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Opinión
CUBA - Las “elecciones” generales en el contexto de relevo presidencial
Osmel Ramírez Álvarez, Havana Times.org
Lunes 9 de abril de 2018, puesto en línea por
5 de abril de 2018 - Havana Times - El próximo 19 de abril sesionará, en pleno, la nueva Asamblea Nacional del Poder Popular y aprobará, finalmente, la propuesta de la Comisión Nacional de Candidatura para su propia presidencia y la del nuevo Consejo de Estado también renovado.
El pasado 11 de marzo tuvo lugar la elección de los 605 diputados nacionales y 1265 delegados provinciales. Ocho días después, la Comisión Nacional Electoral ofreció los resultados finales: 85.5% de participación del electorado y 94.42% de calidad del voto o votos válidos.
Durante estos días el tema electoral no es muy recurrente en las calles cubanas y no se experimenta un ambiente propiamente electoral. El propio día 11, en medio de los comicios, todo era normal. Luego de conocidas las cifras ha habido reacciones en la gente, aunque sin mayor relevancia.
“¡Tremendo bajón! Siempre han dado cifras altas, del noventa y pico por ciento, deben estar asustados”. –comentó un joven cuentapropista a este reportero, mientras prestaba un servicio.
“La gente está cansada de votar por gusto y la cosa sigue igual o peor. Si fuera por lo que uno quiere, nadie iba a votar, pero estamos cogidos por el narigón. Yo la eché en blanco, total, si no conozco a ninguna de esa gente. Fui porque tengo una patente y si se giran para mí me joden. Si uno se pudiera quitar la careta no cogían ni un voto, al final no resuelven ningún problema”. –concluyó.
Ha sido el criterio que prevalece, pero no ha faltado quien opine diferente:
“Lo importante es que la mayoría del pueblo fue a votar y avaló nuestro sistema político, –comentó un viejo comunista, tratando de esconder su frustración-. Un 85% es una cifra altísima delante de la participación en otros países que dicen ser más democráticos que nosotros. Ya es difícil mantener índices tan altos como antes, porque hay mucha gente tergiversada por la propaganda enemiga y no saben lo peligroso que es hacerle juego al imperialismo. Pero mientras seamos mayoría nadie va a destruir la Revolución”.
Escucharlo me recordó a un colega muy comentado aquí en Havana Times. No son muchos, pero todavía existen los que piensan así, y se resisten a cambiar. No son mayoría, mas se sienten amparados porque en su nombre se detenta el poder en Cuba: un poder despótico y arrollador. Es cierto que un 85% de participación en cualquier país democrático del mundo sería una cifra astronómica, pero en el controlado escenario político cubano es inédita y tiene una lectura diferente.
En 1993, la primera elección parlamentaria de esta nueva etapa post-derrumbe y de Periodo Espacial, hubo una participación del 99.57%. Sin embargo, en los sucesivos comicios hasta la del 2013 se evidenció un discreto, pero paulatino decrecimiento en la participación, aunque mantenido siempre por encima del 90%.
Es por eso que resulta llamativo que precisamente en este año, de cambios inéditos en la presidencia del país, se haya producido un desplome brusco de más de 5.5 puntos porcentuales. Sin embargo, la calidad del voto, expresada en los “válidos”, se ha mantenido estable, alrededor de un 95% más-menos un punto porcentual.
Año | % participación | % Calidad del voto |
---|---|---|
1993 | 99.57 | 95.10 |
1998 | 98.35 | 94.98 |
2003 | 97.64 | 96.14 |
2008 | 96.89 | 95.24 |
2013 | 90.88 | 94.17 |
2018 | 85.50 | 94.42 |
Varios factores pueden haber influido en el resultado, entre ellos, el desencanto popular con el plan de desarrollo del gobierno, que tras más una década raulista nos sumerge en una aguda y renovada crisis; el llamado de la oposición a no participar tras el bochornoso impedimento a la participación de candidatos opositores, y la creciente toma de conciencia política de la población debido a los cambios económicos y sociales de los últimos tiempos, desligándose poco a poco de los mecanismos de control social que compelían al voto indeseado.
El Gobierno, por su parte, a través de todos los medios de comunicación y propaganda, sobre los que ejerce monopolio, promovió una participación masiva bajo el lema “Por Cuba”. El voto además se asoció como siempre al “patriotismo”, al “sí por la Revolución y por el socialismo” y esta vez también a una especie de “homenaje a Fidel”.
No participar significa mostrar públicamente desdén hacia esos propósitos y constituye un estigma negativo en la conducta política medida por la Seguridad del Estado y organizaciones de masas como los CDR. Aun así 1.3 millones de cubanos se abstuvo de hacerlo y ello, unido al voto nulo (425 mil), en blanco o anulado, donde se engloban otras formas de expresión negativa al proceso electoral, suman más de 1.7 millones de electores que no contaron a la hora de elegir al Parlamento.
Sin mencionar que el sistema cubano no permite el voto del exterior, donde tendríamos más de un millón de potenciales electores adicionales que masivamente anularían sus votos si pudiesen hacerlo, como protesta a un sistema que los empujó al exilio o la migración económica. Sumando todo representaría el 40% del total de los cubanos aptos para votar.
Frente a la asunción de un nuevo Parlamento y presumiblemente un nuevo presidente del país, son pocas las expectativas de cambios verdaderos que resuelvan el estancamiento económico, político y social generado por el propio sistema tras casi seis décadas de fracasos. En este órgano de Poder del Estado se ubican premeditadamente las principales figuras políticas y militares del Partido-Gobierno, “casualmente” propuestos y “elegidos” para los principales cargos.