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ESTADOS UNIDOS - La disrupción de los populismos de elite
Fredes L. Castro, ALAI
Viernes 21 de julio de 2017, puesto en línea por
20 de julio de 2017 - ALAI - El presente es lo que nos une. El futuro nos lo creamos en la imaginación. Sólo el pasado es la pura realidad. - Vasili Grossman
Sobre la base de una batería de datos aportados por Bruce Mehlman, lobista de firmas tecnológicas, James Hohmann, columnista del Washington Post, presenta a Trump como el disruptor en jefe en la era de la disrupción. Según Mehlman "las fuerzas que prepararon el escenario para la elección de Donald Trump son de largo plazo, estructurales y globales". El pícaro especulador inmobiliario intuyó, como un Uber encarnado, la existencia de un mercado insatisfecho con la oferta, cosa que lo decidió a despreciar las convenciones de uso y desafiar los límites vigentes instalando su candidatura presidencial. A juicio del lobista, la demanda electoral por un cambio era tan fuerte que importó poco la idoneidad o experiencia del agente propulsor del cambio.
Para Mehlman, una serie de tendencias explican el suceso Trump, entre las que destaco las siguientes:
1) un cambio social que redistribuyó regresivamente las riquezas (desde 1967 el 1% más rico de los estadounidenses pasó de controlar el 27% de la riqueza al 42%), redujo el número de blancos sin título universitario, aumentó significativamente la cantidad de mujeres en la fuerza de trabajo e incrementó por tres la proporción de personas de origen extranjero en la población total;
2) un cambio tecnológico por el cual para fabricar 1000 millones de dólares de mercancías, de 387.923 trabajadores ahora son necesarios tan sólo 26.785;
3) un debilitamiento de instituciones tradicionales, como el matrimonio ahora celebrado por la mitad de los adultos contra el 70% en 1967, o el sindicato que pasó en igual lapso de afiliar el 30% de los trabajadores a un 11%, más una desconfianza en el gobierno que carece de antecedentes (sólo el 20% confía en las autoridades federales), en sintonía con la creciente desconfianza que despiertan los medios de comunicación;
4) creciente irrelevancia de los partidos políticos, contemporánea a su captura por los grupos económicos más concentrados (“mayor poder de los plutócratas”).
Lo descripto guarda sintonía con lo transmitido por Carol Graham, destacada integrante e investigadora del Brookings Institution, que al escribir sobre la infelicidad de la clase trabajadora estadounidense, sostiene que “el problema más difícil de resolver en la decadencia del trabajador blanco de cuello azul posiblemente sea la pérdida de identidad y esperanza”, que Graham asocia con los años pretéritos en que la discriminación aseguraba a los blancos estilos de vida del que no participaban las minorías. Sucede que en estos tiempos de sociedad de riesgo recargado, las minorías han preservado las instituciones familiares y religiosas que les permiten capear el temporal, contrario a los blancos cuyas amistades y apoyos sociales, en definitiva su identidad, estaban ligados a la mina, fábrica o lugar de trabajo suprimidos sin emerger sustitutos eficientes.
Por su parte, Paul Hilder, empresario social británico, cofundador y Director Internacional de Crowdpac, al explicar el manejo de redes sociales y nuevas tecnologías de comunicación por Trump y los organizadores del Brexit, subraya la potencia contenida en el mensaje Recuperar el Control (Take Back Control) al combinar las ansiedades de “identidad, economía e inmigración bajo una bandera de re-empoderamiento individual”. Hilder imputa a estos “populistas de elite” una restauración de las nociones teorizadas por el abogado y filósofo alemán, que afirmó la licencia del dictador soberano, transmitida por su pueblo, para definir su identidad a través del conflicto.
Coincido con Hilder, la propuesta de Trump y sus colegas populistas de elite no es disruptiva, tiene raíces que se nutren con las energías suministradas por algunas de las peores experiencias del siglo pasado, y al promover el resentimiento de sus acólitos se diferencia de los populismos de la región sudamericana, caracterizados los últimos por portar y comunicar un elemento del que los primeros carecen: la esperanza.