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PERÚ - Fujimorismo a segunda vuelta
Cecilia Remon, Noticias Aliadas
Jueves 21 de abril de 2016, puesto en línea por
19 de abril de 2016 - Noticias Aliadas - Hija de exdictador se impuso en primera vuelta y se enfrentará a derechista Pedro Pablo Kuczynski por la presidencia.
Casi 40% de los más de 21 millones de electores en el Perú votaron a favor de Keiko Fujimori Higuchi, de Fuerza Popular, en la primera vuelta realizada el 10 de abril para elegir el próximo presidente que gobernará el país hasta el 2021. En segundo lugar quedó el candidato neoliberal Pedro Pablo Kuczynski, de Peruanos Por el Kambio, con 20.1% de los votos, según resultados oficiales.
Tras conocer los primeros resultados, Fujimori Higuchi, de 40 años —hija del expresidente Alberto Fujimori (1990-2000), quien en el 2009 fue condenado a 25 años de cárcel por corrupción y violaciones a los derechos humanos—, dijo a sus seguidores que “este nuevo mapa político muestra claramente que el Perú quiere la reconciliación, no quiere más peleas. Vamos a trabajar con esa mirada al futuro”.
Al no haber superado el 50% de los votos, Fujimori Higuchi competirá por la presidencia con Kuczynski en una segunda vuelta que se realizará el 5 de junio.
De acuerdo con las cifras dadas por la Organización Nacional de Procesos Electorales (ONPE), en tercer lugar quedó la congresista izquierdista Verónika Mendoza, del Frente Amplio, quien obtuvo 18.8%. Más rezagados quedaron Alfredo Barnechea, de Acción Popular, con 6.9%, y el expresidente Alan García (1980-85 y 2006-2011), candidato de la Alianza Popular —conformada por el Partido Aprista Peruano y el Partido Popular Cristiano—, recibió sólo 5.8% de los votos.
Un total de 19 candidatos se inscribieron para participar en los comicios presidenciales. Tras ser excluidos del proceso electoral Julio Guzmán y César Acuña —el primero por irregularidades en la inscripción de su partido Todos por el Perú, y el segundo por entregar dinero durante un evento proselitista de su partido Alianza para el Progreso, prohibido por la ley—, siete decidieron retirarse en el camino por su baja intención de voto, quedando finalmente 10 postulantes.
Para el analista estadounidense Steven Levitsky, columnista del diario La República, “si quiere llegar al 50% del voto necesario para ganar la segunda vuelta, Keiko tiene que convencer a un sector del electorado no fujimorista que ella no representa un retorno a las prácticas mafiosas y autoritarias de los 90”.
Sin embargo, no hay ninguna evidencia que eso ocurra. “La estrategia de Keiko se basa en una promesa. Pide al electorado que confíe en su palabra”, indicó Levitsky.
Compromisos poco creíbles
Al término del debate preelectoral llevado a cabo el 3 de abril, Fujimori Higuchi presentó un “compromiso de honor con el Perú”, en el cual se compromete al respeto irrestricto del orden democrático y los derechos humanos, a respetar y proteger las libertades de prensa y de expresión, a luchar drásticamente contra la corrupción, respetando la independencia de poderes y no utilizar el poder político para beneficiar a miembros de su familia, y encargar a la oposición las comisiones de Fiscalización e Inteligencia del Congreso.
Igualmente se compromete a profundizar el trabajo de la Comisión de la Verdad y Reconciliación —que investigó la violencia política que asoló el país entre 1980 y el 2000—, reparar a las víctimas de la violencia, así como a las mujeres afectadas por el programa de salud reproductiva, a respetar la no reelección presidencial establecida por la Constitución, y finalmente “nunca más un 5 de abril”, en referencia al autogolpe perpetrado por su padre en 1992 en el que cerró el Congreso e intervino el Poder Judicial, iniciando un régimen en el campeó la corrupción y las violaciones a los derechos humanos.
Sondeos dados a conocer a la prensa extranjera el 8 de abril —la ley electoral prohíbe la publicación de encuestas a nivel nacional siete días antes de los comicios— revelaron que existe un fuerte antivoto contra Fujimori.
