas más duros que en otras). Entonces debemos poner el foco ahí. Cuando muchas van presas o sufren violencia institucional, nuestro rol es acompañar y asistir.
¿Qué necesidades plantean las trabajadoras sexuales?
Lo primero que manifiestan apenas llegan a la organización es poder ejercer la prostitución sin ser perseguidas/os. Eso es una constante que escuchamos en las asambleas, en los plenarios, en el sindicato. Por eso una de nuestras primeras reivindicaciones es salir de la clandestinidad, ser reconocidas como un sujeto existente para el Estado y que haya políticas públicas para nuestro colectivo, como el acceso a la vivienda. Hay muchos compañeros y compañeras que fueron desalojados o viven en condiciones de hacinamiento. Necesitamos tener diálogo con el Estado para solucionar nuestros problemas y que puedan intervenir.
¿Hay instancias de intercambio con representantes de la política?¿Conocen su situación?
Si, tenemos contacto con el Ministerio de Salud, el de Desarrollo Social, con algunos legisladores y legisladoras. Hay un permanente diálogo con varios funcionarios/as, pero faltan políticas públicas.
¿Qué trabajo hace Casa Roja?
Ofrece servicios de acompañamiento para nuestras compañeras. Actualmente está en Constitución (CABA) porque es el barrio con mayor cantidad de trabajadoras sexuales que ejercen su laburo en la vía pública y viven en hoteles de inquilinos o en casas tomadas, en algunos casos. La Casa tiene un comedor comunitario que funciona de lunes a viernes y asiste a 50 compañeras del barrio que van a comer y a retirar la comida. En paralelo, tiene asistencia legal de manera gratuita una vez por semana, contamos con asistencia psicológica que funciona dos veces por semana de manera individual para compañeras y compañeros, pero también para sus hijos. Además funciona una escuela primaria dos veces por semana para las compañeras que no hayan terminado sus estudios primarios. Hay un centro de acceso a la salud con un equipo médico y un centro de prácticas que articula con la universidad de Ciencias Sociales. También contamos con una sección de migraciones, ya que hay un colectivo de trabajadoras sexuales migrantes muy grande que necesita trámites migratorios.
En el resto del país la mayoría de las delegaciones de nuestro sindicato (AMMAR) tienen un lugar dentro del espacio de la CTA, como en Mendoza y Entre Ríos. En Rio Cuarto (Córdoba) están tratando de llegar a un acuerdo con el municipio para llevar adelante una réplica de lo que es Casa Roja acá, pero todavía no lo han conseguido. En San Salvador de Jujuy están tratando de articular e impulsar también una casa propia para atender las demandas de nuestras compañeras y compañeros.
¿Todos esos espacios se fueron construyendo al calor de la militancia y el voluntariado?
Sí, pero sobre todo en la articulación con distintas instancias del Estado.
Si esa articulación existe, ¿qué falta para terminar de reconocer a las trabajadoras y trabajadores sexuales?
Falta decisión política. Por un lado te reciben y establecen alguna línea de articulación, pero no terminan de solucionar los problemas de fondo, reconocer nuestro trabajo y prevenir que nuestros derechos sean vulnerados. Nosotras no podemos mostrar ningún recibo de sueldo y somos estigmatizados y estigmatizadas al punto de que, en muchos casos, nos cobran el doble de alquiler por el trabajo que realizamos. Al menos necesitamos un paraguas legal que nos contenga. Pero eso dependemos del Estado.
¿Se lograron conquistas desde el sindicato en estos años?
Yo creo que la principal conquista es que tenemos voz propia, estamos organizadas y formamos parte de la Central de Trabajadores y Trabajadoras de la Argentina (CTA) porque nos da una pertenencia de clase, nos reconocen como trabajadoras organizadas. Hay muchas compañeras que no estaban sindicalizadas y hoy lo están. Tener la Casa Roja, autogestionada por el sindicato, también fue una conquista porque es un espacio de contención para nuestro colectivo. Otra es haber construído un espacio en lo que era el Encuentro de Mujeres, ahora Encuentro Plurinacional, que este año se realiza en la provincia de San Luis. Antes discutíamos temas impuestos, pero desde el 2016 tenemos ahí un taller de trabajadoras y trabajadores sexuales, en el que debatimos nuestra propia agenda.
Hace poco escribiste y editaste un libro. ¿Cómo fue esa experiencia y que repercusiones tuvo?
Fue una gran experiencia porque yo antes sólo escribía en mis redes sociales para plantar mi bandera de lucha y mostrando que éramos un colectivo con voz propia. Fue mucho aprendizaje plasmar nuestras vivencias y experiencias, hacer una mínima evaluación de la militancia y el lugar que nos ganamos en base a la lucha sindical cotidiana. Lo escribí más que nada porque siempre la literatura había hecho una lectura de nosotras desde la victimización, y yo creo que a pesar de la precarización, nuestro trabajo debe ser respetado y legitimada nuestra decisión de ejercerlo. No por ser pobres íbamos a ser víctimas del sistema siempre. Somos personas fuertes que no renegamos de nuestra pobreza y siempre estamos mirando para adelante. Nos sentimos orgullosas de nuestro trabajo y nuestro origen de clase, además apostar por salir adelante. El libro lo escribí para tomar revancha de todo eso.
Las repercusiones fueron muy buenas, se vendió mucho. La editorial está muy contenta y el libro resulta ser una herramienta política. Lo presentamos tanto en la Feria del Libro de Palermo como en La Rioja, lugar que aprovechamos para dar cuenta de la situación de las trabajadoras sexuales de la provincia. También muchas organizaciones sociales y políticas nos invitan a presentarlo y contar nuestra historia. Nos interesa mucho legar a la militancia del campo nacional y popular para que nos escuche. Necesitamos un guiño de la política y que la justicia social debe ser con las putas adentro.
¿Cuáles son los mayores deseos de una puta feminista?
Poder trabajar en condiciones dignas, tener jubilación y, sobre todo, dejar de lidiar con la policía. Soñamos con que llegue un día en que dejen de hostigarnos tanto las fuerzas de seguridad.
¿Qué es el poder y para qué lo necesitamos?
Es una herramienta que te posibilita poder transformar las cosas. Es necesario para construir igualdad porque siempre generó lo contrario. Lo usaríamos para ampliar derechos y ayudar a los que esperan en las últimas filas.