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Opinión

CHILE - La captura de Iturriaga Neumann y otros asuntos sin importancia

Ariel Zúñiga

Jueves 16 de agosto de 2007, puesto en línea por Ariel Zúñiga

Ha sido capturado Iturriaga Neuman y con ello finalizan sus cincuenta y tantos días de rebeldía. Demasiado poco tiempo para un gobierno que ya le parecía agradable el raconto.

Es que las últimas elecciones presidenciales se han ganado gracias a la satanización de la díctadura y posterior asociación de la oposición con ésta.

La dictadura cívico militar es parte de la historia negra de nuestro país y los traumas provocados tardarán varias generaciones en disiparse en la tumba de cada uno de sus autores y sobrevivientes.

Pero el efecto político de esa bestialidad es que la izquierda haya ocupado mucho de su tiempo y recursos en revivir la experiencia y muy poco en derrocar al régimen instalado.

El éxito de la dictadura fue institucionalizarse y el régimen instalado, administrado por muchos que aún dicen ser de izquierda, confunde a los incautos pero no debería confundir a nadie más que ellos.

Si el enemigo son los asesinos y a lo más los jerarcas del terror, basta apresarlos y asunto terminado.

Pero nadie mató ni torturó por deporte. El asesinato y la tortura fue un método de control hacia los sobrevivientes para que aceptaran las nuevas reglas del juego y no las criticaran.

Dentro de esas reglas del juego se encuentra el respeto al Estado de Derecha, la institucionalidad impuesta, y el asumir que sus tribunales son independientes e imparciales para juzgar el pasado.

Aunque los sistemas penales fracasen hasta en Noruega, muchos izquierdistas pretenden que en Chile sí va a ser exitoso. Aunque juzgar sólo a algunos es tan arbitrario como no juzgar a ninguno, el interés de muchos es vindicar el mito de un Estado Republicano, unitario y conciliado puesto en crisis por un puñado de militares psicópatas, y que al juzgarlos podemos continuar con nuestro republicanismo unitario reconciliado.

Esa visión del Estado, del Derecho, de los Tribunales y de la sociedad es tan ajena a la tradición marxista que la izquierda chilena dice tener que han debido comprar toda la batería argumental liberal de los DDHH justo en el momento en que dicha batería se encontraba en su peor crisis.

El resultado es un equeko discursivo, anacrónico, ingenuo e inofensivo, que impide que las nuevas generaciones se incorporen en una crítica medianamente coherente en contra del sistema capitalista y su superación.

Horribles muertes que hoy benefician sólo a la Concertación para perpetuarse en el poder. Para ellos lo mejor es tener un prófugo como Iturriaga para llenar el gran vacío dejado por Pinochet y que sea un fantasma que asuste al menos hasta las próximas elecciones.

Aunque sea brutal reconocerlo, el problema de la Dictadura no fue el de sus muertos: No tenemos la contabilidad de los muertos bajo tortura o por represión policial ilegal ni antes ni después de la Dictadura; no tenemos algo equivalente a la Vicaría de la Solidaridad en tiempos de paz. No hay ninguna manera de saber hoy, si las muertes de los 17 años de Dictadura son más o menos que las muertes de los 17 años de Democracia o que la brutalidad policial, obstante DINA y CNI, es una constante en la historia nacional.

El sistema penal que rige en Chile viola los DDHH de forma tan grave como lo hizo en Dictadura. Ser condenado a Colina II es algo tan inhumano como llegar a Villa Grimaldi. Lo que ocurre es que los pobres están acostumbrados a sufrir y los no pobres a mirar hacia el lado y sólo reconocer el dolor de los suyos.

Si convenimos que es nuestro sistema capitalista el que posibilita Villa Grimaldi y Colina II, ¿hasta cuándo perdemos tiempo exigiéndole justicia a un sistema esencialmente injusto?. Y si estamos en contra de las violaciones a los DDHH preocupémonos, perdón, ocupémonos de los que hoy están muriendo, los que a hoy, en este mismo momento mientras lees esto, los torturan los violan o los matan, y de que modo nos organizamos para transformar nuestra sociedad para que estas brutalidades dejen de ser posibles.

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