Según Alfredo Torres, de la consultora Ipsos, Fujimori era la candidata con mayor antivoto, es decir personas que definitivamente no votarían por ella, llegando a 51% de los encuestados.
Este antivoto se evidenció en la marcha No a Keiko, convocada a través de las redes sociales, que congregó a más de 50,000 personas que se movilizaron el 5 de abril, conmemorando el 24 aniversario del autogolpe de Fujimori, por el centro de Lima.
Representantes de las cuatro empresas encuestadoras más importantes del país —Ipsos, CPI, GfK y Datum— admitieron en rueda de prensa ante corresponsales extranjeros que “la contracampaña contra Keiko Fujimori le pasó la factura”. Las encuestas dadas a conocer daban a Fujimori Higuchi entre 37% y 40% de la intención de voto, mientras que los sondeos publicados antes de los comicios daban a Fujimori 43% de las preferencias.
La campaña para la segunda vuelta estará centrada entre el fujimorismo y el antifujimorismo. Los primeros resultados muestran que Fuerza Popular tendrá control absoluto del Congreso con 71 congresistas de 130, mientras que el Frente Amplio contará con 20 legisladores y Peruanos Por el Kambio con 18. Las restantes curules se repartirán entre Acción Popular (5), Alianza Popular (5) y Alianza para el Progreso (11).
El papel de la izquierda
Kuczynski, un férreo defensor del modelo neoliberal, tendrá que lanzar ramas de olivo al Frente Amplio ya que el respaldo de los votantes de la izquierda será clave para que se imponga a Fujimori en la segunda vuelta.
El Frente Amplio se impuso abrumadoramente en los departamentos del sur andino, particularmente los más asolados por la pobreza y los más afectados por el conflicto armado que se desarrolló entre 1980 y el 2000, donde se cometieron las más terribles violaciones a los derechos humanos tanto por el grupo terrorista Sendero Luminoso, como por agentes del Estado.
Mendoza, en su discurso la noche de las elecciones, dijo que el Frente Amplio “es el frente del pueblo, ha nacido para quedarse, ha nacido para hacer historia”.
“Somos la segunda fuerza política del país”, afirmó. “El pueblo peruano nos ha encomendado que seamos una oposición firme y fiscalizadora, y ese será nuestro rol de aquí adelante. Y no sólo en el Congreso, sino en todos los espacios ciudadanos. Estaremos atentos a cualquier acto de injusticia o intención de repartija o debilitamiento de nuestra institucionalidad”.
El politólogo Alberto Vergara, en declaraciones al diario El Comercio, alertó sobre el riesgo que significaría que el fujimorismo controle el Ejecutivo y el Legislativo.
“El fujimorismo es un movimiento que vivió en el poder con un Ejecutivo que sometía completamente al Legislativo y cuya raíz es jactarse de la eficacia, no de los procedimientos democráticos. En ese sentido, es un peligro la concentración de poder, que haya una ausencia de balance desde el Legislativo. La derecha peruana va a exigir a Keiko Fujimori que actúe con inmediatez, que saque a como dé lugar grandes proyectos mineros. En ese escenario, que [el fujimorismo] tenga un dominio de esa magnitud sobre el Congreso constituye un peligro”.
“Keiko tiene que seguir insistiendo en que su gobierno no será el de su padre, pero ese discurso es muy difícil de ser creíble”, dijo el sociólogo Ricardo Cuenca al diario argentino Página 12. “Si no modifica su discurso tan conservador y neoliberal, y lejano a problemas como la desigualdad, Keiko no va a conseguir, independientemente del antifujimorismo, los votos de quienes encontraban en Verónika Mendoza o Barnechea un espacio para reclamar por la desigualdad. A pesar de que el discurso de Kuczynski no es progresista, creo que él tiene más facilidad que Keiko para cambiar su discurso y atender esos temas de desigualdad”.
El Frente Amplio, por su parte, considera que el retorno del fujimorismo es lo peor que le puede pasar al país, pero tampoco está dispuesto a darle su apoyo incondicional a Kuczynski. La izquierda le presentaría una agenda que incluye la lucha firme contra la corrupción, que asegure que no liberará a Alberto Fujimori, la renegociación de los contratos de gas que favorecen la exportación, garantizar los derechos laborales y no a la privatización del agua, entre otros.