Portada del sitio > Español > Latinoamérica y Caribe > HONDURAS - ¿Un pueblo enfermo?

HONDURAS - ¿Un pueblo enfermo?

Ollantay Itzamná

Lunes 25 de abril de 2011, por Jubenal Quispe

Conversando con un joven padre de familia, sobre el incierto futuro de Honduras, le pregunté ¿cuál creía que era la solución para el país? La respuesta inmediata fue, “que los EEUU nos anexe como su territorio”. En otra oportunidad, en una plática sobre la cuestionada identidad nacional, un funcionario del Estado, casi a punto de graduarse de la universidad, me sorprendió con sus afirmaciones: “No somos nada los hondureños”, “por más esfuerzo que hagamos sólo desprecio recibimos”.

Este desgano, resignación e incluso avergonzamiento de “ser hondureño” es producto de la ausencia de un proyecto de nación serio y permanente en el país. Pareciera que un o una hondureña ya nace derrotada. Sin ningún amor propio por los suyos, carente de un referente de comunidad política y cultural. Sin una identidad nacional. Esta anomia colectiva, que por momentos es apaciguada con refugios en las iglesias, con adhesiones ciegas en los caudillos o con el espectáculo del fútbol, tiene sus causas en las recurrentes historias inconclusas de Honduras como nación.

Estas condiciones históricas configuran estructuras psicológicas individuales y colectivas del hondureño hundido, pero, a su vez, hunden psicológicamente en la indiferencia a todo un pueblo. Maldita sea la exitosa dictadura de la resignación que nos obliga a creer que la realidad es intocable y que la libertad es una enfermedad mortal.

En Honduras, al igual que en el resto de los países vecinos centroamericanos, no hubo guerra alguna para la expulsión de la Corona española, y no fue porque no hubiera amos, sino porque la “independencia” consistió en una sucesión de amos. Así, nacimos mentidos, y mentidos vivimos cerca de dos siglos.

Aquí no hubo ni héroes, ni heroínas míticas en el acta de nacimiento de la República. Sólo resistencia indígena que la historia oficial extirpó. Aún se discute la fecha exacta de la supuesta independencia, porque antes y después de 1821, criollos e ingleses continuaron cohabitando sobre las cenizas de indígenas cristianizados y mestizos empobrecidos.

Cuando los gamonales criollos se enteraron de que ya no pertenecían a la Corona española, desesperados se arrimaron a los pies del Imperio Mexicano. Casi al mismo tiempo surgió la fallida idea de la confederación centroamericana, encabezada nada menos que por el hondureño Francisco Morazán, quien jamás estudió en escuela alguna, pero fue fusilado por “letrados” de entonces.

Así fue cómo en el actual territorio hondureño caudillos liberales y conservadores se enfrascaron en guerras provincianas en defensa de la República que nadie supo que había nacido. La población, conformada por mestizos e indígenas, desconocía por completo de la existencia del Estado y de la República. Los gamonales, víctimas de su analfabetismo y presos de su codicia, continuaron expoliando el territorio hondureño como una tierra de nadie. Sin ninguna visión de país. Jamás pensaron en la educación, en la red caminera, en las instituciones estatales.

La inconclusa reforma liberal de 1876 intentó concretar la idea de Estado nación, mediante una educación obligatoria basada en principios filosóficos de la modernidad. Pero también este único intento de proyecto de nación hondureña fue sepultado por el analfabetismo gamonal y el oscurantismo clerical.

A finales del siglo XIX e inicios del siglo XX EEUU inició la colonización de Honduras. Seudo empresarios de dudosa procedencia legal hicieron de Honduras una “República Bananera”. Convirtieron en mulas y peones a los gobernantes gamonales, y en esclavos a los trabajadores analfabetos. Los terratenientes continuaron guerreando entre sí en nombre de la ilusoria República. Hasta que llegó el dictador Carías de la mano de las bananeras. Éste, que tampoco sabía lo que hacía, mucho menos tenía idea de nación, puso el “estate quieto” entre sus colegas iletrados. Dicen que en esos 16 años del cariato se sembraron las ilusorias bases institucionales del Estado sin nación. Lo cierto es que éste sembró y afianzó las bases de algunos instrumentos de dominación vigentes en la actualidad.

La segunda mitad del siglo XX está condicionada por la guerra fría y de baja intensidad entre Washington y Moscú. Un tiempo en el que Honduras fue convertida en Malinche y porta tropas de la marina yanqui para invadir y tumbar gobiernos legítimos en la región. En las últimas décadas del siglo pasado se fortaleció la oligarquía militar, mansa a las reiteradas violaciones norteamericanas y bruta con el pueblo que le dio a luz.

En lo que va del presente siglo, hasta los residuos dejados por la alternancia del colonialismo permanente de cinco siglos están siendo escarbados y saqueados en nombre del mito del desarrollo y la modernidad que jamás se asomaron por estas tierras sin Estado y sin nación. La competencia por lo que queda de los recursos naturales es tal que las apátridas élites montan incluso golpes de Estado en un territorio sin Estado. Un territorio en el que comienzan a galvanizarse narco gobiernos locales.

Sin mayores inconvenientes, el Presidente de Honduras, Roberto Suazo Córdova (1982-1986), incapaz de gobernar un Estado insipiente, pidió al gobierno de los EEUU que asumiera a su país como un protectorado. Los EEUU, lejos de cargar con el muerto, infestó de bases militares a la Honduras convidada. En 2010, el régimen del Humanismo Cristiano puso en subasta, al mejor postor, nada menos que la soberanía territorial, mediante la constitucionalización de las “ciudades modelo”. El pueblo tampoco reaccionó, quizás porque nadie defiende lo que no ama, mucho menos lo desconocido.

Estas historias irresueltas, vergonzosas por momentos y deprimentes casi siempre, han engendrado un pueblo enfermo. Carente de identidad e incapaz de dar razón de su orgullo colectivo. Ignorante de sus historias irresueltas. Incapaz de identificar sus raíces culturales y renegado de sus vertientes milenarios. Sin amor propio y afanado en ilusiones foráneas. Un pueblo que trepa lamiendo hacia el norte y escupiendo hacia el sur.

Pero la historia no termina allí. Este pueblo enfermo y postrado se levanta sacudiéndose las cenizas de su sufrimiento, dispuesto a recorrer las rutas de su auto liberación interna y externa, mediante un proceso refundacional por un nuevo amanecer postergado por esta larga y radiante oscuridad de más de cinco siglos.

responsabilite

¿Un mensaje, un comentario?

moderación a priori

Este foro es moderado a priori: su contribución sólo aparecerá una vez validada por un/a administrador/a del sitio.

¿Quién es usted?
Su mensaje

Para crear párrafos, deje simplemente líneas vacías.